/ De entrada, tanto gobierno como oposición entendieron mal los primeros resultados electorales conocidos del domingo 29, lo cual es una realidad interesante por sí misma. Votantes del Frente Amplio entendieron mal, porque creyeron posible tomar el cielo por asalto y obtener mayoría propia y en ambas cámaras; no se sabe bien con qué fundamento y con qué utilidad palpable, y por cuyas razones habrá que bucear en la sociología .
Por su parte, los que insisten en llamarse Coalición estaban (y siguen) eufóricos, porque la votación del Partido Nacional no fue el desastre que esperaban del 24%, y, cruz diablo, no el 23%, sino 26,7%, pese a los sucesivos retrocesos discursivos del candidato Álvaro Delgado, reconociendo que no se sentía con la fuerza de su lado: «no líder, sí presidente», etc. Y la suma de peras y naranjas de las distintas fuerzas políticas que compone el agrupamiento, y que no son un conjunto según enseñan en cualquier escuela elemental, totaliza algo más, 46,96% (y otro 0,6% sumándole a Lust) que la propia del FA de 43,94%, que sí se traduce en bancas parlamentarias.
Hasta hoy no hay explicación plausible de por qué el Partido Nacional votó más de lo esperado por sus fieles. En todo caso, es obvio que ni la suya ni la del FA alcanza la mitad de los votos. Y en algún punto de ese mar de números flota el 2,69% de Identidad Soberana, cuyo compromiso de no hacer nepotismo se refleja en que su segunda banca es para la hija de Gustavo Salle, y que no queda claro como hará para votar en contra en cada instancia para cumplir su mandato autoimpuesto de solo molestar. A su posición se la califica de rojipardos, pudo uno enterarse: valores de derecha, ideas de izquierda.
Tal vez la ausencia de un liderazgo experimentado haya llevado la noche hacia el lunes para que el FA entendiera que ese 44% es lo que le auguraban insistentemente las encuestas, al que el voluntarismo sumó, a través de X, un supuesto promedio del voto indeciso y así se llegaba a un 47,5%. Los hechos fueron los augurados por las encuestas. Pero además, la votación le dio un formidable dominio territorial, con un diputado por cada uno de los 12 departamentos en los que obtuvo mayoría. Esto incluyó, por primera vez, el triunfo en el corazón ganadero del país. Se sabe que en Durazno el Partido Nacional fue debilitado por el fuego amigo de Andrés Ojeda, que usó esa pecera para su ególatra propósito de mejorar la votación del Partido Colorado. No está definido qué pasó en Tacuarembó y menos si lo sucedido tiene otras implicancias.
A esto, el FA agregó la suerte de que sólo tres partidos se disputaran el Senado, con lo que el coeficiente necesario por banca le dio 16 senadores y con ello no sé si las llaves del reino de la relación con el Poder Ejecutivo, pero al menos algo parecido. Un detalle de esto, en https://www.laondadigital.com.uy/archivos/81246. Hoy, el FA está «mejor posicionado» para ganar el 24 de noviembre, según coinciden los politólogos, sin pareceres en contrario. Son complicadas las explicaciones de cómo harán para sumar los 40.000 votos necesarios, pero en resumidas cuentas, es de a puchitos de aquí y de allá, con información recorrida en tanto trajinar el territorio, hablar con la gente y reflexionar.
Es otra la realidad de las fuerzas hoy oficialistas que Delgado proclama ya como Coalición. De allí surgen voces (como la de Javier García) que niegan que el FA tenga mayoría propia en Senado pese a la sacrosanta autoridad electoral, tautologías flagrantes como afirmar, como lo hizo Delgado, que la razón de ser que tienen no es sólo ganarle al FA sino también «cambiar la realidad y transformar el país»: cómo podrían hacer una cosa sin la otra, no se explica.
Al día siguiente, anunció Delgado, se reunirán para planificar la campaña y hacer un programa del tipo «compromiso con usted» segunda versión «para que todos entiendan». No tienen programa, no tienen un documento que los una con el propósito que definan, no es seguro que todos los que allí estaban vuelvan a ser aliados, y ya hay voces que cuestionan la viabilidad de la alianza si la fórmula pierde el 24 de noviembre, y es razonable que lo hagan.
