Jóvenes: ¡la democracia costó mucho, Incluso sangre, sudor y lágrimas! ¡Pero salió!

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“Pensando el futuro”, conferencia completa del Cr. Enrique Iglesias al ser recibido el pasado 9 de abril, en el Aula Magna de la Universidad Católica del Uruguay, invitado para su Lectio Inauguralis 2014. “El mundo tendrá que redefinir la gobernanza mundial y América Latina tiene que tener una presencia activa en la construcción del nuevo orden”, señaló el ex secretario general de la Comunidad Iberoamericana. Durante su exposición lo acompañaron; Mons. Sturla, Arzobispo de Montevideo y el rector de la UCU, P. Eduardo Casarotti SJ.

Entre el numeroso público presente se pudo observar, embajadores, autoridades nacionales y de la educación, así como el ex senador Carlos Julio Pereira y el ex presidente Dr. Julio María Sanguinetti, entre otras personalidades.

Estamos realmente en un cambio de época, no en una época de cambios. Un cambio de época profundo. Y como todo cambio, es muy difícil ver – en el medio de la tormenta – hacia adonde vamos. Creo que esto que digo tiene mucho que ver con el origen de esta crisis que nos sacudió en el año 2008 y 2009, que fue una crisis financiera de grandes proporciones. De alguna manera todavía no la hemos superado y sus efectos se van a prolongar – todavía – por un largo tiempo. Una crisis que tuvo mucho que ver con las audaces expansiones del sector financiero, muy llena de violaciones claras a la ética frente a los fenómenos económicos y que dio lugar a una crisis de enormes proporciones en cuanto al desempleo, a la desaparición de empresas y – sobre todo – porque rompió el equilibrio muy importantes que habíamos logrado en los últimos 30 años. De alguna forma, en los últimos 30 años – quizás un poco más – fue un período excepcional en los últimos 200 años del capitalismo. Fue un período de estabilidad y previsibilidad. Sabíamos lo que estaba pasando, conocíamos las causas de los fenómenos y era todo previsible. Tan previsible que recurríamos a las matemáticas y la gente de Nueva York, con una ecuación, trataba de preveer el riesgo y asumir las hipótesis más arriesgadas, que fueron las que sumieron al mundo en el descontrol que tuvimos en esos años.

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Se terminó un período de estabilidad y de previsibilidad
De manera que, lo primero, es que se terminó un período de estabilidad y de previsibilidad. El mundo entra – a mi modo de ver, ya está – en un período de sorpresas, en un período de posibles impactos imprevisibles y, por supuesto, prever hoy más de dos o tres años es un riesgo muy grande. Hay que hacerlo, pero no es porque tengamos – ciertamente – pie para asumir hipótesis muy claras sobre hacia adonde van las cosas.

Lo que sí sabemos, es que el mundo nos va a llevar a un punto que no es el punto de partida. Y yo he elegido cinco áreas en donde creo que esto – realmente – se está dando en forma clara:

1. Va a ser otro mundo económico. Es decir, mientras que nosotros estamos acostumbrados a ver la economía movida por el capital físico y por el capital humano, hoy en día estamos viendo la economía movida por el conocimiento. Los nuevos paradigmas tecnológicos, que siempre los hubo, pero el ritmo que han adquirido en los últimos años es sorprendente y de alguna manera promueve cambios que hacen que cualquier invención destruya una empresa e incluso amenace a un Estado. Lo hemos visto, en algunos casos, con este tema financiero, que ha salido fuera de control. En este momento, los activos financieros del mundo son cuatro veces el producto del año del mundo. Y uno se pregunta: ¿no será demasiado grande ese mundo financiero? Esa es una hipótesis que no soy yo quien la ha inventado, pero está dando vueltas por ahí. De todas maneras, yo creo que estamos frente a un mundo con una nueva economía, dominada por el conocimiento y que hace que las relaciones de producción estén afectando la estructura de la empresa, la estructura de las relaciones comerciales internacionales y, por supuesto, también la estructura de los sistemas financieros. Este es el primer elemento, sobre el cual creo que hay un consenso claro sobre adonde van las cosas.

2. El segundo tema es que las nuevas sociedades están muy movidas por los movimientos sociales, que también siempre los hubo, pero nunca con la dimensión y la volatilidad que tienen hoy esos movimientos, convocados por los Twitter y que se juntan, en cualquier momento, 50.000 personas en una plaza. Y por otro lado el ascenso – muy importante – de las nuevas clases medias. Este fenómeno de esta nueva sociedad es muy difícil, todavía, de entenderlo. Hoy hablábamos con el arzobispo y en la universidad, con el rector, sobre cómo en estos movimientos sociales hay una conmoción muy grande de los valores. Aparte, las estructuras familiares, se proyectan hacia la sociedad. Este tema de una nueva sociedad, es uno de los grandes temas sobre los cuales habrá que ver hacia donde va toda esa nueva construcción de un sistema social que ha evolucionado en los últimos años.

