Mujeres al borde del poder

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En su sección Placeres (faltaba más), El País español informa que el auge de la extrema derecha y el resurgir de las ‘tradwives’ ha contribuido a una tendencia en redes en la que mujeres aconsejan a otras mujeres a encontrar hombres proveedores a los que servir. Ellas son consideradas «inversiones y amas de casa con el único objetivo de cuidar a sus parejas». Es, ni más ni menos, una cosificación de la mujer.

El negocio está montado, y hasta tiene principios: «Soy un(a) coach de relaciones de 23 años: las mujeres son inversiones valiosas, los hombres que no pueden pagar no deberían salir con ellas».

Su nombre es Karla Elía, y además de su propia web, El País la muestra rubia, con un quimono que sugiere sexo y una sonrisa que asoma. «Soy una experta en relaciones dedicada a empoderar a las mujeres para que se conecten con su propósito de atraer parejas pudientes.» Se propone inspirar confianza: «Toda mujer tiene el potencial de tener una familia nuclear unida y un matrimonio en el que el dinero no sea un problema”.

Ella es una tradwife, que Google traduce como esposas travestis. «El hombre adecuado –dice Karla Elía– ha de tener mentalidad de proveedor. Un hombre necesita entender que tiene que estar en una situación financiera óptima para invertir en una mujer. Somos inversiones”. Y el inversor no dejará que maltraten a su inversión.

Su web incluye un video, de una mujer mexicana que es concubina de un hombre estadounidense. Ante su regreso a EEUU, él le pregunta si quiere quedarse y ganar un sueldo mínimo, o irse con él para atenderlo. Opta por lo segundo, y se la muestra en una casa muy bien puesta, echando a andar el lavaplatos y haciendo gimnasia para reducir su pancita. Eso motivó la pregunta de una mujer lectora, que la página consignaY si te deja por otra, que harás ?

La libertad es libre. Son sólo mujeres que eligen la sumisión. Han decidido dejar sus empleos para dedicarse de pleno al trabajo doméstico y defienden que su felicidad pase por el servilismo a sus maridos e hijos. En algunos casos, relacionan sus discursos con el supremacismo blanco y masculino de la extrema derecha. Ese supremacismo, como claramente el de Vox en España y el de Milei en Argentina, levanta al antifeminismo como bandera, y favorece –a través de normas cuando logra tal poder– que el acoso, los golpes y el femicidio contribuyan al sometimiento.

En el parlamento español, la diputada por Vox Carla Toscano se dirige a Irene Montero, la ministra de Igualdad. En esencia, rechaza «la ideología de género» que, amén del vituperio que le dirige, afirma que su feminismo es desquiciado y acomplejado, y tiene el fin de destruir la naturaleza humana bajo las banderas de la igualdad y la libertad.

Este ataque frontal, como otros muchos que se suceden según la prensa, y muchos más de los que no hay noticia, pero mucho indica que es así, se apoyan en la sólida base del patriarcado de este mundo. Como bien señala un artículo de Linda Robinson en Foreign Affairs, «más del 70 por ciento de la población mundial vive bajo un régimen autocrático, y la minoría restante son democráticos. Lo que el informe (de V-Dem) no revela es que un componente central de este ataque a la democracia es el ataque a las mujeres líderes políticas y a los derechos de las mujeres por parte de extremistas de extrema derecha y populistas autocráticos electos que representan la vanguardia del declive de la democracia. Durante tres décadas, la proporción de mujeres legisladoras en todo el mundo creció gracias a las cuotas obligatorias en muchos países, pero la tasa de aumento se ha estancado en los últimos dos años. Esta es una señal que la embajadora de Estados Unidos en misión especial para Asuntos Globales de la Mujer, Geeta Rao Gupta, califica de «aterradora».

Casi la mitad de las legisladoras han recibido amenazas violentas y tienen muchas más probabilidades de ser atacadas por su género que los hombres, según la Unión Interparlamentaria. Y hay un sostenido aumento global de la agresión.

