Agencia Uypress – En las últimas semanas los números de la pandemia se han disparado. Y de aquel exceso presidencial de las cotidianas conferencias de prensa de abril y mayo en que el gobierno alternó aciertos con toques de soberbia, hemos pasado al mutismo actual.
Este silencio está matizado de agentes que nos desbordan con discursos simplificadores y metáforas pobres sobre la compleja realidad en la que vivimos.
Empezamos con recursos simples, no hay más que recordar la lógica de las «perillas» y el confuso concepto de la «nueva normalidad» y «libertad responsable». Para orgullo oficialista fuimos durante algunos meses, referencia para un mundo que se concentró en los efectos positivos de una política de salud que el presupuesto nacional que se está votando en estos días no continuará. En ese semestre fuimos libres y responsables. Supimos adaptarnos tan bien a una normalidad nueva que fue innecesario tocar las perillas. Pero ahora algo ha cambiado.
Uno de los grandes aciertos del gobierno fue la constitución del Grupo Asesor Científico Honorario, conocido como el GACH. Con un peculiar concepto científico que no incorpora profesionales del área social, este colectivo le brindó mucha seriedad al tratamiento de la pandemia. Concentrado en un concepto de salud limitado al tratamiento del Covid, el discurso del Gach no consideró relevante señalar la importancia en términos de salud de la vida social, la conducta esperable de algunos colectivos (las juventudes, por ejemplo) y del previsible afloje del distanciamiento social con el paso de los meses.
El Gach se ha desgastado comunicando metáforas simplificadoras del tipo «estamos jugando en la altura y vamos empatando 0 a 0» como si los orientales de a pie no fuéramos capaces de entender razonamientos más elaborados. Las personas comunes y corrientes hemos hecho lo que hemos podido con nuestros cuidados y nuestras conductas. ¿Pero como compatibilizar el «cero a cero en La Paz» cuando se viaja en ómnibus cargadísimos de pasajeros? No se precisa más que tomarse un ómnibus en una hora pico para constatar la cantidad de «irresponsables» que resuelven desconocer las bondades de la distancia social. ¿Acaso es verdad que, como «los niños han guardado un metro y medio de distancia en sus aulas, podemos ahora dejar que «los niños puedan interactuar en un metro de distancia»? Los niños en las escuelas se tocan y se abrazan; simplemente no pueden evitarlo. ¿Y cómo manejarán la distancia social las personas que viven en asentamientos?
El Gach no puede ignorar estos funcionamientos, pero en el desconocimiento o negación de la realidad (vaya uno a saber) descansa la idea de una sociedad domesticada e infantil a la que es necesario manejar de ese modo para que capte la importancia del problema.
Ahora que los casos se han disparado, la ausencia de la postura oficial es ocupada por el voluntarismo de algunos actores de gobierno. Y es así que un día escuchamos a un ministro declarar que es «hincha de la policía» y a otro twitear (sí, el ministro Salinas es un activo «twitero») que «en el ministerio estamos dejando el cuero». Todo parece indicar que la gestión actual estaría administrada por aficionados y no por expertos o políticos con conocimiento de la cartera de la que son responsables.
La idea de fondo es que ahora las cosas andan mal por culpa de las personas: nos hemos relajado en las conductas que tan solo hace unas pocas semanas nos protegían. Cuando los casos eran pocos, la explicación era simple, se debía a la excelente gestión del gobierno y sus asesores. Cuando se disparan los casos, la responsabilidad es de la gente.
Las apelaciones en espacios radiales serios como En Perspectiva se escuchan referencias a «los que se portan mal», «los que no se acuerdan de sus abuelos», «terraplanistas» o afirmaciones audaces como «tenemos que recuperar el miedo» (¿al Covid solamente?). Todo esto en referencia a que como las personas caprichosamente no nos cuidamos, las estadísticas del covid se disparan.
El presidente no aparece con la impronta de abril o mayo. Es posible que se deba a que la realidad está poniendo sus condiciones. Hay actores de gobierno que están matizando sus salidas a la prensa y no aparecen con la frecuencia de antes. Otros referentes de la coalición de gobierno admiten haberse equivocado en temas centrales de su área de actuación, tal es el caso de la situación de las personas en situación de calle o la erradicación de los asentamientos irregulares.
En todo caso hay una apuesta sutil pero arriesgada a una sociedad temerosa que encuentra en el miedo la respuesta a sus problemas. Vivimos un presente saturado de discursos simplificadores que sueñan con vacunas y decisiones represivas que se agotan en sí mismas. Todo el tiempo, en las redes y en los medios, se repiten esas pobres metáforas que nos narran como niños desorientados en medio de una tempestad. Ahora mismo, escucho a una senadora oficialista justificar el magro presupuesto nacional explicando que «el Estado no es Papá Noel».
Pero no nacieron de la nada estos deseos imaginarios. Han crecido a la sombra de una apuesta multicolor que se legitima en la consagración del miedo al otro, consumidos por su atención permanente a todo lo que ponga en riesgo sus precarias certidumbres. Nos tratan como a niños díscolos a los que hay que avisarles que terminó el recreo. Los nuevos jefes que han venido a hacerse cargo, impotentes, se enojan con esa realidad que se resiste a sus deseos y manejan hipótesis de resistencias y conflicto allí donde simplemente la vida se manifiesta. Los chiquilines que se juntan en una plaza no son irresponsables, los que se juntan con amigos no son asesinos. En un año infame, un abrazo terminó por transformarse en un riesgo que es necesario correr.
El covid es a su modo, una metáfora de las sociedades de control. Tal vez sea la coartada funcional que precisa una sociedad miedosa y un gobierno conservador. Como niños caprichosos entregamos libertad a cambio de seguridad. Hoy es imperioso que entendamos que crecer, es dejar de tenerle miedo a la oscuridad.
Por Sergio Reyes
Sociólogo. Integra la directiva de Anong (Asociación de ONG Orientadas al Desarrollo)
Fuente de este material: Agencia Uypress
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