3. El tercer frente es el frente de la política. Esos dos elementos, economía y sociedad, afectan también las formas de hacer política. Yo tengo la impresión que los sistemas políticos, en general, están yendo detrás de estos hechos y no por delante de ellos. Es decir, están arrastrados por el vigor de los movimientos de la economía, de los elementos económicos. Hoy por hoy, el movimiento financiero tiene un poder inmenso y lo estamos viendo en los hechos. Pero además, también la propia sociedad tiene demandas y tiene formas de expresarse y de comunicarse que nunca conoció el sistema político, como lo está haciendo ahora. Eso significa – de alguna manera – que las formas de hacer política, las formas de manejar y administrar los partidos políticos y las relaciones sociales, está profundamente influida por estos cambios que, de alguna manera, provienen de estas mutaciones que estamos viendo en el mundo de hoy.

4. El cuarto frente – que creo que también está siendo puesto arriba de la mesa – es el de las relaciones internacionales. El mundo está enfrentando la transferencia del poder económico más grande de la historia del planeta, del Occidente al Oriente y al Sur. Este es un fenómeno de inmensas proporciones, que todavía está evolucionando y que forma parte de un serio impacto sobre las relaciones que históricamente hemos tenido en materia política. El tema del ascenso de China en este momento al poder económico mundial, hoy por hoy, la “gran fábrica del mundo” – como se la ha dado en llamar -, es una fuerza impresionante en toda la historia de la humanidad, en todo sentido. No sólo en lo social, como en lo económico. Pero también en lo político. Porque esa fuerza importante va a tener impacto, no solamente en las relaciones políticas. Ya la está teniendo y, ¡en qué forma! En algún momento lo tendrá también en las relaciones militares. Es decir que, de alguna manera, el reacomodamiento de las relaciones internacionales, es uno de los grandes desafíos futuros de la humanidad. A eso se le agrega el Sur, los Bric’s. O sea, está China, pero es la India, es Brasil, son los países de Sudáfrica, es México. Son los países que están emergiendo en este momento como una fuerza importante y que – de alguna manera – alimentan relaciones económicas desconocidas hasta el presente y que forman estructuras de poder que cuentan. Ningún problema económico, hoy, puede resolverse sin contar con la participación activa y la opinión de estas fuerzas nuevas que hoy operan en lo social. Entonces: economía, sociedad, política y relaciones internacionales.

5. El último tema – que yo creo que también importa mucho destacar – es el tema de los bienes o de los problemas globales. Esto lo digo porque muchas veces nuestras sociedades, todavía, no han asumido que tenemos problemas globales que el mundo del futuro va a tener que atender, considerar e interponer dentro de sus políticas nacionales. ¿Quién puede ignorar los problemas del clima, o los problemas de las epidemias o pandemias en materia de salud? ¿Quién puede ignorar los aspectos impredecibles de una fuerza impresionante en materia de crimen organizado en el mundo? O en materia de terrorismo. De armas químicas o de armas no convencionales. De las migraciones. Es decir, de alguna forma, toda esa problemática internacional va a tener como consecuencia una forma importante de dominar los hechos en los años que vendrán.

La tendencia a la fragmentación en el mundo
Señalo estas cinco cosas y no estoy diciendo nada nuevo ni pretendo hacerlo. Pero sí, lo que creo, es que el mundo del futuro va a tener que replantearse esas relaciones, lo cual va a llevar mucho tiempo. Siempre digo que la crisis del 30 termina – realmente – en el año 1955. Y pasaron dos grandes guerras en el medio. No digo que el mundo tenga que pasar por eso, ni mucho menos. Creo que tenemos más sabiduría en estos momentos. Pero sí pienso que estamos enfrentados a una realidad que significará reconocernos dentro de una dinámica de cambio, de imprevisibilidad y una tendencia muy preocupante – a mi modo de ver -, que es la tendencia a la fragmentación en el mundo. Fragmentación que empieza en la familia, continúa en la sociedad, continúa en las relaciones económicas internacionales. Hoy por hoy el comercio internacional, aquí en Punta del Este, partió en el año 1986, en la reunión del GATT, que creó la Organización Mundial de Comercio. Todos apuntamos con un fervor casi religioso a la apertura del comercio mundial, como un tema muy importante. Se creó la OMC a partir de aquella reunión. Pero hoy estamos viendo que hay dos megatratados – el Tratado del Atlántico Norte y el Tratado del Pacífico – que son tendencias claras a la fragmentación.

Entonces, de alguna manera, todo aparecía orientándose hacia un mundo homogéneo. Nos homogeneizaba la tecnología, la Internet, el Twitter, los Shopping Centers, las marcas. Parecía que el mundo se homogeneizaba. Hasta ahí nomás. En este momento, si hay algo que empieza a aparecer, también, son tendencias a la fragmentación que – de alguna manera – importan mucho, porque pueden generar tendencias peligrosas y pueden terminar en conflictos mucho más fuertes que los puros conflictos diplomáticos, económicos o sociales.

