Jorge Batlle acepta de inmediato el desafío que hiciera el alter ego de Vargas Llosa, Santiago, al inicio de su novela Conversación en La Catedral: Perú, Uruguay. “Fue en 1956, cuando se cayó el régimen de sustitución de importaciones; el dólar se disparó y todo eso mató a mi padre”. Luis Batlle terminaría de morir ocho años después, en un país ya sin proyecto de país. A los meses cerraría el mercado cambiario para reabrir con cotizaciones más que duplicadas, y cerrarían los frigoríficos Swift, Armour y Artigas.
Hay, faltaba más, un ángulo de liberalismo económico en la apreciación de ese hombre peleando por su cuarta candidatura presidencial en la feroz interna colorada, desde la mesa de un hotel salteño que supo de mejores tiempos, pero que la equitativa decadencia lo mantiene como el mejor de la ciudad. También es cierto que la guerra de Corea y sus bonanzas para el Uruguay había terminado ya tres años antes. El déficit fiscal uruguayo sólo trepaba, el ministro de Hacienda Ledo Arroyo Torres admitía presiones del FMI, y el ingreso per cápita uruguayo, el más alto de América Latina, era el botín buscado. Desde su inicio en 1959, el gobierno encabezado por el Partido Nacional inicia tratativas con Washington y en 1960 firma la primera carta de intención con el FMI.

Ya con el inicio de esa década de los ’50 hay grandes conflictos sindicales, pero con la agudización de la situación económica y su correlato social, se produce un cambio cualitativo, señala la historiadora Magdalena Broquetas. “El movimiento sindical adquiere una fuerza, un vigor, una capacidad de movilización y una importancia cuantitativa que no tenia en la primera mitad. Eso lleva a que ya en esos años ’50 se hayan adoptado medidas prontas de seguridad más de una vez para contener conflictos gremiales”.
Los cambios sociales se traducen en cambios políticos estructurales, y en 1958 el Partido Colorado, que había ejercido por 93 años seguidos el gobierno , es desplazado a ser la minoría en el colegiado de nueve miembros que conforma el Poder Ejecutivo a partir de la reforma constitucional de 1952. Su carencia de propuestas políticas convincentes le hace pagar ese precio, y asume el Partido Nacional. Con él, el ministro de Hacienda Juan Eduardo Azzini por todo el período de gobierno.
Del portafolio de Azzini sale el texto de una ambiciosa reforma monetaria y cambiaria, de signo que hoy se llamaría neoliberal: cambio único, libre y fluctuante, libertad de importaciones e ingreso de capital extranjero, equilibrio en la balanza de pagos y eliminación del déficit fiscal. El dólar, cuya cotización venía sufriendo embates en la década anterior, en 1960 pasa de 4,11 a 11 pesos por dólar. En 1968, con el rumbo de esas políticas, pasa a ser de 250 pesos.
El acontecer continúa con creciente disminución del ingreso de trabajadores y empleados mediante la inflación y las imposiciones patronales. A partir de junio de 1968, el pachecato –la presidencia de Jorge Pacheco Areco– emprende una serie interminable de medidas prontas de seguridad conformando un régimen de excepcionalidad no contemplado en la Constitución. Sin embargo, el parlamento los avala una y otra vez –muchas veces no rechazadas porque no se lograba el quórum parlamentario– carente tanto de opciones institucionales viables como de capacidad política para estar a la verdadera altura de las circunstancias. Se argumenta que es el inicio del proceso que lleva inevitablemente al golpe de Estado cívico militar; criterio que no contempla la década anterior de decadencia política que aquí se apunta.
El historiador Carlos Demasi da por establecido el hecho de que los partidos políticos son centrales a la hora del golpe de Estado, y también lo son a la hora de salir de la dictadura. Menciona en su respaldo a Juan Lynch, quien fue el tutor de la tesis doctoral de Luis Eduardo González. Queda por estudiar la debilidad partidaria que signó el período al fin del gobierno de Luis Batlle, y en qué medida fue debilidad política la que delineó la estructura de la salida; “el cambio en paz”, que supo definir Julio María Sanguinetti. En todo caso, los partidos Colorado y Nacional entran en la etapa que se abre en el país a mediados de los ’50 con distintas debilidades. El Partido Colorado lo hace con su proyecto neobatllista de sustitución de importaciones ya probadamente sin futuro, y sin atinar a una alternativa a él. Además, desde su propio seno, un pujo neoliberal protagonizado por un hijo de Luis Batlle, Jorge, en una tesitura que mantendrá toda su vida aun a costa de perder, por ejemplo, las elecciones de 1989 por declarar –en una reunión que el autor presenció– su propósito de hacer uso del capital destinado a jubilaciones. En la lectura de su actitud personal, se le atribuye el parricidio del ideario político de su padre, Luis.
