La duda que surge de las urnas argentinas y su expresión el domingo es si expresó la urna fúnebre del peronismo y un salto de la sociedad al vacío político que en definitiva representa Milei, o si se llegará a conmover el nervio oculto de la sociedad argentina que en algún momento tal vez próximo rechace, ante el empeoramiento notorio de las condiciones de vida del pueblo, este nuevo orden que parece estar estableciéndose.
Copilot interpreta las recientes elecciones argentinas como el momento que define el fin del peronismo como fuerza hegemónica nacional, tras 80 años de protagonismo desde el 17 de octubre de 1945. Afirma la inteligencia artificial que es necesario, al efecto, exponer la evidencia electoral clave, los mecanismos por los cuales ese resultado erosiona la capacidad de reproducción política del peronismo, los factores que podrían matizar o contradecir esa interpretación y las consecuencias políticas inmediatas y de mediano plazo.
Evidencia empírica señala que el partido del presidente obtuvo una victoria legislativa amplia con
cerca del 39% de los votos frente a la coalición peronista que quedó en torno al 29,4% según datos del escrutinio oficial; la victoria se registró tanto en distritos urbanos como en provincias clave donde el peronismo históricamente era competitivo.
Los mecanismos que conectan el resultado con el fin del peronismo son al menos cuatro:
– Crisis de legitimidad competitiva: la pérdida sostenida de votos en distritos centrales desarticula la narrativa del peronismo como representación mayoritaria de la clase trabajadora y del voto popular.
– Desagregación de la coalición: la derrota electoral muestra fisuras internas entre facciones tradicionales y nuevos liderazgos que impiden una recomposición rápida y creíble.
– Pérdida de estructuras territoriales útiles: cuando el peronismo pierde provincias y municipios nodales se debilita su capacidad organizativa, de clientelización y de movilización interelecciones.
– Barrido generacional y cultural: el triunfo de un movimiento anti-establishment indica un desplazamiento cultural del electorado que ya no prioriza las ofertas identitarias clásicas del peronismo.
Los límites y contraargumentos posibles pasan por la resiliencia histórica: el peronismo ha sobrevivido derrotas graves y retornado por vía de recomposición interna o alianzas estratégicas.
También es de notar que el contexto coyuntural, con crisis económicas o factores de corto plazo pueden explicar la derrota sin que signifiquen extinción normativa o ideológica. En ese contexto, queda planteada la posibilidad de reinvención: el peronismo dispone de marcos simbólicos y redes clientelares que podrían articular una oferta política transformada y recuperar competitividad.
Las consecuencias probables estimables al día de hoy –el día siguiente, dijera Seregni– son tres:
– El reordenamiento del sistema de partidos con aumento de polarización entre nuevo radicalismo liberal-populista y fragmentos peronistas dispersos.
– Presiones institucionales y legislativas para implementar cambios económicos y de regulación que alteren el mapa de intereses tradicionales.
– Mayor volatilidad electoral a mediano plazo hasta que emerja una nueva hegemonía o una versión reconstituida del peronismo.
La conclusión que saca este análisis es que los resultados electorales configuran un quiebre crítico que puede ser interpretado razonablemente como el inicio del fin del peronismo hegemónico en su forma clásica, aun cuando no constituyen una sentencia irreversible. La conclusión exige seguimiento sobre la capacidad del peronismo para recomponer coaliciones, la evolución del contexto económico y las respuestas institucionales del nuevo eje político.
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