El mundo va a tener que definir la gobernanza mundial
¿Qué significa este desafío para el futuro, pensando un poco el futuro? Reflexionando sobre la base del pasado, significa que el mundo va a tener que definir la gobernanza mundial. Es decir, las Naciones Unidas fueron creadas en el año 1945. Yo me acuerdo y hay algunos cabellos blancos por ahí, que se acordarán, también. Para la juventud nuestra fue un hecho muy importante. Era la construcción de un nuevo orden internacional, basado en el poder político y la fuerza, en el Consejo de Seguridad, la Asamblea General, el mundo financiero de Washington, el GATT que habría de evolucionar después a la OMC, la Suprema Corte de Justicia en La Haya. Ese mundo – en inglés, dicho sea de paso – que se construyó en esa fecha, está siendo hackeado por todos estos factores que acabamos de mencionar, están realmente poniendo en cuestionamiento a las instituciones. El peligro que estamos viendo hoy, es precisamente el peligro institucional. Es decir, el deterioro que tienen las instituciones dentro de los países e internacionalmente, significará que el mundo tendrá que ir pensando hacia una nueva gobernanza mundial. Y esa gobernanza mundial, ¿qué significará en el futuro? Significará una cosa nueva para el mundo occidental. Porque el mundo occidental programó ese mundo de hoy sobre la base de valores occidentales que se formaron, prácticamente, como las grandes alianzas entre Europa y EE.UU. Y, por supuesto, participaron muy activamente en aquella época, los 19 países independientes que había en América Latina. Y esa fue una concepción que se hizo a partir de ese sistema institucional y eso hoy está en juego.

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Un nuevo código de conducta
Y, ¿qué significará la construcción de un nuevo mundo? Significará que el mundo, para convivir con eso, va a tener que conciliar valores, porque los valores occidentales no son necesariamente los valores orientales. Ni en lo político, ni en la relación estado-mercado, ni en el papel de los derechos civiles y, aún mismo, de los derechos humanos. Entonces, de alguna forma, la gobernanza mundial tiene ante sí un desafío fundamental, que es la construcción de un nuevo código de conducta para asegurar la convivencia. Tenemos que conciliar valores y vamos a tener que hacer concesiones de un lado y del otro. Pero tenemos que tener un código de conducta donde haya un mínimo en el que tengamos que estar todos de acuerdo. Eso va a llevar mucho tiempo. Y yo creo que esa gobernanza mundial es un desafío importante de la civilización, como tal, y tendrá que hacerse y estar inspirado por un código ético, un código de valores mínimos sobre los que acordar. Esa gran tarea es de la gente joven – y aquí hay estudiantes -, es tarea de ellos. Tendrán que pensar cómo harán las futuras generaciones para crear una gobernanza mundial que esté fundamentada en ciertos valores éticos y un código mínimo sobre el cual construir la paz, la seguridad y el progreso del mundo. ¡No va a ser nada fácil! Porque el mundo occidental se basó en la presencia de un poder hegemónico muy importante, como fue los EE.UU. en aquel momento, que tenían un poder económico, un poder político, un poder social y un poder militar. Bueno, todo eso, hoy en día, construirlo sobre la base de compartir valores entre el Oriente y el Occidente no va a ser nada fácil. Y yo creo que hay que trabajar todo eso – como digo – a partir de ciertos valores básicos, que nos permitan construir ese código de convivencia y convivir sobre la base de ciertos fundamentos éticos y ciertos principios morales que permitan preservar ciertos valores mínimos en los que todos tenemos que creer y apoyar. Y eso no va a ser nada fácil. Porque incluso les diría que, cuando uno conversa – a veces -con la gente del Oriente, se da cuenta que hay como una cierta sensación de triunfo frente a los problemas del Occidente, en muchos aspectos, incluyendo la economía, incluyendo los progresos que están haciendo en otras áreas. Y tienen algo en que apoyarse, porque la forma en como China ha resuelto el tema de la pobreza, es un logro – realmente – muy destacable en la historia de la humanidad.

La tendencia de los EEUU a un creciente aislacionismo
Entonces, de alguna forma, uno ve que en la aproximación va a ser realmente importante el tener una forma adecuada de hacerlo. Esa es mi primera reflexión en ese aspecto y en el contacto con esa realidad y, sobre todo, viviendo en Europa, eso se ve claramente. Como se ven claramente ciertas tendencias que son bastante preocupantes. Como – por ejemplo – la tendencia de los EE.UU. a renunciar a ciertas responsabilidades que asumió en los últimos 60 años y una tendencia creciente a un aislacionismo que podría estar fundamentado en un poder económico muy fuerte que continúa. Es decir, el surgimiento de factores que creíamos superados. El conflicto que ha habido recientemente en Crimea, o el conflicto en Siria, ponen de manifiesto situaciones que creíamos superadas. La Guerra Fría del año 90 les permitió decir a algunos – incluso – que se terminaba la historia. ¡No se terminó nada! Estamos reviviendo problemas de la Guerra Fría.