El Partido Nacional llega al gobierno sin experiencia de haberlo ejercido, y se adapta fácilmente a planes y criterios políticos que vienen desde Washington y en consecuencia promueve Azzini. La coalición del lema Partido Nacional incluye un sector que provenía de un movimiento gremial rural, la Liga Federal de Acción Ruralista, guiada por Benito Nardone, alias “Chicotazo”, que hace su base en trabajadores rurales y sectores medios del campo, y luego pasa sin ambages a defender intereses empresarios. “Esa alianza entre un sector del Partido Nacional, el Herrerismo y el movimiento ruralista de Chicotazo expresaba cierta insatisfacción, cierto desacomodo más general, que no se veía, pero que estaba en la sociedad y la política”, señala el historiador Rodolfo Porrini. Esa suma es la clara expresión de una derecha conservadora, populista y con claros rasgos fundamentalistas en lo religioso, y el devenir la llevó a cohabitar con la derecha neoliberal. Habría que estudiar si esa suma de derechas no es en verdad el inicio del hiato, la fisura social que hoy se califica sin más de grieta.
Esta alianza, agrega Porrini, “impulsa políticas de desarme del modelo de industria sustitutiva de importaciones, el modelo proteccionista, pero también elimina rasgos que caracterizaron las décadas anteriores, de impulso a la concertación social. Por un lado una atención represiva ante los reclamos populares y por otro lado un acercamiento a las propuestas de las patronales”. El Estado se va transformando en menos inclusivo, menos mediador y menos concertante entre las clases sociales.
Porrini define el fuerte cambio: “Desde 1958 se pusieron en tensión proyectos políticos, afinidades sociales populares y también fuerzas poderosas empresariales, urbanas y rurales, en medio de transformaciones en el terreno de la cultura. Había asimismo cambios generacionales que se daban en el país, pero que también tenían vinculación con eventos que ocurrían en el mundo y en América Latina. En el caso uruguayo se daba una presencia cada vez más fuerte de la crisis económica, de una crisis social que asomaba y que ya, en los años ´60 se iba nutriendo y se iba tensionando hacia una ruptura del régimen político…”
La creciente represión policial y la tortura generalizada sin eficaz injerencia de la justicia es la única respuesta a que atina el régimen ante un malestar social y económico popular que solo crece, Esto se produce en un contexto en el que los partidos políticos tienen problemas con la sustitución de liderazgos, “que viene muy rezagada”, señala Demasi. “Entre 1959-64 desaparecieron todos los dirigentes políticos de primera fila en este país. Luis Alberto de Herera y Quevedo muere el 8 de abril de 1959. En 1964 muere el 25 de marzo Benito Nardone (de quien luego se demostraría que trabajaba para la CIA), y en julio de 1964 mueren Luis Batlle y Daniel Fernandez Crespo. Eso genera un colapso”.
En esas condiciones, el Partido Colorado presenta la candidatura presidencial de un general, característica que el Partido Colorado consideró esencial para la época, y criterio que Jorge Batlle reivindicó siempre como adecuado. El elegido fue Oscar Gestido (1901-67), de brillante carrera militar que incluyó varios puestos ejecutivos en el Estado. En junio de 1951, Gestido fue designado inspector general del Ejército, cargo de mando máximo que entonces agrupaba a las fuerzas de tierra y aire. Fue durante su ejercicio que se produjo la independencia de la aeronáutica militar, al instituirse la Fuerza Aérea en diciembre de 1953. Retirado en 1956, desde la presidencia de la Comisión Nacional Pro Ayuda a los Damnificados supo colaborar con el general Líber Seregni en la emergencia de las inundaciones de 1959. En 1961 ingresa a la política y en 1963 es electo al Consejo Nacional de Gobierno para el período 1963-1967, en representación de su sector, la Unión Colorada y Batllista. Renunció en 1966 para presentarse como candidato a la Presidencia de la República, obteniendo el triunfo para el período 1967-1972. Fue el primer presidente electo tras la nueva constitución de 1967.