La candidata a vice no logró ser electa diputada, así que si llega a presidir la Asamblea General será porque un grupo muy importante de gente la ve como alguien en condiciones de hacerlo y ser segunda en la sucesión presidencial. El tema encierra un problema de rechazo de sectores sociales del que el Partido Nacional no logra hacerse ajeno. Puede especularse que el Partido Nacional, dominado por el Herrerismo y lo que Gerardo Caetano llama hoy «el neo herrerismo» de Lacalle Pou, marca así tener menos puentes con la sociedad en su conjunto.
El factor Ripoll, por más tratamiento que le hayan hecho a su figura, sigue siendo un problema en el Partido Nacional. Y a mediano plazo, se plantea que el Partido Nacional no tiene una segunda ala porque dejó morir a Jorge Gandini. A la consigna de Jorge Larrañaga de «hay orden de no aflojar» se la apropió con insistencia Delgado, le puso la bandera nacional, y Gandini ni siquiera fue invitado al estrado.
El gran propósito del acto en Plaza Varela fue que se sacara la foto de quienes podrían conformar la coalición; esas 11 personas: «Esta es la foto del futuro. Miren qué linda foto, la del futuro, la de la esperanza, de la Coalición; la del gobierno que se viene. Ésta es la foto de la esperanza nacional. Cada uno con su perfil, en su carril, contribuyó a que esta foto sea la de la mayoría nacional. Con esta foto, van a dormir tranquilos, porque el Uruguay está en buenas manos», dijo Delgado.
La campaña proselitista demandará a la Coalición la defensa de la gestión de gobierno, incluyendo todas las objeciones que el FA dejó de hacer a fondo por razones de estrategia electoral. Por su parte, el oficialismo viene de una campaña en la que dijo estar defendiendo la gestión de gobierno, pero con declaraciones más que con argumentos sin carnadura. Ahora, la gestión de gobierno de Lacalle Pou (y no necesariamente de los socios que la avalaron desde la orilla de la toma de decisiones) es el centro del tema, y Lacalle Pou va a estar sin duda presente en la campaña, reparo constitucional o no. Lo que tiene para decidir el hoy oficialismo en este país partido es si quemará la pradera o irá hacia un acuerdo en la media docena de temas tan postergados.
Es razonable considerar el costo político para el hoy presidente de acordar tras más del tiempo de una gestión confrontando con el FA, y además sus obvios planes en el mismo sentido para el período en el llano, que atravesará con fueros parlamentarios. No puede escapársele a Lacalle Pou que las campañas cortas, como ésta, son aptas para operaciones de efectos negativos de breve efecto. Por otro lado, las fuerzas parlamentarias del hoy oficialismo pueden dificultar pero no inmovilizar al gobierno que asuma, si es del FA.
De las palabras de Delgado en «nuestra plaza» no surgen intenciones reales de consenso. El tiempo futuro le es de gran ayuda: «Hicimos lo que prometimos y está en el programa de gobierno. Serán las políticas sociales más importantes en 20 años», período que, claro, abarca los 15 del FA. La forma en que Delgado se define como «no excluyente», es siéndolo: «No somos una fuerza excluyente en tanto se le pide a las formaciones políticas que integran la Coalición que renueven la confianza. Y a gente que no nos votó hoy que nos dé la oportunidad. Somos los únicos que pueden darle gobernabilidad al Uruguay. Y queremos ser un proyecto que une y no el que los sigue dividiendo. Representar incluso a gente que hoy votó al FA pero que hoy está ante una elección binaria. La gente va a mirar a los ojos y comparar quién tiene credibilidad para gobernar. Yo me siento pronto para hacerlo».
Tan pronto se siente que proclama su renuncia al Partido Nacional para ser de la Coalición: «Hoy me despojo de mi partido. Hoy me despojo de lo que fui y de lo que soy para subir un escalón. Paso de representar a un partido a representar un proyecto político mayoritario en el país que le va a tocar gobernar».
Más que eso. «Quiero ser un presidente que represente más que la Coalición de gobierno; que pueda llegar a los encuentros, a los acuerdos. Un presidente de diálogo, de cercanía, pues la Coalición es esencialmente un proyecto nacional, uruguayo, de futuro, de estabilidad, de certezas. Ésta es una coalición que no va a permitir que nos arrebaten el futuro; no lo vamos a permitir. Hay futuro, y lo construimos entre todos. La nueva bandera es la uruguaya.» Y si es así, no hay lugar para otra bandera.
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