Lo importante es decirle a la gente joven que todo eso costó mucho
Nosotros no incidimos en las políticas nacionales, pero sí tenemos una región en la que estamos inmersos. Yo podría decir una palabra, nomás, respecto a esto. Yo creo que América Latina tiene que ser conciente de esto y tiene que ser conciente – sobre todo – de que esta región tiene un capital en su historia que es la capacidad de convivencia mucho mayor que la de cualquier otra región. Y tiene que asumir que esta región, con U$S 7 trillones de PBI, 600 millones de personas y una experiencia democrática – la mayor del mundo – en materia de países en desarrollo, tiene que tener una presencia en la construcción de ese nuevo orden. Nosotros no podemos tomar una actitud pasiva, sino que debemos tener una actitud activa, como región, frente a eso. Esta sería la primera parte de mis reflexiones.

La segunda parte tiene que ver con un tema nacional. Yo diría que, lo primero, es entender lo que hemos construido. Yo no me he ido nunca del país, pero he vivido afuera y lo he visto desde otra perspectiva diaria. Creo que lo primero que habría que hacer es responder a esta pregunta: ¿qué hemos hecho hasta ahora? Y en segundo lugar, la otra pregunta: ¿a donde queremos ir con nuestras políticas económicas o sociales y políticas? Con respecto a la primera pregunta, yo les diría lo siguiente. Yo, cuando miro al país desde afuera, me agrando. Cuando lo miro desde adentro, vivo los problemas de todos los días, las discrepancias políticas, los pequeños y grandes conflictos, que nos ponen en una perspectiva diferente. Pero yo creo que es muy importante no perder de vista – sobre todo para las jóvenes generaciones – lo que se ha hecho en este país. ¡Que no es poco! No es poco. Y como yo digo, para verlo de afuera, uno se agranda cuando lo compara. El país ha construido una democracia imperfecta, pero una democracia que funciona. Respeto a los derechos humanos, a la vigencia de la ley y todos los problemas que, día a día, pueden ponerse arriba de la mesa como preocupaciones. Hemos construido un país. Cuando en el año 50 hicimos la reunión con el informe de la CIDE, allá por el año 61 o 62, bueno, en aquel momento, el PBI yo creo que eran U$S 1.000 o U$S 1.500. ¡Hoy tenemos U$S 15.000! Son otros dólares, pero son quince mil dólares. Cuando vivimos todo lo que vivimos con las grandes angustias financieras, el endeudamiento externo, la crisis monetaria por la falta de reservas, ahora tenemos 15.000 millones y el país ha ido construyendo una base económica que sigue siendo muy dependiente – por supuesto – de las materias primas básicas, pero que – de alguna forma – hay una construcción social de convivencia. Los tres grandes partidos han sido gobierno y los tres grandes partidos han sido oposición. Bueno, a mí me parece que lo importante es decirle a la gente joven que ¡todo eso costó mucho! A veces tenemos que tener cuidado con la idea de que las cosas han sido dadas por gracia de Dios. No, no. ¡A Dios hubo que ayudarlo! Y yo creo que el país lo ayudó. Y yo creo que – de alguna forma – lo ayudó y lo ayudó bien. Por eso, a veces, la gente me dice: “¿Cómo es posible que digan eso estos locos, allá afuera?”. Por eso les digo, en la comparación, nuestro país ha hecho muchas cosas, en una sociedad de 3:200.000 habitantes, ha hecho un pequeño ejemplo que afuera se valora. Cuando lo miramos desde adentro, por supuesto, tenemos los problemas diarios de la política y de la economía y de la sociedad. Pero visto de afuera, yo creo que es importante – y sobre todo para las jóvenes generaciones – decirles que la construcción de la democracia no fue fácil. ¡Costó mucho! ¡Incluso sangre, esfuerzo, sudor y lágrimas! ¡Pero salió! Y eso es algo que hay que valorarlo. Por eso digo que visto de afuera, el país se agranda. Visto de adentro, el país se ve en la dimensión de todos los días, que todos conocemos y que cada cual tiene una posición que – ciertamente – tiene el derecho a tener. Pero me parece que esto que acabo de decir – sobre todo pensando en la gente joven – muchas veces importa recordarlo, especialmente en una Universidad, donde hay gente que va a abordar el futuro, decirle esto creo que es una cosa importante.