Esta destacada figura, que por cierto merece mayor conocimiento y reconocimiento, muere de un infarto al miocardio a los 9 meses de asumido, el 6 de diciembre de 1967. La historiadora Magdalena Broquetas señala que “fueron meses muy particulares, porque si bien Gestido pertenecía a un sector conservador del Partido Colorado, él hacía un esfuerzo por al menos matizar esta impronta tan dura del proyecto liberal que se estaba tratando de imponer a nivel económico por parte de grupos de todos los partidos y de los grupos de presión empresarial, pero no lo logra; no lo logra. Se vuelven a aplicar las medidas prontas de seguridad en octubre del 67, claramente para contener un conflicto sindical, el conflicto de los bancarios”.
Pacheco llevo a cabo una reestructura radical de la política uruguaya, evadiendo la tradición mediadora y centrándose en el fortalecimiento de su autoridad presidencial. Comenzó su gobierno ilegalizando siete sectores políticos de izquierda, entre ellos al Partido Socialista, y clausurando dos publicaciones, el excelente diario Epoca y el histórico semanario socialista El Sol, dada su posible adhesión a las ideas de la vía armada como solución a la crisis. Esta vía se había planteado públicamente en la conferencia de la OLAS en Cuba en agosto de 1967, con la notoria abstención de Rodney Arismendi, secretario general del Partido Comunista uruguayo.
En cuanto a la economía, Pacheco profundizó la perspectiva fondomonetarista y en mayo de 1968 designó en su gabinete ministerial a grandes representantes del sector empresarial en sectores clave de la economía. Esto ya había sido implementado por Gestido que, como éste decía, se trataba de “elegir hombres que habían triunfado en la actividad privada”. Se incorporo por ejemplo a Roberto Frick Davie como ministro de Ganadería, que en aquel momento integraba el directorio del Banco de Crédito y había integrado el directorio de múltiples establecimientos agropecuarios, y a José Serrato como Ministro de Transporte, Comunicaciones y Turismo, el cual era director de la constructora Sampson-Serrato, Ferrosmalt, y de Cristalerías del Uruguay. Y así a otros empresarios, dando lugar a lo que se denominó el ‘gabinete empresarial’”.
La crisis económica se precipita y también se radicaliza la militancia política y social. La crisis social que asomaba y que ya, en los años ´60 se iba nutriendo y se iba tensionando hacia una ruptura del régimen político y el golpe de Estado. La lectura del período toma el golpe de Estado como inevitable, y lo cierto es que el golpe efectivamente ocurrió. Pero lo cierto es que la posibilidad de construir una alternativa política al descalabro institucional se trabajó, con grandes renunciamientos personales de dirigentes políticos y esfuerzos vertebrados por criterios de unidad ante fines superiores, de los que el sindicalismo venía dando ejemplo con la formación de la CNT en 1964. Es decir, también estaba habiendo una recomposición de las fuerzas políticas de la izquierda.
Dentro del Partido Colorado, el sector de la lista 99 liderada por Zelmar Michelini argumenta y presiona por un cambio de rumbo, igual que su compañera en el Senado Alba Roballo, y otros. Sus interpelaciones y denuncias constantes se erigen en la voz de la sensatez republicana en ese creciente descalabro. Alba Roballo lucha denodadamente y recién en diciembre de 1969 logra que se forme una comisión para encarar el tema de la tortura policial como método consuetudinario. Pero terminan yéndose de filas partidarias, hacia la formación del Frente Amplio. Es que dentro del Partido Colorado se impone una tendencia derechizante. También se daba en el Partido Nacional, aunque compensada con el liderazgo de Wilson Ferreira Aldunate y su Por la Patria. Y, cuando éste debe ausentarse del país, por quien encabezaba el Movimiento Nacional de Rocha, Carlos Julio Pereira, lo cual le da otro tono al Partido Nacional.
Trabajadores y empleados sufrían la crisis en carne propia. La desocupación trepó al 12%, en un país en el que era prácticamente inexistente en las dos décadas anteriores; caía una y otra vez el salario real, y la inflación, que había sido del 8,8% en la década de 1940, supera el 120% en 1967 y vuelve a trepar a casi el 100% el año del golpe, 1973: son jirones que l conducción económica le arranca al ingreso de los trabajadores. La emigración se hace caudal, y se estima en 200.000 los idos, en un país con 2,7 o 2,8 millones de habitantes.
