Hoy solo pedí conocer el paradero de la maestra Elena Quinteros.
Pero en ella están todas mis maestras y maestros.
Los que me soportaron y contuvieron ahí parados, tiza en mano, y los luchadores de mi pueblo como Sitilca o Violeta. O Toledo.
Y en Elena está Pedro Martínez Matonte, maestro de porte quijotesca, que me contaba cosas de yuyos y magisterios utópicos mientras trataba de taparse el frío, a mi lado, en uno de los vestuarios celda del campo de concentración Cilindro.
Y Didaskó Perez trillando el pequeño patio en L del Penal de Punta Carretas. Y en el mismo «patio 23» donde con el flaco Sosita y Víctor Hugo César reeditamos las pantomimas aprendidas en Magisterio
Y aquel que nunca recordé y que me enseñó «Milonga triste» y que me dijo «cuando la cantes la cantarás por Nibia Sabalzagaray». Y que hasta el día de hoy se me cruza con la muerte de la gemela Anabela cuando se fue con Zitarroza y no logro llegar al final, no logro llegar al final.
Y en Elena va, claro, aquel Julio Castro, que horas antes de desaparecer, estuvo sentado en el sofá de mi casa preguntándole a mi madre por la suerte de mi viejo preso y por la mía misma.
Y «Policho» Sosa y Marta, con quienes anduvimos en barcos comunes y visitas semanales. Y el padre de Policho, el genial Jesualdo, apenas bichungueado en una semiabierta puerta de precaución para entregarle un paquete de su hijo que mandaban del cuartel.
Y tantos y tantos.
Todos en la imagen
tironeada
arrebatada.
Todos y todas en el desgarro.
Donde están todos?
Donde están todas?
Donde está Elena Quinteros?
Escritor
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