El otro tema es, ¿qué tipo de sociedad queremos construir? Por supuesto, queremos crecer. Y, desde luego, hay que crecer. Y para seguir adentrándome en el crecimiento, son fundamentales las conquistas sociales. Pero es muy importante mantener y hacer pie en la defensa de ciertos valores. Es muy importante que en el país podamos revisar un poco aquellos valores fundamentales que empezaron hace muchas décadas y que fueron formando parte de un grado de convivencia sobre la cual tenemos que seguir trabajando. Nosotros no queremos, simplemente, un país donde la capacidad de consumo sea capaz de llenar los Shopping Centers. ¡Queremos un país que sea capaz de vivir y sea feliz! Y que esa felicidad la logre a través del mejoramiento del nivel de vida, a través del mejoramiento de las condiciones económicas, pero también a través del modelo de convivencia social de un país integrado. Varela decía que para tener república hay que tener republicanos. ¡Queremos crear republicanos! Es decir, gente que sea capaz de administrar y convivir en un país en paz, consigo y con todo el mundo. Pero sobre todo, un país en paz y que sea capaz de fortalecer las conquistas sociales que ha logrado y aumentarlas, pero – sobre todo – pensando que somos algo más que profesionales, somos ciudadanos. Y la formación del ciudadano creo que es un tema que importa mucho y del cual poco hablamos en los ambientes universitarios.

Creo que hemos ganado, a través del tiempo, muchas cosas. Y yo les diría algunas desde el lado económico, que es el que conozco más de cerca. Nos hemos podido poner de acuerdo en ciertas cosas que costaron mucho trabajo. ¿Cuánto costó en el país ponerse de acuerdo en que los precios no pueden fijarse por decreto y que las tasas de cambio tienen que ver con el mercado y que el precio de la gasolina tiene que ver con el mercado? ¿Cuánto nos costó entender que la inflación es un mal enemigo y que es capaz de alterar la vida de las sociedades? ¿Cuánto nos costó entender que teníamos que diversificar el espectro exportador?

El país no puede seguir, simplemente, viviendo de las exportaciones de materias primas, tiene que tener otras cosas. Y lo ha venido logrando. Y eso se logra con la expansión de la diversificación del sistema productivo para perder los riesgos que tiene depender de las materias primas del mercado internacional. ¿Cuánto nos costó entender que el Banco Central tiene que ser un organismo responsable? Todo ese tipo de cosas forman activos. ¡Costó mucho! Yo viví muchas crisis terribles en este país. Hoy en día nadie se acuerda del Fondo Monetario. Pero nosotros recordamos muy bien las negociaciones, ¿verdad presidente? Nosotros tenemos ahí una experiencia acumulada que fue muy importante. Entonces, esas lecciones – que también dejó la experiencia – dejaron capitales. Capitales de tomar conciencia de cuáles son los hechos que, realmente, importa defender y que son activos que tenemos por delante.

¿Cuáles serían, realmente, los grandes desafíos que tenemos por delante? En esto creo que no voy a decir nada nuevo, pero – claramente – el país ha tenido, junto con estos avances, ciertos logros muy importantes. Las revoluciones tecnológicas en el agro, el ingreso dentro de la actividad de los servicios, las oportunidades que tiene el país hoy de diversificación exportadora a decenas de países en todo el mundo. Todo eso es un capital importante y – sobre todo – la gestión macroeconómica. Desde la recuperación democrática hasta ahora ha habido una cierta uniformidad en cuanto a la conducción macroeconómica y es un gran capital que no hay que perder. Y eso pasó con los tres partidos que estuvieron en el país. Es muy importante, no se puede jugar con la macroeconomía. La macroeconomía no es de derecha ni de izquierda, es de sentido común, de la administración sana y sobria de los negocios públicos. Eso, con distintas alternativas, pero – lo hemos ido logrando. De alguna manera a partir de ahí, ¿cuáles serían ahora los grandes frentes sobre los cuales el país tendría que asentar una economía sólida pero, al mismo tiempo, un avance social? Creo que todos lo sabemos. Pero el primer problema es mantener el sistema de macroeconomías sólidas dentro del país. Y eso significa la buena gestión presupuestaria, la buena gestión monetaria, la buena gestión de la apertura externa. Todo eso que significa – de alguna manera – la macroeconomía, hay que mantenerla, cualquiera sea la orientación política o el partido que tenga el poder. Yo creo que este es un tema sobre el cual no hay – a mi modo de ver – discrepancias en el país y, si las hay, habrá que mantener el rumbo en esa dirección.

