En el artículo anterior desarrollaba el rol de la vestimenta en los contextos de la diversidad actual. Cómo es adoptada por la subjetividad, siendo un componente de la identidad individual. Sin embargo, desde siempre y hasta las dinámicas sociedades del presente, la vestimenta identifica a grupos de afinidad. En algunos casos, como en el deporte, es funcional a la actividad. En otros, el vestuario funcional y simbólico, como el uniforme, sirve para incluir o excluir. Desde las organizaciones cerradas excluye a quienes no forman parte de las mismas. En los entes de enseñanza iguala las condiciones sociales y económicas de origen. Pero el vestuario también identifica un lugar. Basta con observar en verano a vecinos cruzar algunos barrios costeros con atuendo playero (sin que nadie se escandalice). O a los oficinistas y funcionarios de saco y corbata transitar por la ciudad vieja. Por tanto el atuendo importa en muchas cosas, no es caprichoso incluso cuando parece meramente casual .
Las contradicciones
Ya desarrollé la incidencia de las tradiciones y rituales por lo que solamente agrego que con las instituciones desarrollamos variados roles con reglas arcaicas, que devienen del pacto social, de la historia de la civilización, algunas de las cuales no tienen relación con la actualidad.
Las mismas instituciones que limitan la admisión por la vestimenta, aceptan en su interior que los funcionarios, mientras trabajan….tomen mate. Su carácter revitalizante, socializador o simplemente hidratante no alcanza para explicar la tácita aceptación. Es más bien la costumbre y el ritual que lo identifica, que acompaña la labor y hace más llevadero el trabajo. He sido actor y partícipe de viajes con el mate a lejanos países que no lo conocen, sin enfrentar el más mínimo gesto de intolerancia. Por el contrario, encontramos simpatía y participación en el ritual de prepararlo y tomarlo. Incluso en aviones sobre el Pacifico.
No solamente el mate
Nuestras formas acostumbradas de vivir, entre ellas el vestir, están siendo impactadas por las diversidad de una cultura globalizada, a la que a nuestra vez, aportamos. Debemos adoptar posturas sobre costumbres, vestimentas y aditamentos al cuerpo, extraños a nuestra idiosincrasia, lo que lleva imbricado inexorablemente inclusión y tolerancia. Consecuentes con nuestras mejores tradiciones, deben ser bienvenidas en todo el Uruguay.
Pero otra contradicción aporta al relacionamiento entre personas y entre ellas y las instituciones. La comunicación presencial y por tanto analógica del pasado ha sido crecientemente sustituida por la digital. Y aunque se ha recuperación la imagen con los últimos artefactos tecnológicos, predomina entre los usuarios y las instituciones, incluso del Estado. En un mensaje de texto poco importa como el funcionario está vestido…y viceversa. De ahí a deducir que la forma de presentarse personalmente es lo de menos, no hay más que un paso.
Tentando soluciones
Las contradicciones entre la libertad individual del atuendo (todo) y las costumbres protocolares intrínsecas a las instituciones, pueden resolverse sin desmedro para ninguna. Puesto que tener libertad es poder elegir, podemos actuar voluntariamente. En adoptar posturas selectivas acorde a cada acto, cada evento en su contexto, comprendiendo los fundamentos de rituales y normas. Entendiendo que los requerimientos de actuación en ellos, vestimenta y otros, institucionales o no, son incluyentes, nos hacen participantes. Si queremos entrar a un club nudista, lo haremos desnudos!.
En esta incertidumbre de la sociedad acelerada actual es una sana postura volver a las fuentes de las tradiciones comunes, de los ritos , de los símbolos que nos unen, del respeto por el otro que nos aporta a todos seguridad de no ser agredidos y excluidos. Por algo el adalid uruguayo de la informalidad se despide del pueblo llevándose la bandera. Sabe bien de qué se trata.
Por el arq. Luis Fabre
luisfabre@gmail.com
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