La creatividad, la insatisfacción, el demoledor peso de las rutinas y la compulsiva necesidad de emancipación personal son las cuatro materias temáticas que aborda “La afinadora de árboles”, el reflexivo largometraje argentino de la realizadora Natalia Smirnoff, que exhibe Cinemateca Uruguaya en el marco de su ciclo “Cinemateca te acompaña” que se emite tres días a la semana por la señal TV Ciudad.
En esta oportunidad, la talentosa e inquieta autora de recordados títulos como “Rompecabezas” (2009) y “El cerrajero” (2013), elabora la historia de una mujer bastante independiente, quien, pese a ser ama de casa, abraza la profesión de escritora e ilustradora de literatura infantil.
Mediante una mirada si se quiere bastante feminista pero no exenta de desencanto, la cineasta construye un personaje a menudo contradictorio, que lucha denodadamente por su propio espacio y contra arraigados prejuicios sociales y culturales.
La protagonista de esta película es Clara Mains (Palo Barrientos), una creativa que asume un papel superlativamente central en su núcleo familiar, integrado por su esposo Francisco (Marcelo Subiotto), su adolescente hija Violeta (Violeta Postolski) y su no tan pequeño hijo Lisandro (Oliverio Costa).
Además de hacerse cargo de las tareas domésticas, la mujer tiene una activa vida profesional, que incluye la escritura de libros para público en edad escolar, así como aburridas reuniones de trabajo, conferencias de prensa, presentaciones y hasta entregas de galardones.
En ese contexto y a los efectos de vivir lejos de la vorágine de la siempre vertiginosa Buenos Aires, la creadora se muda junto a su familia a una casa emplazada en un paradisíaco paisaje rural, muy cercano a su pueblo natal.
A priori, el traslado a esa amplia y confortable residencia cumple tres funciones concretas: estar lejos del mundanal ruido, sin que ello deba interpretarse como una alusión a la célebre novela del poeta y narrador Thomas Hardy, trabajar en un ambiente bastante más tranquilo y sosegado y estar geográficamente más cerca de sus entrañables orígenes.
En tal sentido, una de las claves de este relato es la compulsiva necesidad de la artista de reencontraste con su pasado, que naturalmente atesora con cariño en su memoria.
No es un tema menor que la casa esté ubicada en un sitio privilegiado, con generosa naturaleza y abundantes árboles, cuyo significado simbólico será decisivo en el decurso de la historia.
Aunque la armonía vincular sugiere una suerte de familia modelo, que en buena parte del fluir de la narración induce a pensar que la película es una mera comedia, subyacen igualmente algunas insatisfacciones soterradas,
En efecto, la relación con los afectos no está ciertamente exenta de conflictos no resueltos, por la complejidad que supone la comunicación con una chica adolescente que se acerca aceleradamente a la adultez y un esposo compañero pero bastante lacónico.
En tal sentido, se advierte claramente la relativa frialdad de una pareja que parece bastante distante, pese a que el matrimonio data de apenas de quince años y aun hay mucho trecho por transitar. En efecto, el hombre parece más interesado en la actividad profesional de su esposa –que rinde muy buenos dividendos económicos y le ha permitido a la familia mudarse a una vivienda tan inmensa como confortable- que en su libertad.
Al respecto, el tema dominante de conversación entre esposa y esposo suele ser casi siempre el trabajo. Incluso, el hombre a menudo le reprocha a la protagonista una supuesta falta de interés en cuestiones profesionales que parece ser cruciales.
Sin embargo, esa circunstancia no parece turbar la tranquilidad de Clara, que le pone permanentes límites a sus editores y se dedica cotidianamente a crear, dibujar y escribir, merced a la tranquilidad que le otorga un ambiente siempre acogedor y, naturalmente, libre de contaminación sonora.
Empero, esa actitud –que tiene mucho de ejercicio introspectivo en procura de una inspiración que aparentemente está en crisis- la va aislando paulatinamente de los demás.
En ese contexto, el gran desafío y hasta el dilema de la protagonista es volver a ser sin dejar de ser, lo cual puede parecer un mero juego de palabras, pero en realidad no lo es.
La clave es recuperar todo el potencial creativo y hasta plantearse nuevos objetivos profesionales, sin colisionar ni entrar en cortocircuitos con sus seres queridos.
Debajo de todas esas inquietudes anida el compulsivo deseo de reinventarse, nutriéndose del paisaje y de los propios sonidos de la naturaleza, que operan, a la sazón, como una suerte de música de fondo de la peripecia cinematográfica y hasta como una primordial fuente de inspiración.
La directora y guionista Natalia Smirnoff construye un personaje femenino realmente complejo, que mixtura a la Paola emancipada y con potencial para desarrollarse con la Paola hogareña.
Ese es el conflicto de tantas mujeres que aspiran a crecer intelectualmente y a abandonar una situación meramente marginal, en una sociedad todavía gobernada por un statu quo machista que casi siempre genera situaciones de represión y algunas inconscientes reacciones de auto-represión.
En este marco, el personaje central de esta película, que aparentemente lo tiene todo incluyendo el éxito, encumbre en lo más íntimo una exasperante insatisfacción.
El guión incluye igualmente otros personajes secundarios pero no menos trascendentes, que remiten al pasado de la mujer, como su ex novio Ariel (Diego Cremonesi), que es propietario de una carnicería, y su hermano Carlos (Matías Scarvasi)., un religioso que lidera una obra solidaria, que incluye un comedor destinado a atender las necesidades alimentarias de niños pobres.
El reencuentro con esas dos personas pone en alerta a la mujer por un eventual conflicto afectivo y, en otro orden, la confronta a la necesidad de abandonar su aislamiento y de volcar una nunca demostrada vocación solidaria.
Obviamente, la oportuna inclusión del comedor y merendero en la trama cinematográfica, abre el único ángulo de reflexión política de esta propuesta, con una subliminal alusión a la pobreza crónica de vastos sectores de la población del vecino país.
Aunque la cineasta desestima toda tentación panfletaria y hasta de alegato ideológico, es notorio que el cariño, la comprensión, la cercanía y hasta el arte como terapia grupal pueden ser circunstanciales bálsamos para combatir o bien minimizar las privaciones y la desesperanza, originadas por un sistema crónicamente injusto y socialmente asimétrico.
“La afinadora de árboles” es una comedia dramática que plantea como tema central, el crucial papel de la mujer en la sociedad contemporánea, enfrentada a la emergencia de crecer y desarrollarse sin abandonar sus obligaciones hogareñas.
Al respecto, la película trasunta sensaciones aparentemente antagónicas: la plenitud que supone el éxito, la sujeción a compromisos insoslayables, que incursiona en el íntimo universo de los afectos, y la urgencia de ejercer plenamente la libertad individual y apuntar a la emancipación.
El film también trabaja –en clave reflexiva- con los simbolismos, mixturando la creación artística con la naturaleza, los conflictos intrafamiliares, el compromiso social y hasta los resabios de un pasado con mucha carga emocional que se entrecruza con un presente estructurado.
Al frente de un reparto actoral realmente competente, sobresale particularmente la actuación protagónica de Paola Barrientos, una actriz que destaca por su talento, su sensibilidad y su versatilidad.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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