La educación es un tema político, un tema de consenso nacional
El segundo gran frente es la educación, sobre la cual hablábamos también antes de entrar a esta sala. Es un gran tema, ¿verdad? Todo el mundo ha realizado precisiones en América Latina respecto al tema y coincide en que es un tema doloroso. Pero no hay país educado que sea un país pobre. Y nosotros, si queremos acceder a la categoría de país “desarrollado”, tenemos que tener un sistema educativo que sea de alta calidad y eso significa reformas importantes. El país tiene un stock muy grande de gente pensando. Yo les confieso que eso me impresiona mucho. En el año 71, cuando empezamos a hacer los informes de la CIDE, había muy poquita gente, ¿eh? Ahora hay decenas de gente pensando, escribiendo, publicando. ¡Ese es un capital muy grande que tenemos y que no teníamos antes! Y cuando uno lee las propuestas, se da cuenta que – en el fondo – hay un ancho consenso de lo que habría que hacer. El tema es, ¿cómo hacerlo? Ese es el tema. Y ese es un tema político, un tema de consenso nacional. El país debería asentar en la educación un tema importante, que la sociedad uruguaya se ponga de acuerdo en lo que hay que hacer. Y eso debería ser un pacto que involucre al sector de los profesores, al sector político, a los dirigentes empresariales. Porque detrás de eso, nos va la vida con respecto al futuro. Es el gran problema del Asia, en el fondo, no fue simplemente alguna estructuración económica muy especial en la relación estado-mercado, sino que ha sido – fundamentalmente – el gran avance que han hecho en materia educativa. Este es un segundo punto, sobre el cual creo que no hay muchas discrepancias sobre lo que hay que hacer.

El tercer punto es el tema de la productividad. Nosotros hemos vivido en los últimos años un gran activo, que es el activo internacional de China. China se convirtió – para nosotros – en un factor muy importante. Con una macroeconomía ordenada y un pacto especial, como son los precios de las materias primas, es natural que el país haya tenido un crecimiento muy importante. Bueno, eso, yo creo que tiene que ser acompañado por algo más en la industria, que es la incorporación masiva de tecnología y de la innovación en todo el sistema productivo. Y en el sistema social. La innovación no es sólo un tema de la economía, es un problema también de la sociedad y de la forma de hacer política social. De manera que todo el tema de la productividad, que abarca todos temas conocidos como son la infraestructura, como son las políticas de estímulo y, sobre todo, la creatividad en materia empresarial, todo eso forma parte de un gran capítulo, donde también, hay un consenso generalizado.

El otro gran tema, es el Estado, la Reforma del Estado. También sobre esto se conversó mucho. Hay bolsones de competitividad, según lo veo yo. Hay bolsones de productividad mejorada en el Estado. No todo el Estado está en el paquete. Pero ciertamente, el gran desafío, está en la Reforma del Estado. Para entender qué Estado para el mundo que nos toca vivir, qué Estado para los nuevos desafíos que tenemos por delante. Eso significa un cambio muy importante en el Servicio Civil, en la remuneración, también, ciertamente. Pero hay ahí un factor sobre el cual yo creo que vale la pena reflexionar esto como uno de los grandes desafíos que tendrá que motorizar el mundo del futuro.

Las políticas sociales también importa destacarlas. Es decir, la política social, no solamente como un mero ejercicio de distribución, sino como un ejercicio de distribución que estimule, que cree, que – de alguna manera – busque la forma de asentar en las políticas sociales, no solamente el mejoramiento en la calidad de vida, sino la capacidad de crear en el país más riqueza y más oportunidades para el futuro.

La integración tiene sentido
Y las relaciones internacionales… Aquí, como decía, el tema, habiendo conocido muy de cerca (sobre todo cuando acompañé al presidente Sanguinetti en la Cancillería), bueno, pues ahí hay un tema. Nosotros formamos parte de una realidad regional en la que estamos. Nosotros – y sé que este tema está en el debate nuestro de todos los días – estamos en el centro neurálgico. Si hacemos con un compás un círculo de 2.000 kilómetros, metemos adentro más del 50% de toda la producción de América Latina. Estamos con la parte más dinámica de Brasil, con la parte más dinámica de la Argentina y esa es una realidad. Y esa es la geografía. Y la geografía es la madre de la historia. ¿Qué nos ofrece esta situación? Y digo esto porque estoy pensando en las reyertas vinculadas con la integración. Bueno, nos ofrece algo muy importante para nosotros, que es… Nosotros no podemos seguir dependiendo exclusivamente de la venta de materias primas, tenemos que entrar en las cadenas de valor y ya lo hemos hecho en algunas actividades. Pero la entrada de las cadenas de valor de las empresas, es muy importantes. El mundo de hoy no es – tanto – el mundo de las empresas que van formándose a través de todo el planeta y forman esas inmensas cadenas de valor. Las cadenas de valor que se pueden crear en el sur de América, nos dan una oportunidad muy significativa para nosotros. Y eso es porqué yo creo que – de alguna manera – la integración tiene sentido. Ciertamente que hemos vivido – como dice Félix Peña – la cumbre de los encantos y desencantos. Creamos la ALALC, que se vino abajo; creamos el Pacto Andino y se vino para abajo; ahora creamos el Mercosur y lo estamos viendo bajar, también. Es triste que – de alguna manera – la experiencia de América Latina sea esa. Cuando yo miro lo que han hecho otros países y veo que América Latina sólo tiene el 19% de sus exportaciones en la región, digo, ¿qué nos ha pasado? ¿Por qué razón no hemos sido capaces de construir una cosa a la europea? Yo creo que a nosotros se nos fue la mano queriendo imitar a Europa. Ahora, yo creo que hay que buscar un sistema mucho más flexible, que nos permita – realmente – generar esas cadenas de valor que son fundamentales, para poder acceder a otro tipo de actividades que mejoren la calidad del salario y mejoren la capacidad de participar en los nuevos avances tecnológicos del mundo. Por eso es que a mí me resulta importante defender y promover la integración. Y eso, desde luego, no es un hecho económico, sino que es un hecho político. Y, en materia política, estamos fracasando o no estamos avanzando al ritmo que debiéramos. Por el contrario, somos muy buenos para hacer grandes declaraciones, pero cuando llega el momento de avanzar concretamente en resolver los grandes temas con pragmatismo, con flexibilidad, ciertamente, la visión que tenemos por delante, es muy lamentable.

