En el año 1969 Bioy Casáres publicó una novela corta con el título de “Diario de la Guerra del Cerdo”. Creo que hoy en día pocos lo conocen ya que hace muchos años que no ha tenido reediciones.
En su momento Torres Nilsson la llevó al cine con éxito.
El relato, que tiene por protagonista a “Don Isidro” un jubilado en el borroso límite entre la adultez y la temprana ancianidad, está situado en Buenos Aires. En el barrio de Palermo y creo que, sin decirlo expresamente, hace alusión a una particular atmósfera anti viejos impulsada, en el año 43, por el Dictador de Turno, el Gral. Fárrel y sus “Jóvenes Turcos”.
El protagonista empieza a notar que, repentinamente, desde los medios se impulsa el odio hacia los ancianos a quienes pasan a titular “cerdos”.
Esa densa y continuada campaña muy pronto logra ganar a los jóvenes y, por lo menos, neutralizar toda opinión moderada.
El lenguaje y las actitudes de los jóvenes hacia las personas de edad se tornan más y más agresivas y muy pronto pasan a los hechos. En el barrio, matan a golpes al diarero, hombre de edad, y estalla una especie de caza de viejos.
Es, “La Guerra del Cerdo” del título.
El desarrollo posterior no importa a los efectos de servirme de ejemplo. Creo que Bioy Casáres encontró un final feliz entre otras cosas porque, en realidad, no se decidió a profundizar en el tema.
No soy ni pretendo ser crítico literario. Lo cito porque es un buen ejemplo. Lo que importa es que, cuando masivamente desde el poder se enfila contra una comunidad, lo primero que sucede es que se le despoja de su carácter humano.
Ya no son seres humanos que llegaron a una edad avanzada. Son:”cerdos” y resulta bastante más fácil despreciar y agredir a un “cerdo” que a un ser humano que únicamente difiere de nosotros en los años.
Cuando en Turquía se masacró a los armenios se combatía a “los otros” los “diferentes” que impedían que la “Nueva Turquía” se consolidase. Hitler proclamó distintos, inferiores y culpables de todos los males a “los judíos” para unificar a los a los alemanes detrás de su liderato edificado sobre el revanchismo y el racismo.
Ellos eran los “Superiores” de lo cual surgía sin necesidad de muchos argumentos que “los demás” eran “inferiores”.
Y, contra los “inferiores” todo es lícito.
En el 94, en Ruanda, los medios oficiales y únicos pasaron a denominar “cucarachas” a los Tutsi, e incitaron a los Hutus a exterminarlas.
Fue una matanza mayor. En seis meses y a machetazos se calcula que asesinaron alrededor de 800.000 personas. “Cucarachas” para quienes los asesinaban a machetazos.
Tal como nosotros matamos de un palmetazo a una cucaracha real.
¡Siempre es más fácil comportarse bestialmente si primero se despoja al enemigo de su carácter de humano!
Lo que Trump hace con los migrantes latinos tiene como base la acusación genérica y repetida de asesinos, ¡sucios! Drogadictos y traficantes de narcóticos y hasta violadores.
Si los tengo en ese concepto, no me importará tanto que los guardias fronterizos los maten a tiros mientras tratan de atravesar el Rio Grande a nado. Ni que haya quienes van: A cazar “greissing” en el desierto de Arizona.
Del mismo modo que la avalancha incesante, de los desesperados que se lanzan a cruzar el Mar Mediterráneo provoca agrio descontento y rechazo en los educados europeos.
Cosificarte es el paso previo y necesario para luego hacerte cosas que no soportarías si tu fueses la víctima.
Así enseñaba Dan Mitrione a torturar. Lo primero era llamarte “pichi” y dejar que el encierro esposado te volviese una cosa sucia y maloliente.
Las “prácticas” las hacían con verdaderos “pichis” recogidos de la calle y previo control por si tenían quien reclamase por ellos.
Al “pichi” de turno se lo podía torturar “científicamente”. Sin odio, ni apasionamiento, de manera de no matarlo sino dominarlo. Hacer de él una piltrafa dispuesta a reconocerse autor de los delitos más infames y absurdos.
Cuando ya eran “carne inservible” se procedía a su “disposición final”. No se torturaba, mataba y enterraba a un ser humano. Era un simple “pichi”.
Nadie siente pena, lástima u odio por un “pichi”.
Eso de cosificar es viejo como el mundo y disimula cualquier barbaridad. Para ambos bandos en una guerra, en cualquier guerra y para cualquiera de los bandos, no se “mataba” sino que “se causaba baja”.
¿Verdad que es mucho más aséptico contar “bajas” que muertos?
Bueno, creo que en este ensayo general de control de masas que ha motivado la pandemia de coronavirus, a nosotros los viejos nos toca ser cosificados.
Con una diferencia: ¡dulcemente!