Después de décadas de progreso gradual, el número de mujeres que se desempeñan como jefas de Estado o de gobierno en 195 países ha disminuido de un máximo de 38 en 2023 a 27 en la actualidad. Las mujeres líderes en Finlandia, Alemania, Países Bajos, Nueva Zelanda, Eslovaquia y Escocia han renunciado o han optado por no presentarse a la reelección. Una de cada seis mujeres parlamentarias en todo el mundo deja su cargo antes de que termine su mandato, según la Unión Interparlamentaria.

Los estudios muestran que las mujeres que ocupan cargos estatales y locales tienen entre tres y cuatro veces más probabilidades que los hombres de sufrir abusos de género y, a nivel nacional, los abusos y amenazas desproporcionados contra las mujeres aumentan cuanto más alto es el cargo, informa ONU.

El caso de la ex primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, es paradigmático. Las amenazas violentas contra Ardern se multiplicaron rápidamente durante su mandato. Los manifestantes la persiguieron. La amenazaron de asesinato y violación, y su familia también fue amenazada. Durante ese tiempo, la Universidad de Auckland registró un aumento en el abuso y las amenazas en línea contra los miembros del Parlamento, pero Ardern sufrió un volumen de 50 a 90 veces mayor que otras figuras prominentes. No es de extrañar que haya renunciado, a pesar de su amplia popularidad.

La viceprimera ministra holandesa Sigrid Kaag, bajo fuerte protección policial debido a amenazas de muerte, renunció después de que sus hijas le rogaron públicamente que lo hiciera por temor a que la mataran. Y Sanna Marin, la primera ministra más joven de Finlandia y la tercera mujer en ejercer ese cargo, renunció después de ganar la reelección, perseguida por un video viral de ella bailando en una fiesta privada. Un estudio de la OTAN sobre su gabinete encontró que la mayoría de las ministras recibieron diez veces más ataques en línea que los miembros masculinos. La presidenta anticorrupción de Eslovaquia, Zuzana Caputova, se negó a presentarse a la reelección a pesar de su gran popularidad. Incluso en los países progresistas de Europa, se está produciendo una reacción contra las mujeres. El avance de la ultraderecha en Europa es necesario verlo en este contexto.

Al parecer, ser de derecha o ultraderecha es un buen salvoconducto. No son atacadas, que se sepa, ni Giorgia Meloni (Italia) ni Marine Le Pen (Francia), por ejemplo. Es que algunas mujeres no sólo se oponen al feminismo, sino que tienen tantos prejuicios contra los derechos de la mujer como lo pueden tener los hombres.

Los políticos populistas atacan explícitamente el feminismo y la igualdad de género o disimulan sus posturas regresivas tras la retórica de restaurar los “valores familiares tradicionales”. Una vez en el poder, estos líderes han reducido la financiación y los recursos gubernamentales que apoyan la igualdad de género y la igualdad de derechos, incluido el acceso al aborto.

El ya citado artículo de Linda Robinson afirma que la situación tiende a empeorar. Argumenta que las mujeres son las destinatarias de la mayoría de los ataques basados en el género a través de una arquitectura de Internet esencialmente no regulada que propaga y amplifica el contenido de odio mediante algoritmos diseñados para maximizar los clics y retener la atención de la gente. Robinson cita encuestas sucesivas de 2016 que muestran que alrededor del 80 por ciento de las parlamentarias reciben ataques basados en el género, más del 40 por ciento reciben amenazas de violación, muerte o ataques violentos, y el 25 por ciento han sido atacadas físicamente.

En una reunión reciente en los márgenes de la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de las Naciones Unidas, señala Robinson, los ejecutivos de Microsoft permanecieron atónitos mientras parlamentarias de África, Europa y América Latina describían las feroces amenazas que llegan a sus buzones de correo varias veces por hora. Lucia Nicholsonova, ex vicepresidenta del Parlamento de Eslovaquia y actual miembro del Parlamento Europeo, leyó un tuit extenso y gráfico de alguien que prometió silenciarla amenazándola con violarla, sodomizarla, mutilarla y asesinarla. Silvana Koch-Mehrin, fundadora de Women Political Leaders, el grupo que convocó el evento, citó un estudio que concluyó que la tasa de tuits de odio puede llegar a una media de 2.000 por hora.

