“Montevideo inolvidable”: Entre la nostálgica grandeza y la decadencia

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 / Montevideo como urbe y capital de nuestro Uruguay, pero también como símbolo de identidad, como refugio de naturaleza afectiva y como reservorio de un patrimonio histórico y artístico a menudo oculto que por su intrínseca riqueza  requiere ser preservado, es el disparador temático de “Montevideo inolvidable”, el revelador documental del artista plástico y cineasta uruguayo Alfredo Ghierra, que comparte con el público un fascinante viaje a través de los territorios del pasado y particularmente del presente.

Este es el primer largometraje del creador, quien ha desarrollado una vasta y reconocida actividad en el campo de las artes visuales. Según la información disponible y publicada seguramente por el mismo, Alfredo Ghierra nació en Montevideo en 1968 y cursó estudios de arquitectura y arte en la Facultad de Arquitectura de Montevideo y en la Escuela Nacional de Bellas Artes respectivamente, entre los años 1985-1990. Previamente, había estudiado lenguajes audiovisuales, realizando un curso de cine para niños y adolescentes en Cinemateca Uruguaya. 

Trabaja fundamentalmente la técnica del dibujo con grafo y tinta pero también la fotografía, el arte digital, la animación, el ensamblaje de objetos y la pintura al óleo. 

A partir del año 1994, realizó exposiciones personales y colectivas dentro y fuera del Uruguay: Palais de Glace (Buenos Aires, Argentina), Centro Cultural São Paulo (San Pablo, Brasil), Sala Renato Russo (Brasilia, Brasil), Astry Gallery (Sofía, Bulgaria), Assoziacione Culturale Spiazzi (Venecia, Italia), Casa de América (Madrid, España), Instituto Cervantes (Berlín, Alemania).Participa de numerosos concursos obteniendo varios premios y menciones (VI y VII Bienales de Salto, Salón de Dibujo 1998 del BROU, VII Bienal de arte Sacro de Buenos Aires, Salones Municipales y Nacionales, etc.) 

Asimismo, ha sido Director de Arte para el medio audiovisual durante más de 15 años. En 2011, Ghierra fue el director de arte de los festejos del bicentenario del proceso independentista del Uruguay, realizando intervenciones artísticas a escala urbana en las principales avenidas y plazas de la ciudad de Montevideo. Su personaje Ghierra Intendente, creado en 2010, es una performance artística en clave política y apartidaria, donde un extenso grupo de artistas, arquitectos y diseñadores, se articulan para pensar y proyectar la ciudad. Es un proyecto curatorial de largo alcance, cuyas últimas presentaciones, tanto en el Centro Cultural de España de Montevideo (2015) como en el Instituto Cervantes de la ciudad de Berlín, Alemania (2016), le ha valido apoyos y reconocimientos. 

En otro orden, dirigió el Museo de las Migraciones de Montevideo durante su primer año de actividades en su nueva ubicación, dentro del complejo Muralla Abierta.

La idea que inspiró a esta película surgió en 2022, a partir de un intenso trabajo de entrevistas realizado por Ghierra, con académicos, políticos, intelectuales e investigadores. En todos los casos, la pregunta dominante fue por qué resulta tan complejo preservar el patrimonio arquitectónico de nuestra capital.

Obviamente, el artista y cineasta debió trabajar arduamente para lograr el financiamiento de su proyecto e iniciar el rodaje, que abarcó tres años, con todas las complejidades que supone acometer un proyecto audiovisual de esta naturaleza. La consiga fue descubrir el tesoro oculto que alberga nuestra capital, partiendo de la premisa que otrora Montevideo fue una ciudad de singular esplendor y belleza, que competía e incluso superaba a grandes urbes europeas en materia de valores arquitectónica. Obviamente, muchas de esas construcciones quedaron como legado, aunque la indiferencia, la desidia y la falta de apego han provocado verdaderos e irreparables estragos que borraron parte de esa grandeza.,

En este valioso trabajo documental, el realizador derrama su sabiduría en el formato audiovisual, construyendo un producto cinematográfico de alto valor artístico, en el cual condensa todo su amor por Montevideo y su curiosidad por hurgar en el pasado, pero con un permanente anclaje en el presente.

El realizador toma como objeto de estudio a nuestra capital, que originalmente se llamaba San Felipe y Santiago de Montevideo y, según los documentos y los registros históricos más confiables, habría sido fundada el 24 de diciembre de 1726, aunque antes de ese año ya había en el lugar algunos asentamientos humanos. 

