Desde hace un tiempo el doctor Tabaré Vázquez ha estado exponiendo la idea de la lealtad institucional. Si bien en un comienzo pudo parecer una consigna para justificar determinadas aproximaciones con el gobierno en tiempos de crisis agudas y de rumores intensos, tengo la impresión de que esta propuesta se está transformado en idea-fuerza del presidente del Encuentro Progresista y que trasciende lo coyuntural.
Si lealtad institucional es apego estricto a las instituciones y a la vez aceptación de las reglas de juego que las mismas sugieren, no hay la menor duda de que el doctor Tabaré Vázquez está profundizando y desarrollando la definición de fuerza democrática del EP-FA.
Con esta formulación Vázquez no sólo dibuja ante la población y el sistema político las formas que asumirá su estrategia de acumulación de fuerzas, sino también el tipo de gobierno que instalará, si es electo como Presidente de la República en 2004.
Para Vázquez la acumulación de fuerzas se debe cristalizar defendiendo al sistema institucional y respetando los códigos culturales que de esas instituciones emanan. El presidente del EP-FA se aleja así de todo intento de tensionar a las instituciones o de buscar coartadas dentro de la propia legalidad.
Es así que da garantías al resto del sistema político de que el accionar de la fuerza de izquierda y progresista, es previsible, confiable y acorde a las reglas que tiene la política desde que es política. De esta forma está diciendo que «el otro» – el gobierno, los partidos y fracciones que lo integran y las demás fuerzas políticas-, también cuenta en la democracia y cuentan para una fuerza que se prepara para acceder al gobierno y cambiar desde ahí el rumbo del país que predominó en los últimos treinta años.
Pero a la vez este concepto de la lealtad institucional, no es sinónimo de las conocidas políticas que apuntan casi obsesivamente a la búsqueda de consensos –aunque no descarta el consenso, sino que lo entiende como una de las posibilidades emanadas del debate– y mucho menos es cogobierno o gobernabilidad, que en sus entrañas contienen una actitud pasiva.
La idea de la lealtad institucional no descarta el conflicto: lo asume. No elimina el debate: lo impulsa. No elude la confrontación política: la promueve.
De esta forma no castra a la democracia, como lo hacen quienes ponen por encima de todo al consenso, sino que la fortalece y la enriquece. Con la lealtad institucional no lleva a la sociedad a polarizaciones extremas, pero tampoco obliga a que las ideas, los programas y las posturas políticas terminen todas corridas hacia el centro, que siempre favorecen la tesis de que «los partidos y los políticos son todos iguales», además de que elimina del escenario político a todo intento de exposición de ideas nuevas o removedoras.
Con su lealtad institucional Vázquez crea, a la vez, un escenario de paz y de civilidad, que es el que más favorece al desarrollo de una fuerza de izquierda y progresista. Civilidad y paz que no es contraria a la propuesta movilizadora, sino que le da un marco adecuado a la acumulación de fuerzas para poder llegar a esos límites donde se decide el vuelco de un pequeño porcentaje del electorado, que es el que puede permitirle llegar a más de 50%, eludiendo así la segunda vuelta donde el peso de las familias ideológicas fue decisivo en 1999.
También es un compromiso político de futuro, que permite instalar en el imaginario colectivo presente cuál será el perfil y el talante democrático de su gobierno. Vázquez le está diciendo a la ciudadanía y al resto del sistema que si su política es la lealtad institucional en la oposición, también lo será cuando esté instalado en el Edificio Libertad.
Con esta señal no sólo reclama un mismo comportamiento de los otros actores de la democracia para cuando sean oposición, sino que a la vez le dice a la ciudadanía que su gobierno contendrá ese talante democrático. Es, entonces, un compromiso de futuro, pero también una excelente carta de presentación para aquellos sectores propensos a dejarse influir por la idea de que izquierda es sinónimo de autoritarismo.
Estamos ante una renovada construcción ideológica del EP-FA que pone a esta fuerza política compitiendo en el plano de las ideas como muy pocas veces lo hizo antes, entrando en un campo que hasta ahora parecía ser zona de exclusividad del doctor Julio María Sanguinetti, el mejor constructor de una ideología dominante que apunta a exponer a la izquierda como una fuerza ajena a la democracia.
por Raúl Legnani
*Maestro y periodista
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