Hemos pasado a ser los abuelitos en peligro.
¡Curiosa mutación! Parcial, por cierto.
Si hablamos de Economía, seguimos siendo uno de los problemas centrales.
¡Vivimos demasiado! Con la duración promedio de nuestras vidas no hay instituto previsional que aguante.
Si es privado, simplemente nos pagarán “nuestro ahorro” en pequeñísimas cuotas calculadas sobre la base de que viviremos más de cien años.
Con lo cual, la devolución de nuestro capital ahorrado se hará en tantos meses que nunca alcanzará a completarse.
Así tenemos “jubilados” a los cuales las Afaps, vía Banco de Seguros que es el único que soporta las pérdidas, les están pagando pocos cientos de pesos.
El negocio es privado y las ventajas prometidas se esfumaron.
Sin embargo ningún integrante de un directorio de esas máquinas de devorar fondos será procesado por estafa.
Ni se derogarán las Afaps.
Si aún estás en el Sistema Público se cuestiona la temprana edad en que puedes pasar a retiro. Sesenta años y treinta de trabajo. Les parece insoportable y planifican diversas fórmulas para que sigamos en la producción y aportando.
A sabiendas que, en realidad la gente se retira a edades más cercanas a los 65 que a los 60.
Sin tener en cuenta que, en la medida que la edad de retiro se eleve, el Mercado de Trabajo se enlentecerá.
Somos poco menos que “delincuentes” y seguramente, “una pesada carga para la Sociedad”. Sin embargo, oh paradoja, ahora hemos pasado a ser “Población de Riesgo” y todos se preocupan por nuestra salud.
¡Encerrándonos!
Con cariñosa e insistente violencia, desde todos los medios nos recomiendas quedarnos en casa.
Supuestamente para que no nos contagiemos del insidioso Covi19 que, insinúan, nos estará esperando para matarnos tan pronto pongamos un pie en la calle.
¡Vaya, cuánto nos quieren!
¡Abuelito, no salgas! ¡Nosotros, que hemos tomado todas las medidas para cumplir nuestra labor, te mantendremos informado!
Abuelito, no compres las fruslerías que anunciamos. Sí, es cierto, nosotros las anunciamos y tratamos de tentar al público para que haga gastos innecesarios porque ese es nuestro negocio.
Vivimos de seducir e inducir a la gente a que adquiera mercadería que, en realidad, no precisa.
Es cierto, vivimos de eso, pero, ahora que el coronavirus nos mostró la realidad de la vida, te recomendamos que no salgas.
¡Que no te dejes tentar por las inutilidades que tratamos de inducirte a comprar!
¿Quién los entiende? Vivimos demasiado y pesamos en las finanzas del Estado o debemos cuidarnos y enclaustrarnos para no enfermar y morir.
¿Para qué nos quieren encerrados? ¿Cuál es nuestro delito por el cual debemos cuidarnos de la calle, del aire limpio de la rambla?
En realidad, todos sabemos que las paternales preocupaciones del Gobierno, y sus corifeos en los medios, apunta únicamente a “achatar las curvas”.
Pongo especial énfasis en el plural.
Quieren “achatar la curva” de contagios para que no se sature el Sistema de Salud.
Pero, también y solapadamente, quieren “achatar las inquietudes sociales”.
Quieren aprovechar la oportunidad que gentilmente les brinda una peste “nueva” y muy contagiosa pero no tan letal para mantenernos quietitos y sin protestar.
Como la producción es necesaria manejarán al tanteo “las perillas”- De a poco irán abriendo la de la reanudación de las actividades en tanto tienen la otra lista por si se dispara la peste.
O las protestas.
Porque no se trata de un seráfico transcurrir, la Coalición Multicolor tiene que aprobar la Ley de Urgente Consideración antes de que venza el plazo para el envío del Mensaje Presupuestal.
Que es dentro del cual irá aplicación de lo aprobado en la LUC.
¡Seguro! Algo hay que hacer con los viejos. ¡Sacarlos del medio ya que son una complicación extra! Si se enferman dan trabajo…¡pero no trabajan! No son productivos y por lo tanto:¡Qué se queden en casa!
Pues bien…¡NO ACEPTO!
No soy un ancianito que no entiende lo que está pasando. Puede ser que me complique la vida esto de los celulares y el pagar “on line”.
¡Puede ser que no quiera esclavizarme con el telefonito!
Y sin duda, no acepto ser, ni “cerdo” ni “canario flauta” enjaulado como decoración.
Los viejos somos personas. Hemos vivido y estamos tan vivos como quien nos recomienda paternalmente que nos enclaustremos.
Soy tan responsable por esta Sociedad en la que vivo como cualquier otro ciudadano y no aceptaré otra limitación que la que emane de la Ley o las que mi solidaridad me aconseje.
¡Quedó claro?
Por Eduardo Platero
20 de abril 2020
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