Por ende, no resultaron para nada descabellados los festejos organizados el año pasado por el gobierno departamental de Montevideo, que fueron ácidamente criticados por una derecha gris y ya en retirada, bastante antes de conocerse la decisión ciudadana expresada en las urnas en noviembre, que consagró el triunfo electoral el Frente Amplio. De la animada celebración, que contó con la actuación de reconocidos artistas compatriotas, participaron nada menos que 250.000 personas, que colmaron los cinco escenarios al aire libre montados por la intendencia. 

Empero, en este caso el realizador, que transita por las calles de la ciudad casi siempre acompañado por un interlocutor que también aporta a este producto audiovisual,  no pone su foco en el Montevideo festivo sino en el Montevideo decadente, que dilapida, por desidia ciudadana y por falta de políticas activas de los gobiernos de turno, su ciertamente inapreciable patrimonio histórico y arquitectónico, el cual mixtura el primigenio estilo colonial con el Art Decó- que es el hegemónico en la nomenclatura urbana- el Art Nouveau, el modernista y el Neoclásico, del cual quedan escasos vestigios.

Todas estas líneas estéticas conviven en un espacio urbano que, como lo señala el director de este largometraje, crece hacia la periferia, con dos fenómenos dominantes que marcan la grosera inequidad social imperante: los asentamientos irregulares, donde sobreviven malamente las familias en situación de pobreza y vulnerabilidad y, paradójicamente, los barrios privados poblados por la burguesía, que son auténticas burbujas de prosperidad. En efecto, estos espacios exclusivos, donde residen los uruguayos con mayor poder adquisitivo, son reductos cerrados a cal y canto, con seguridad las 24 horas del día a cargo de personal especializado, vastas áreas verdes para recreación, iluminación, limpieza, y, en muchos casos, servicios adicionales como gimnasios, piscinas, clubes sociales y hasta infraestructura deportiva. 

Para construir su relato, con un acento intransferiblemente testimonial, el artista y cineasta convoca a especialistas e investigadores preocupados por el presente y el futuro de Montevideo, cuyos aportes configurar todo un discurso que advierte sobre el creciente deterioro de una ciudad que es, sin dudas, un verdadero tesoro. No en vano, el año pasado recibió a nada menos que 3.341.829 turistas entre nacionales y extranjeros, lo cual denota que sigue siendo un destino preferencial. En tal sentido, en 2024 llegaron a nuestra capital 140 cruceros, con pasajeros de diversas procedencias, que movilizaron el comercio.

Este fenómeno denota un particular interés por visitar a nuestra Montevideo, pese a que la mayoría de sus habitantes no aprecian las bondades de esta ciudad por razones multicausales, derivadas del estrés laboral, los problemas cotidianos, los miles de personas en situación de calle que anegan virtualmente casi todos los barrios de la ciudad y la crisis de la sensibilidad y el buen gusto.

Durante su recorrida, que no es un mero viaje imaginario poblado de imágenes sino una suerte de historia viva en permanente movimiento porque se escribe cotidianamente, Ghierra trasunta el desconocimiento que tienen la mayoría de los montevideanos de la ciudad que habitan, en torno al valor de numerosas edificaciones no protegidas por el Estado, a menudo ocultos por grafitis, modificados o bien demolidas y remplazadas por modernos edificios en los cuales prevalece la frialdad de la geometría y una funcionalidad que no contempla lo estético y está absolutamente despojada de eventual estatura artística.

El autor critica la rápida expansión de esas construcciones, favorecida por la ley de vivienda promovida, que exonera a los proyectos de buena parte de su carga impositiva. Según el artista y cineasta, esta herramienta ha favorecido el negocio inmobiliario, que sólo apunta al lucro y no contempla otros aspectos. No en vano, en este caso las unidades se erigen en zonas casi siempre céntricas, que cuentan con todos los servicios.

Sobre este aspecto, en lo personal y sin comprometer la opinión del director de esta película, considero que la ley de vivienda promovida no cumple con el rol para la cual fue implementada, porque las soluciones habitacionales ofrecidas son de alto costo y se transforman en inaccesibles para familias de ingresos medios. 

En tal sentido, el relato incluye entrevistas y variopintas miradas de calificados arquitectos, urbanistas, historiadores, políticos y otros actores sociales, quienes vuelcan interesantes reflexiones en torno al vínculo entre el pasado y el presente, cada uno desde su propia perspectiva y especialidad.

Sin sacar el foco sobre Montevideo, el creador ensaya una mirada sobre ciudades como San Pablo, Sofía y Venecia, donde el mismo vivió, partiendo de la premisa que también enfrentan el desafío de preservar su patrimonio, sin que ello obstaculice su proceso de transformación urbana.

Este film desestima los habituales clichés de estas producciones de sesgo evocativo, centradas en el caso del patrimonio arquitectónico y únicamente en edificios emblemáticos como el Palacio Salvo, el Palacio Legislativo, el Hotel del Prado o bien el Estadio Centenario, incluidos en todas las postales promocionales de las campañas para captar turistas.