Del lado de los beneficiados estaba claramente el campo de los empresarios y las patronales capitalistas, que históricamente estuvieron vinculadas a las derechas de los partidos Colorado y Nacional. Ellas se expresaban como fuerzas sociales poderosas; fuerzas económicas que se construían en corporaciones empresariales. Y eran de muy larga data: Asociación Rural, se formó en 1871; la Cámara de Industrias, en 1914; la Federación Rural, en 1915; la Asociación de Bancos en la década del ´30. La más reciente era la Liga Federal de Acción Ruralista, patrones, del medio rural liderados por Nardone, y que llegó, como movimiento gremial patronal, a aliarse con un sector político en el ´58 y a llegar a las altas esferas del poder ejecutivo colegiado, teniendo tres miembros en nueve, Nardone, Faustino Harrison y Pedro Zabalza Arrospide
Esto no obstó para que la lucha sindical, política y callejera continuara, y para 1968 esa terquedad republicana encuentra nuevas formas. Se da el proceso de conjunción entre la lucha por nuevas leyes laborales y la reforma de una nueva ley orgánica de la Universidad de la República, que llevó a hacer realidad la consigna de “obreros y estudiantes, unidos y adelante”.
También en el sindicalismo va a haber nuevas formas de lucha. Las marchas a pie desde el interior, por ejemplo, que realizaron los obreros frigoríficos desde Fray Bentos hasta la capital. Eran unos 230 trabajadores, mujeres y niños reclamando por trabajo y salario, en el marco de una huelga que se ganó. Y medidas tan fuertes como la interrupción de los servicios que realizó el Sindicato de la UTE en 1959, con una bajada de palanca que generó también la interrupción de los servicios telefónicos. Eran medidas nuevas que estaban gestándose. Se agregó la ocupación de lugares de trabajo, y en particular la ocupación en octubre de 1958 de FUNSA y la puesta en marcha de la fábrica, por sus trabajadores. Era un hecho inédito, que demostraba la capacidad técnica de los trabajadores, y también la cabeza política de poner en funcionamiento la producción. Estas movilizaciones mostraron la importante capacidad de los trabajadores de interrumpir los procesos de trabajo, fundamentalmente en el medio urbano, y demostraron poder social de estos trabajadores frente a sus patrones.
A mediados de la década del ´60 se va logrando armonizar la acción y los intereses de un conjunto amplio de clases sociales y sectores populares; obreros junto a cooperativistas, estudiantes y otros sectores perjudicados por la crisis, que van a llevar a pensar en una propuesta y en una instancia, que va a ser el Congreso del Pueblo. El Congreso del Pueblo va a plantear una serie de reformas de la estructura agraria, industrial, en el comercio, con más libertades y sin la represión estatal que estaban sufriendo.
Ese Congreso del Pueblo en el ´65, también va a estar acompañado de su convocante, la Convención Nacional de Trabajadores que comenzó a formarse en el ´64. En el ´66 concluye el Congreso y este proceso de unificación sindical, en el Congreso de Unificación. Se aprueban la estructura, una declaración de principios y un “Programa de Soluciones a la Crisis” que había estado en ese Congreso del Pueblo.
Claramente, a partir de 1968 el Estado se volvió cada vez más autoritario, abandonando su papel mediador y amortiguador, a través de las medidas prontas de seguridad con las que responde a reclamos sindicales. La asunción de Pacheco define también una espiral de violencia y represión
en la cual son constantes las medidas de seguridad y se registran las primeras muertes de estudiantes. Tres estudiantes en 1968, dos estudiantes en 1971, dos más en el ´72, además de los que los escuadrones de la muerte también cobraron en las vidas de jóvenes estudiantes. Para el fin de la dictadura, serían más de 40, informa el PCU.
Todo eso tenía el apoyo empresario. El gobierno, ante el decreto de Medidas de Seguridad del 13 de junio del ´68, obtuvo el apoyo explícito de las gremiales empresariales, en una visita para transmitirle su adhesión que realizaron al día siguiente de la implantación de las medidas, al presidente Pacheco. Entre ellas, la Cámara de Comercio,la Asociación Rural, la Federación Rural, la Asociación de Bancos y la Bolsa de Valores. Todas ellas y otras más adscribieron al culto del decreto de congelación de precios e ingresos, es decir, de los salarios. Además, emitieron una declaración conjunta de apoyo que explicitaba su relación muy directa con las políticas que aplicaba el gobierno y de la conformación del gabinete ministerial con representantes de sus intereses.