Creo que – de todas maneras – para este pequeño país, ese es un tema fundamental. La relación internacional para un país que tiene que participar en la cadena de valor y que tiene una capacidad de logística – especialmente en el Mercosur – como ningún otro, bueno eso es un tema que nos tiene que inspirar para movernos. Ahora, ciertamente, da pena ver que las cosas son mucho más lentas y mucho más discursivas, pero mucho menos eficaces en la solución de los grandes problemas.

La formación y la actitud en los jóvenes
Estos son los grandes temas que debemos enfrentar en el país. Ahora, nuevamente, ¿qué país queremos construir? Bueno, y ahí vienen las últimas reflexiones en las que quería entrar en esta charla en la tarde de hoy. Es un poco la formación y un poco la actitud, sobre todo en la gente joven. Con respecto a la formación – y esto tiene mucho que ver con la labor de las universidades en nuestro país – yo creo que, de alguna forma, tenemos que pensar… Participé en la Universidad Católica de la Argentina, en la Escuela de Negocios, que ha hecho una reflexión sobre estas cosas, muy interesante, tratando de ver qué estamos formando nosotros, qué estamos preparando cuando formamos a las jóvenes generaciones. Y creo que aquí, el tema central es una pregunta muy importante, especialmente en las escuelas vinculadas con los temas empresariales, económicos, sociales. Nuevamente, la pregunta y el tema es el siguiente: me parece que tenemos que pensar que tenemos que mejorar la calidad de la enseñanza, sin duda alguna, que tenemos que asegurar el aprendizaje permanente, dadas las mutaciones que tienen hoy los hechos sociales y económicos. Pero en el fondo el tema central es preguntarse siempre si estamos formando, además de técnicos y de profesionales, si estamos formando verdaderos ciudadanos y líderes en el mundo social que nos toca vivir. Yo creo que ese es un tema que hace que la enseñanza deba seer integral, en el sentido que abarque, no solamente una visión puramente científica o académica, sino que tiene que tener una visión humana, humanista. Es decir, una visión vinculada a entender el papel del líder que surge de las universidades y que va a formar parte de la empresa, de la academia, de la vida política o de la vida económica. Eso me parece que forma una pregunta permanente, ¿qué tipo de profesionales vamos a formar en esas condiciones?

Digo esto porque muchas veces, por ejemplo, una de las cosas que se discutía en la Argentina sobre la forma de qué enseñar, era exactamente lo siguiente: lo que significaba la introducción de las técnicas cuantitativas en los análisis económicos y sociales. Muy importante, como un termómetro que permite medir la temperatura. Pero no alcanza sólo con tomar la temperatura. Y yo creo que, en el fondo, hemos logrado – a veces – creer que con la introducción de elementos cuantitativos en la enseñanza, estamos compitiendo con la física. Los fenómenos sociales no son físicos, son fenómenos sociales, humanos. Por eso creo que en la formación de estas jóvenes generaciones, mirando el mundo y los desafíos sociales y políticos de nuestro país, tiene que estar vinculada esta visión un poco general, abierta, que signifique tener dentro de esa enseñanza, componentes que permiten formar al ciudadano, al líder político, al líder social. Esta es una reflexión muy general que surgió en los debates que he visto en la Argentina sobre este tema.