Es inevitable, al considerar esta extendida virulencia, que no solo es reaccionaria, sino que es en verdad una reacción a los avances logrados por la mujer principalmente a partir del fin de la II Guerra Mundial, con el paradigma del libro El segundo sexo de Simone de Beauvoir y la firma del manifiesto de 343 mujeres afirmando que se habían practicado aborto.

Cómo estamos en Uruguay

El poder, lo demás es ilusión. El acceso de la mujer uruguaya a puestos de poder viene avanzando de manera despareja, según el sector político que lo albergue, promueva o lo ejecute en nombre del deber ser, y de la sociedad civil, en dependencia de su número, la forma fundamentalmente no violenta en que se exprese, su influencia por acciones directas en problemas de la sociedad que el Estado debiera atender, y su cabildeo. La importancia de que la mujer alcance el mismo poder en la sociedad que el hombre viene haciendo su mejor intento para imponerse en buena parte del mundo y también en el Uruguay. Y queda claro que, desde el feminismo o desde fuera de él, la transformación de la relación de fuerzas es en última instancia política.

Los hechos muestran que la ultraderecha está haciendo un ataque frontal a esos avances, y proporciona explícitamente una justificación, recusándolos en nombre de una supuesta «ideología de género». Se rehúsa a aceptar que se trata en definitiva de profundizar la democracia, avanzando simplemente hacia la igualdad de derechos efectivizados en la práctica. En esa justificación encuentra en definitiva amparo la violencia contra la mujer, y también contra los niños. En la violencia en sí y luego en la forma en que el aparato del Estado atiende esas situaciones, y también en la forma en que actúa la sociedad ante ellas.

En el Uruguay, el grado de participación de la mujer en cargos de conducción puede dar la pauta de hasta dónde se avanzó y en qué estamentos hay resistencia. Esta se da, al menos por ahora, por preeminencia de la vieja ideología patriarcal expresada en conservadurismo mucho más que por presencia ideológica de la ultraderecha.

Hoy, las mujeres ocupan sólo el 27 por ciento de los escaños legislativos del mundo, y Uruguay no escapa a ese tope. La participación de las mujeres en las distintas bancadas parlamentarias uruguayas son 32,7% la del Frente Amplio y 28,6% la de Cabildo Abierto, ambos sobre el promedio; en el Partido Colorado cae al 11,8% y en el Partido Nacional, a 7,5%. Lo justo sería el 50%, en un país en el que el 52% de la población es femenina.

La anterior y las siguientes informaciones se extraen de «El lugar de las mujeres en los cargos de decisión», un trabajo de 2019 de ONU Mujeres, MIDES y el Instituto Nacional de las mujeres.

En cargos jerárquicos del Estado sólo son mayoría a fuerza de mejor educación en los dos estamentos superiores. Con educación universitaria, aún incompleta, son el 55,3% y los hombres el 36,6%. Con postgrado, las mujeres son el 7,19% y los hombres 5,4%. Hacia abajo en la jerarquía, son mayoría los hombres con educación terciaria no universitaria.

En los cargos de conducción en los ministerios, las mujeres son titulares en dos de los catorce, y mayoría en siete; MEC, 184 y 121, MEF 310 y 234, MIDES 83 y 49, MSP 46 y 40, Turismo 19 y14, Trabajo 63 y 47, y en Vivienda 58 y 40.

En la Suprema Corte de Justicia nunca fueron mayoría las jueces: 1 y 4 hombres, y 2 y 3 en el último período considerado. Pero sí en los restantes escalafones, a partir del Tribunal de Apelaciones, jueces y juezas, profesionales no jueces ni juezas y administrativos, etc. Sí son mayoría en la totalidad del personal del Poder Judicial: en el período iniciado en 2015 fueron 3.518 y 1.488 hombres; y en el de 2019, 3.540 y 1.325 hombres.

De esto surge que la mujer llega al borde de la cima del poder en el Estado, pero no a él, en los tres poderes del Estado. Cuando era precandidata. Carolina Cosse preguntaba en público si este país está preparado para tener una presidenta. Amén de la contingencia política, el hecho es que el voto ciudadano decidió que no la tendrá tampoco en las próximas elecciones.

 

 

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