Se fueron dando en esos años conflictos sindicales importantes: en el 69 el de la UTE, los bancarios y frigoríficos, que finalmente fueron derrotados. También experiencias valiosas por su escuela de solidaridad, como en el conflicto en la salud, con la instalación de hospitales populares por la Federación Universitaria de la Salud. Y la intervención en Secundaria y UTU generó la formación de liceos populares, cursos paralelos y alternativos que se dieron en el marco de organizaciones barriales, populares, deportivas, religiosas, brindando sus locales para que pudiera hacerse esa experiencia, que fue muy rica, El Congreso del Pueblo y su programa, la formación de la CNT, son los logros más notables del campo popular. Y allí se perfilan, sobre todo en el Congreso de la CNT en el ´69, los debates, las discusiones, en torno a qué camino es mejor para enfrentar el autoritarismo del gobierno de Pacheco.
En esas condiciones de deterioro social y económico creciente, desde la oposición se da un auténtico salto cualitativo. El 5 de febrero de 1971, en una asamblea en el Salón de los Pasos Perdidos del Legislativo que preside Zelmar Michelini, se funda el Frente Amplio. Hay 12 oradores, que se entiende representaban a sectores políticos que adherían, pero también sindicalistas, estudiantes y mucho público. Al final del acto, el general Liber Seregni, sin filiación partidaria, declaró sobre la perspectiva histórica del recién nacido: “Como simple ciudadano tengo la sensación y la emoción de haber asistido a un acto verdaderamente histórico que concreta en la formación del Frente Amplio el renacer de un pueblo y la estructuración de un movimiento auténticamente popular, por profundamente antiimperialista, de claro sentido de liberación nacional, para alcanzar la verdadera justicia social y una democracia auténtica”.
Luego, su primer acto público tuvo una concurrencia tan numerosa que la derecha temió que ganaran las elecciones de noviembre y se impusiera “el comunismo” en el país. Desde la dictadura brasileña se planificó una invasión con colaboración de las fuerzas armadas uruguayas, y más. Pero cuando el escrutinio electoral mostró que habían sacado 18,3% no es que se hayan disipado todos los temores de la derecha, pero al menos se postergaba el robo de niños para llevarlos a la URSS y otras barbaridades que le endilgaban a la coalición. El alivio que sentían se expresó en la difundida afirmación de que al acto habían ido todos los votantes de la nueva fuerza.
La sustitución de liderazgos políticos planteada como necesidad vital de la política uruguaya desde mediada la década de los ’50 “y que viene muy rezagada”, supo señalar Demasi, manifiesta recién en las elecciones de 1971 lo que hoy puede verse como el inicio de cambios políticos de fondo. En general, se produce un giro de los discursos y de las perspectivas políticas.
En el Partido Nacional, la figura de Wilson Ferreira encabezando a los blancos independientes resulta ser mayoritaria, con gran distancia del Herrerismo. Éste postuló al coronel Mario Aguerrondo, quien fue jefe de Policía 1959-63, se proclamaba anticomunista y fue fundador de la logia Tenientes de Artigas. Su hijo Mario llegó a general y a comandar el Batallón 13 y el centro de torturas 300 Carlos. Se señala el contraste como muestra de la enorme disparidad ideológica y política que coexistía en el mismo partido por la Ley de Lemas.
El Frente Amplio no gana las elecciones, pero obtiene el 18,3% logrado muestra la consolidación de una fuerza política en base al instrumento de la unidad por encima de lógicas diferencias. Se votó con el lema del Partido Demócrata Cristiano, pues hacía falta un lema permanente, y bajo él votaron tanto los dueños de casa como los comunistas, además de la variedad de posturas ideológicas y políticas de la que es capaz la atomización de la izquierda en todo el mundo.
En el Partido Colorado, afectado por la migración de importantes figuras hacia el Frente Amplio, Amílcar Vasconcellos hace una muy mala elección en nombre del batllismo, y Jorge Pacheco Areco no logra ser reelegido; asume su candidato sombra, Juan María Bordaberry. Peor la enmienda que el soneto, sin duda. A favor de Pacheco puede decirse que gobernó en el marco constitucional, algo que no contuvo a Bordaberry.
