El teatro terminó destripado

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A propósito de un texto de Fernando Condon que habla de la luz fantasma que siempre se deja sobre el escenario indicando que los actores pronto volverán…

y que publicó mi amiga Mercedes Martinez en su muro…

agrego este pedacito de memoria…

El teatro terminó destripado. Abierto su vientre, violentado a bayonetas y botas norteamericanas, quedó expuesto al silencio de la tarde-noche que recién comenzaba. Títeres descabezados, muñecos vueltos a sus trapos originales, globos de colores diseminados, yertos… La fiesta de los niños, para esa primavera de 1974, abortada en nombre de la bestia.

Buscaban las armas.

Bajo las tablas y butacas de la platea, bajo el escenario, desparramando vestuarios, quebrando luminarias, con la rabia acumulada de años, para no encontrarlas.

La rabia ovnubila, se sabe.

Las armas estaban afuera, a una cuadra de distancia, donde el cerco del Batallón No 10, nos permitió, mezclados entre la muchedumbre enardecida, registrar lo que pasaba.

Los militares con sus tanques y metralletas y plantones y tachos de la desaparición, nunca, nunca pudieron con nuestro incólume arsenal del pensamiento y la dignidad.

No lo encontraron ese día ni los días en que alguien les avisó e intentaron escrutar nuestras cabezas.

Desde ese día y hasta el día de hoy las ruinas del Teatro Experimental de 33 quedaron clamando el antídoto natural de la ignominia: cultura.

Una luz fantasma quedó alertando el imaginario de mi pueblo sobre los restos de telones, vestuarios desgarrados, maquillajes esparcidos hasta la calle, boletines anunciando La Cantante Calva o Sacco y Vanzetti o las Humoradas de Chejov, sobre el murmullo y el aplauso cerrado y de pié de los espectadores, gritando, gritando, gritando:

¡Volveremos!

( Fernando Gallardo)


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