En efecto, también los barrios atesoran auténtico prodigios en materia de construcciones de alto valor artístico, a los cuales habitualmente no se les presta la debida atención.

En tal sentido, el autor corrobora que muchos de esos edificios están virtualmente abandonados y casi siempre presentan graves patologías edilicias, como consecuencia del desgaste provocado por el tiempo, el abandono y la falta de mantenimiento.

El realizador pone énfasis en un tema realmente lacerante para la sociedad uruguaya: las personas en situación de calle, que en los últimos cinco años han creciendo exponencialmente más de un 50%, por razones multicausales que atañen a la pobreza  y a la indigencia, pero también a las adicciones y a las patologías mentales.

Empero, como lo señala el cineasta y artista, que es naturalmente una persona sensible, hay una contradicción entre estos miles de personas sin techo que sobreviven cotidianamente a la intemperie y las 26.000 viviendas vacías o deshabitadas que hay actualmente sólo en nuestra capital, cuando, desde hace años, se denuncia que existe una déficit habitacional de 60.000 viviendas. Es decir, hay techos sin gente y gente sin techo, lo cual es naturalmente muy complejo de digerir, en un país de menos de 3 millones y medio de habitantes en el cual la pobreza no debería existir, si viviéramos en una sociedad equitativa.

“Montevideo inolvidable” presenta escenas elocuentes, en las cuales abundan las demoliciones y el incesante trabajo de palas mecánicas o martillos que destruyen añosas estructuras hasta transformarlas en meros escombros y en territorios desnudos. En muchos casos, esos espacios se tornan meros baldíos, a menudo sin propietario, que degradan el paisaje urbano. Empero, en la mayoría de esos contextos, en esos lugares serán erigidos complejos edilicios, con apartamentos de acotadas dimensiones, muchos de ellos monoambientes, acorde con la demanda de familias de dos o no más de tres miembros, que viven en un país cada vez más envejecido y condenado inexorablemente a quedarse sin gente.

Mediante un enfoque que para nada soslaya lo social y lo comunitario, “Montevideo inolvidable” propone una reflexión crítica en torno a las tensiones derivadas de la dicotomía entre la preservación del patrimonio y el avance de la urbanización, mediante un sesgo radicalmente homogéneo que desestima la diversidad y está despojado de toda eventual identidad histórica.

En ese contexto, entran en conflicto el pasado y el presente, que también ha sido objeto de debate político y, naturalmente, la memoria, que está casi totalmente difuminada por el deterioro o la destrucción de edificios de alto valor artístico. 

Obviamente, aunque el film no lo explicite, la memoria también remite a tiempos oscuros de nuestra historia reciente, pero salpicados de utopías pacientemente tejidas por generaciones que soñaron con una sociedad más justo, en la cual no observemos cotidianamente a personas que carecen de techo, cuando sobran techos deshabitados que deberían ser expropiados por el Estado, una herramienta prevista por la Constitución de la República.

“Montevideo inolvidable” es un productor audiovisual cargado de emoción y de nostalgia, pero también un aporte a la reflexión, que desafía no sólo a los gobiernos de turno, sino a todo el colectivo de montevideanos que debería amar más la ciudad en la cual habitan, más allá de meros criterios artísticos o estéticos. Al margen de consideraciones de naturaleza si se quiere filosófica, esta película está dotada de valores cinematográficos reales, ya que posee un trabajo fotográfico que en muchos casos nos entrega verdaderas postales, las cuales mixturan la grandeza con la decadencia.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

FICHA TÉCNICA 

Montevideo inolvidable. Uruguay 2025, Dirección: Alfredo Ghierra. Producción: Rodrigo Labella. Guión: Alfredo Ghierra y Javier Palleiro. Música: Laura Gutman, Santiago Peralta y Susana Gutman. Montaje: Agustín Arce Esperindé.  Entrevistados: Laura Alemán, William Rey, Gonzalo Bustillo, Elena Svirsky, Gabriela Pallares, Marcelo Danza, Magela Ferrero, Magdalena Martínez, Gonzalo Cortizo, Silvana Pissano, Alberto Quintela, Erich Schaffner, Elena Mazzini, Ramiro Rodríguez, Julio Watorek, Emma Sanguinetti, Augusto Alcalde, Benjamín Nahoum, Enrique Cal, Luis (Lucho) Oreggioni, Federico Bervejillo, María Emilia Pérez Santarcieri, Daniel Diverio, Rinche Roodenburg, Ignacio Munyo, Christian Di Candia, Camila Barraco, Ernesto Musitelli, Patricia Varela, Elisabeth Bohlmann y Giovanna Carrara.

 

 

 

 

 

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