A 1972, el militante socialista y periodista Guillermo Chifflet lo calificó con acierto como “el año de la furia”. Se declara en estado de guerra interno, se aprueba la ley de seguridad del Estado, y es el año de la lucha contra la sedición. Las FFAA actúan sin control efectivo, y el tema no parece importale a Bordaberry. Cuando le plantean el tema de las torturas, Bordaberry le dice a líderes partidarios y también al arzobispo de Montevideo, Antonio María Barbieri, que le hace el mismo planteo, que “contra la sedición, objetivo primordial, todo medio puede utilizarse”.
“Se empieza a configurar una creciente invasión de las FFAA al espacio de los partidos políticos. Y los partidos políticos se resienten en cierto grado, y lo empiezan a manifestar. A fines de 1972 es claro que el MLN ya no está en condiciones operativas, y surge el qué va a seguir ahora”, señala Demasi. “Para los militares, lo que seguía era lo mismo que ya había. En el marco de la doctrina de la seguridad nacional, lo permanente es la subversión, que siempre actúa. El comunismo internacional, las fuerzas disolventes, antinacionales, trabajan para desarticular lo que son las bases de nuestra convivencia y tradicional estilo de vida. La guerrilla sólo era una manifestación particular de la subversión, la sedición.”
En ese razonamiento se apoyan voces que desde Cabildo Abierto y adyacencias hoy afirman (en voz baja, es cierto) que estamos en guerra. Y porque hoy se nombra a la guerra, debe recordarse que la embajada estadounidense, sigue teniendo en su sede montevideana una placa en homenaje del agente del FBI Dan Mitrione, muerto en agosto de 1970 por la guerrilla, tras fracasar su canje por tupamaros presos, y que –según sus secuestradores–. vino al país con la misión de enseñar a torturar a la represión uruguaya. Ese homenaje vigente y cotidiano tiene un contenido y un contexto de permanencia de tesituras que esperemos que no se concreten y lleven a la guerra.
Para las FFAA, lo que seguía no era solo “lo mismo”; también estaba el intervenir directamente en la política del Estado. La oportunidad se las da Bordaberry el 8 de febrero de 1973, al nombrar al militar colorado Antonio Francese como ministro de Defensa. Lo había sido por tres años desde el inicio del gobierno de Gestido y continuó hasta abril 1970 con Pacheco, cuando éste lo pone a cargo del Ministerio del Interior hasta enero 1971. Las FFAA no aceptan el nombramiento y debe renunciar al día siguiente. Dice la historia que Francese se presentó ante Bordaberry y le dijo: “Señor Presidente, usted tiene el apoyo de su esposa y de sus ocho hijos. Yo sólo tengo este librito –mostrando la Constitución de la República. Después, no tengo nada…”
El que no renuncia es Bordaberry, que debería haberlo hecho si el marco constitucional le hubiese importado. Cede poder con tal de quedarse. El 11 de febrero de 1973 se crea el Cosena, Consejo de Seguridad Nacional, en el llamado Pacto de Boiso Lanza, por la base aérea donde se reunieron. Por él, se integraba a los mandos militares como consejo asesor del presidente de la República. Se da así por legitimada la intervención directa de los militares en la política del Estado.
“El golpe es multicausal, señala Demasi. La acumulación de hechos coagula en forma de golpe de Estado, pero para entenderlo hay que entender la acumulación de hechos previos. Hoy se ve sólo la concatenación de hechos como la única lógica, pero ante el brutal desacato militar de febrero, los partidos tradicionales no dicen ni mu, y la diversidad de la izquierda confunde prioridades.” Tal vez, sólo tal vez, la política y su ejercicio lúcido podrían haber desmalezado a esa altura una alternativa. El 1.º de febrero de 1973 el senador Amílcar Vasconcellos denuncia un plan para desplazar los partidos elegidos democráticamente, por un régimen militar. El senador Wilson Ferreira Aldunate y el Frente Amplio eran partidarios de ir a nuevas elecciones, en tanto que ante la no renuncia de Bordaberry, deja de haber soluciones en el marco constitucional. En marzo, Vasconcellos termina de escribir Febrero Amargo, sobre la tensa situación político militar, y presagiando el golpe de Estado.
