Políticos de EEUU que se identifican con «la izquierda», están en campaña desde marzo para construír para 2028 (las próximas elecciones) «nuestra última y mejor esperanza para impulsar a un izquierdista real a la cima de la candidatura. A medida que los demócratas tradicionales pierden popularidad y sus demandas de base cambian, es fundamental que la izquierda se una, mucho antes de lo previsto, detrás de un único candidato».
Su caracterización de la situación es que «desde el resurgimiento de la Nueva Nueva Izquierda en la última década, nunca ha habido una brecha tan grande entre el atractivo de los políticos de izquierda y el desagrado por el establishment del Partido Demócrata».
Ese establishment fue el que perdió tras la candidatura de Hillary Clinton, y habilitó a Donald Trump. La izquierda –dicen al respecto– sirve mejor a los demócratas corporativistas cuando caemos en disputas intestinas y dejamos la puerta abierta para que múltiples participantes reclamen el manto de “progresista”. Teniendo en cuenta esto, ellos sitúan la necesidad de este movimiento de «nueva nueva izquierda» en 2016.
Las figuras prominentes de esa «nueva nueva izquierda», como se llaman, son el senador independiente de Vermont, Bernie Sanders y la representante demócrata de Nueva York, Alexandria Ocasio-Cortez, seguidos por una pléyade de nuevas y viejas figuras, como la cantante Joan Baez, de 84 años, que a los 30 puso dulzura y contenido a las protestas contra la guerra en Vietnam.
Vienen haciendo actos cada vez más numerosos; el último con 36.000 asistentes. La situación que plantean que se dará para enero de 2028 es «la de un Donald Trump y su pandilla de matones MAGA que han estado sacando provecho del nativismo de derecha durante los últimos tres años, generando espectáculo tras espectáculo sin lograr mejorar la situación económica de nadie, salvo de los estadounidenses más ricos».
«Ese pozo se ha secado, y el público estadounidense está cada vez más inquieto. Estados Unidos ha rozado repetidamente una recesión económica; la inflación se mantiene alta y el desempleo va en aumento. El malestar de la estanflación impregna todos los aspectos de la vida estadounidense. Los precios de los huevos y la leche siguen altos, la bolsa no ha vuelto a subir realmente desde que el Partido Republicano impuso su último recorte de impuestos para los ricos, y los artículos de mayor valor —casas, vehículos, educación— son todos más caros que cuando Trump asumió el cargo por primera vez, por segunda vez.»
La actual campaña en marcha de los demócratas hacia las primarias son «sin un heredero aparente», con jugosos fondos electorales y nombres a la cabeza de las listas «con dolor por la derecha y rencor por la izquierda». Ellos «han pasado la segunda administración de Trump perfeccionando su actuación de antipatía por los problemas sociales progresistas y codeándose con la élite de la derecha. Ahora está listo para presentar credenciales de «moderado».
En su descripción de la situación, señalan que «a pesar de la pompa típica de cualquier temporada de primarias de partido, esta campaña se ve diferente a las de los últimos tiempos. Por primera vez en 12 años, más de una década, los demócratas no tienen a Donald Trump como rival. Quienquiera que resulte de las primarias republicanas seguramente prometerá continuar con la erosión de la democracia y los derechos civiles que Trump ha logrado en su segundo mandato. Pero es poco probable que ese candidato tenga el mismo peso narrativo y engañoso que Trump ha ejercido para cautivar a los medios durante años. Los demócratas, por lo tanto, se enfrentarán a una perspectiva desconcertante: deben presentarse con una visión positiva y proyectiva para el país».
A su criterio, «el Partido Demócrata ha tenido dificultades para presentar una visión cohesiva de lo que representa en el siglo XXI. Esto se debe en parte a Donald Trump; el partido, en cierto sentido, ha exagerado su mensaje anti-Trump, descuidando el resto de su plataforma. Y así, los demócratas se han librado de tener que elaborar con más cuidado sus mensajes políticos porque, durante los últimos tres ciclos, simplemente se han presentado como la oposición a Donald Trump. Esta estrategia tiene una tasa de éxito del 33%».
«Sin embargo, los problemas de plataforma son mucho más profundos. El giro que ha seguido el partido durante varias décadas, alejándose del voto de clase trabajadora hacia el voto suburbano con educación universitaria, no ha logrado consolidar una coalición ganadora para los demócratas. Sin embargo, ha paralizado al partido en cuestiones políticas relacionadas con la desigualdad de ingresos y la redistribución de la riqueza, posiblemente las más urgentes de nuestro momento actual. El partido no puede servir simultáneamente los intereses de los residentes suburbanos ricos y de ingresos medios-altos y de la clase trabajadora. En lugar de esforzarse por resolver esta tensión, el partido se ha aferrado a problemas sociales en un intento de ir a la zaga de la opinión popular predominante del momento. Si bien en 2020 el partido era progresista y estaba totalmente comprometido con la mejora de la injusticia racial, tan solo unos años después, algunos de los demócratas más prominentes se han unido a los republicanos de derecha para atacar a las personas trans y a los migrantes.»
«Toda esta vacilación ha encallado al partido. Encuestas recientes revelan que ha alcanzado su punto más bajo de popularidad en al menos las últimas tres décadas. Los electores no confían en que los demócratas del Congreso se enfrenten a Donald Trump y al Partido Republicano. Apenas llevamos unos meses en el segundo mandato de Donald Trump, y el Partido Demócrata ya parece haberse quedado sin ideas. Los líderes se esfuerzan por señalar lo limitados que están por sus posiciones minoritarias en la Cámara de Representantes y el Senado, pero hasta ahora han rehuido cualquier oportunidad de ejercer presión contra la administración Trump.»
Así, las capacidades del Partido Demócrata «na encallado». Citan encuestas según las cuales los demócratas «han alcanzado su punto más bajo de popularidad en al menos las últimas tres décadas. Los electores no confían en que los demócratas del Congreso se enfrenten a Donald Trump y al Partido Republicano. Apenas llevamos unos meses en el segundo mandato de Donald Trump, y el Partido Demócrata ya parece haberse quedado sin ideas. Los líderes se esfuerzan por señalar lo limitados que están por sus posiciones minoritarias en la Cámara de Representantes y el Senado, pero hasta ahora han rehuido cualquier oportunidad de ejercer presión contra la administración Trump.»
Así las cosas, dos políticos ya firmemente atrincherados en sus respectivos escaños se lanzan, en un año sin elecciones, a la liza con la consigna «Luchando contra la oligarquía».
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