Las juventudes están sometidas al peligro de sobrar y de morir
Y, por último, la gente joven. ¿Qué vamos a decir con respecto a la juventud? Creo que la juventud tiene, por supuesto, la gran responsabilidad de ser los líderes del futuro, en el mundo y en nuestro país. Lo primero que les diría a los jóvenes en este momento es, ciertamente, recibir una educación de calidad y dedicarse a ella es muy importante. Pero es muy importante, también, para la gente joven, tomar conciencia del privilegio que significa hoy el acceso a la educación en el mundo moderno, que no es un privilegio universal. Es decir, las juventudes de hoy son juventudes privilegiadas en cuanto a la capacidad de conocimiento, a los instrumentos de que disponen para aprender, a la forma de viajar y conocer el mundo. ¡Todo esto es un inmenso privilegio! Pero eso no es el resto del mundo. Las juventudes hoy, en el mundo – como decía un sociólogo brasileño – están sometidas a dos grandes peligros: el peligro de sobrar y el peligro de morir. El peligro de morir, porque las grandes juventudes de hoy son los que alimentan los movimientos terroristas, los fanatismos religiosos, los fanatismos nacionalistas. Yo veo lo que es la juventud recorriendo el Mediterráneo para llegar a España desde África, o para llegar a Italia desde África. Esos son hechos importantes que hoy la gente que vive y tiene ese enorme capital que es la formación académica, debe reconocer. Y lo segundo es el problema de sobrar, el miedo a sobrar. El miedo a morir y el miedo a sobrar. Y el miedo a sobrar es porque – de alguna manera – en las juventudes del mundo hay en estos momentos un fenómeno gravísimo, que es el problema del desempleo y el problema de la captación de las juventudes por la violencia, por el crimen organizado, por el terrorismo. La mayoría de la juventud está en estos problemas en el mundo entero. Nuestra juventud, ustedes, la gente joven, tienen el privilegio de poder acceder a eso que va a significar un enorme poder en el mundo, que es el conocimiento. Y eso introduce en el mundo un hecho que es realmente sorprendente, que es cómo al mismo tiempo que crece el producto mundial, crece la desigualdad en el mundo. El gran tema del mundo del futuro – aparte de lo que mencioné anteriormente – es el crecimiento de la desigualdad, como un factor que está acelerando las distancias de la gente. Y esas distancias, la gente joven, las juventudes, están dentro del paquete que acabo de mencionar.

Para terminar, quería leer un artículo que se publicó en el año 94 por la revista “Criterio” de la Argentina y que me gustó traerlo porque creo que resume, muy bien, mucho de esto que hemos estado diciendo en el día de hoy. Veinte años atrás decía esto el editorial de “Criterio” en Argentina:

“Vivimos en un mundo sometido a fuerzas contradictorias, que están lejos de haber alcanzado su equilibrio. La transición nos desconcierta y nos hace creer que los cambios son inevitables e incontrolables a la vez. Por un lado, hay fuerzas que tienden a acelerar la globalización de todos los procesos económicos, sociales y culturales. Por el otro, aparece una tendencia también irrefrenable hacia la fragmentación de todas las estructuras, desde la familia, hasta el Estado. El mundo parece unificarse bajo la acción de las comunicaciones y la explosión del conocimiento. La instantaneidad con que se viven las noticias, la sintonía con la que ocurren los cambios económicos, la monotonía con que se repiten en todo el mundo los mismos estilos industrializados de cultura, parece anunciar un mundo homogeneizado. Pero, simultáneamente, se está viviendo la decadencia de las ilusiones modernas y premodernas, se rompe la rama de las solidaridades tradicionales, los estados sienten la amenaza del separatismo, las identidades culturales se desdibujan. Los optimistas tienden a creer que la globalización habrá de imponerse para crear un mundo más unido. Pero, ¿a qué costo? Los pesimistas ven a la fragmentación como un proceso irrefrenable hacia la anarquía. Pero, ¿hasta qué límite?

Esto dicho hace veinte años, hoy tiene una vigencia absoluta. Termino diciendo que creo que el mundo que vendrá, es un mundo lleno de dudas, pero también lleno de oportunidades. Yo soy optimista. El hombre tiene la misma capacidad que tiene la naturaleza para adaptarse. De alguna manera, la sociedad se va a ir adaptando a estos nuevos desafíos, pero hay que estar preparados. Lo que no se puede es dejar que esto sea librado simplemente a la improvisación, o a los debates estériles o a las confrontaciones que no llevan a ningún lado, cuando tenemos que tener un mínimo de consenso. Y ese mínimo nos lo marca la ética, el compromiso con los valores fundamentales en los que creemos, con los que construimos lo que hemos logrado hasta ahora y con lo que vamos a conseguir lo que falta en los años que vendrán.

Por el Cr. Enrique Iglesias

Contenido tomado de la versión gravada por La ONDA digital.

Fuente: Cr. Enrique Iglesias, Mons. Daniel Sturla SDB y P. Eduardo Casarotti SJ. Foto de página, Sofía Ponce de León, tomado de la web -Conferencia Episcopal del Uruguay-.

*La Lectio Inauguralis es una tradición universitaria que se remonta a la Edad Media europea y celebra el inicio de cada año lectivo con una conferencia ejemplar. Esta tradición se mantiene particularmente en las universidades jesuitas del mundo. (web; Conferencia Episcopal del Uruguay)

La ONDA digital N° 667

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