Poco después, la justicia militar pide al parlamento el desafuero del recién electo senador por el FA Enrique Erro para enjuiciarlo por contactos con el MLN Tupamaros. Tres veces es sometido a votación: dos veces se empata 49 a 49 y en la tercera votación hay una ausencia de sala, con lo que el Legislativo rechaza el pedido. “Ahí, el golpe ya estaba en el aire. Bordaberry dijo que desafuero o no desafuero, él lo metía preso igual al senador”, apunta Demasi. La votación es el 22 de junio, y la consumación del golpe con la captura militar del Legislativo se da cinco días despúes. Bordaberry argumenta que el golpe fue motivado por el rechazo al pedido de desafuero de la justicia militar, que en rigor no tenía competencia en la materia.
Demasi cita al periodista Alfonso Lessa con otra explicación del golpe, con Bordaberry insistiendo en atribuírse la responsabilidad. “Nadie sabía qué hacer, y yo veía que eso así no podía seguir. Así que nos juntamos con (Alvaro) Pacheco Seré y redactamos el decreto. Se lo pusimos adelante a los ministros y nadie lo quería firmar. Al final lo convencí y los traje a los ministros del Interior y de Defensa Nacional, y firmaron”. El decreto tiene tres firmas, y de wikipedia se puede extraer una frase maravillosa de su texto, que no requiere comentarios: “la realidad político-institucional del país demuestra un paulatino, aunque cierto y grave, desconocimiento de las normas constitucionales…”
Inmediatamente sucede lo más importante, lo que distingue este golpe de Estado de todos los otros; además, en una región que sobrevivía en esos años de plomo: el estallido de la huelga general. El dirigente sindical y militante comunista Wladimir Turiansky estaba hace una década honrando la memoria de esa lucha, sobrepasadas sus palabras por la dimensión del hecho: “Honestamente, yo creo que nunca será suficiente. Es que la inmediatez de la respuesta a la convocatoria de la CNT, casi simultánea a la lectura del decreto con la disolución de las Cámaras, el contenido de la proclama, la firmeza de las ocupaciones frente a la presencia amenazante de las fuerzas conjuntas, las reocupaciones cada vez que, vía militar, los trabajadores eran desalojados y conminados a reintegrarse al trabajo, su persistencia a lo largo de 15 días, inscriben esas jornadas en lo mejor de la historia de nuestro pueblo. Fue el inicio de la resistencia, a veces visible, otras invisible, pero siempre presente, en el volante, en la pintada, en el mitin relámpago, verdadero puente hacia la eclosión popular de los 80’ con la siguiente demostración masiva, otra vez a cargo de los trabajadores, el 1º de Mayo de 1983”.
Era la fuerza acumulada en la lucha de décadas, y es de destacar que en el campo del movimiento social se habían logrado fuertes avances antes que en el campo político. La experiencia de toda esa lucha, la voluntad colectiva de defender la razón y lo justo, y la disciplina acumulada explican tanto la inmediata respuesta al golpe de Estado que fue la huelga general, como la sabiduría de levantarla en su día 15, para evitar el desgaste. “Fue el inicio de la resistencia, a veces visible, otras invisible, pero siempre presente, en el volante, en la pintada, en el mitin relámpago, verdadero puente hacia la eclosión popular de los 80’ con la primera demostración masiva, otra vez a cargo de los trabajadores, el 1º de Mayo de 1983”, supo definir Turiansky.
La firmeza de los participantes de la huelga induce a creer que tenían muy claro el terrorismo de Estado impuesto por el régimen dictatorial. Esto, no sólo desde el ángulo de los valores morales puestos en cuestión, sino desde el afán descarnado de los sectores económicamente dominantes por aumentar su porción de la torta en una economía estancada y en retroceso, por el único camino posible, la expoliación de los trabajadores, y de la única manera posible dada la organización y la capacidad de lucha de éstos, con la supresión de todo atisbo de libertad.
“Podemos decir con orgullo que hicimos historia. Y no sólo en la cuestión de la unidad. También porque fuimos capaces, a partir de la variedad de enfoques que cada vertiente expresaba, de elaborar un programa común, que trascendió el ámbito de la clase trabajadora para incluir en él al pueblo en su conjunto. Esta obra nos hizo, en las diferencias, integrantes de algo común, lo que explica que, en medio de tantas polémicas de aquellos tiempos, la unidad fuera, en último término, la cuestión fundamental. Como bien lo señalaba Pepe D’Elía, figura señera en la construcción de la unidad, ésta, la unidad, debía y debe cuidarse permanentemente, “como una planta que se riega cada día”.
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