Cinco puntos para caracterizar el Mercosur y la Alianza del Pacífico

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En primer lugar, es necesario ser conscientes de que estamos en una época de cambio en la que es muy difícil hacer previsiones y anticipaciones, si bien parecería que el mundo que se viene es un mundo llevado al proteccionismo, a la defensa de intereses por grupos, a los bloques y a la fragmentación. Un mundo muy complicado y quizás mucho más cruel que el que dejamos atrás.

Posiblemente haya oportunidad de mejorarlo, pero hoy por hoy las previsiones son: un mediocre crecimiento, una sociedad enojada y una economía confusa en el manejo de las políticas económicas. Estamos con tasas de intereses negativas, tenemos miedo a la deflación y queremos fomentar la inflación. Cuando uno mira todo eso se da cuenta de que es un mundo confuso, una sociedad descontenta y, por supuesto, tan violenta que tolera una situación como la que estamos viendo ahora en el Medio Oriente.

Tenemos 300.000 nacionales en Buenos Aires, la segunda ciudad de Uruguay, y nunca les dijeron a los uruguayos: “Sos uruguayo, andate”. Es muy importante recalcarlo cuando hablamos de las lecciones que nos ha dejado lo que hemos ido construyendo. El porcentaje de comercio es bajo, sí, pero somos fuertes exportadores de materias primas.

Entonces, lo primero es ser conscientes del mundo en el que tenemos que navegar. Es en esa conciencia donde la integración resulta muy importante: es necesario que América Latina esté unida. Va a ser mucho mejor navegar en convoy que navegar solos.

El segundo punto a considerar son las lecciones que va dejando la experiencia de la integración. Tuve la ocasión de conocerlas todas y en general, diría que hoy, cuando miro para atrás, creo que uno de los defectos que hemos tenido es haber sido excesivamente ambiciosos. La Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC), por ejemplo, fue en el fondo una copia del Tratado de Roma, pero no estaban dadas las condiciones ni tampoco preparados los actores. En 1960, cuando se discutió el tema en Montevideo, no había empresarios, vinieron después. Cuando los objetivos ambiciosos no se cumplen llegan las frustraciones — algo de lo que nos pasó con el Mercosur—, y con ellas, vienen los conflictos políticos y los desencuentros económicos. Entonces, lo primero es tener presente que cualquier cosa que hagamos debe estar enmarcada dentro de cierto realismo.

De todos modos, cuando miro ese realismo, me doy cuenta de lo siguiente: ¿Y las multilatinas? ¿Las 500 empresas que hoy trabajan en todos los países de América Latina? ¿De dónde han salido esos espacios? Con las dificultades y con las legislaciones actuales, hay 500 empresas que están trabajando en varios países de América Latina y ahora van a Europa y a los Estados Unidos. Entonces, en ese avance ha habido conocimiento y fue clave la posibilidad de aceptar movimientos de personas.

Ésta es la única región del mundo donde la gente se instala donde quiere con el pasaporte, si tiene. En ninguna otra parte del mundo puede existir ese tipo de movilidad que tenemos en América Latina. Por ejemplo, en Uruguay, tenemos 300.000 nacionales en Buenos Aires, la segunda ciudad de Uruguay, y nunca les dijeron a los uruguayos: “Sos uruguayo, andate”. Es muy importante recalcarlo cuando hablamos de las lecciones que nos ha dejado lo que hemos ido construyendo. El porcentaje de comercio es bajo, sí, pero somos fuertes exportadores de materias primas.

Hay que tener cuidado con los porcentajes. No podemos aspirar a tener los porcentajes europeos. Aquí exportamos las tres grandes cosas que forman el grueso: metales, alimentos y energéticos. Ahí hay una realidad, entonces, al hablar de cifras.

En tercer lugar, es importante recalcar la convergencia en la diversidad. Esto fue una felicísima frase de Chile, y el canciller de Chile tuvo mucho que ver con esto.

En el fondo, de eso se trata. En momentos en que aparecemos con distintas iniciativas movidas por la nueva coyuntura internacional, como es en el Pacífico, es muy importante mantener ese principio general. No puede sustituir las tareas que queremos seguir haciendo en la Alianza del Pacífico y en el Mercosur, no podemos ponerlo como pretexto para no hacer lo que hay que hacer de todas maneras: flexibilizar el Mercosur y, seguramente, la lista de cosas que tiene que hacer la Alianza del Pacífico es igualmente importante. Es un elemento que complementa, pero no sustituye el esfuerzo que habría que hacer dentro de cada esquema.

El cuarto tema es abundar en lo que dijo el canciller Nin Novoa sobre el tema del realismo. América Latina ha estado siempre tomada por un exceso de ideología. El mundo lo ha estado, pero América Latina también. Hemos ido aprendiendo, en materia de políticas económicas cuánto nos costó aceptar la flexibilidad del tipo de cambio, reconocer que no se pueden tener déficits fiscales sostenibles a largo plazo o aceptar que la inflación es mala. Todo ese tipo de cosas, más o menos, se han ido administrando. Nos quedan problemas de realismo en materia de relaciones internacionales en algunos países. En ocasiones, cuando me hablaban de realismo, decía que el país más realista es el país comunista más grande de la Tierra, China. Cuando quiso crecer y no podía hacerlo con las reglas del sistema de economía de mercado, adoptó el capitalismo más ortodoxo de la historia. Si queremos buscar realismo, ahí está. Es difícil, pero hemos ido avanzando y aún nosotros vamos a seguir adelante.

El quinto tema es qué hacemos en esa convergencia. Resulta muy importante abrir el diálogo de convergencia, así como lograr que los países de la Alianza establezcan las condiciones eventuales de una posible asociación con los países del Mercosur para tener una regla más o menos conocida. Creo que hay ciertas áreas en las que se puede comenzar a trabajar.

Por ejemplo, en materia de relaciones internacionales, los dos esquemas deben conversar. Si vamos a hacer una alianza entre el Mercosur y China, hablemos con la gente de la Alianza del Pacífico. En el tema relaciones internacionales, es necesario el diálogo para ver cómo procedemos.

Nos hace bien ver actuar concibiendo a la región como una unidad, sobre todo para evitar que nos fragmente la coyuntura internacional.

El tema de la infraestructura es fundamental. Ahí hay un campo enorme y ya empezamos. CAF se especializó fundamentalmente en los proyectos de infraestructura que inició el presidente Cardoso en Brasil, el IIRSA. Es necesario impulsar, sobre todo en momentos en que tenemos fondos baratos en el mundo. Endeudarse conviene, si es con bajas tasas de interés. También son muy importantes las cadenas de valor, que es lo que hacen las empresas multilatinas.

Las empresas extranjeras también hacen eso. Si no, vean la experiencia automotriz entre Brasil y Argentina: ahí estamos enfrentados a una realidad que se va perfeccionando. Es fundamental crear mecanismos de facilitación institucional de las cadenas de valor entre todos los países de la región. Ésa es una estupenda acción para llevar a cabo. Respecto de los recursos humanos y la tecnología, es muy importante que hagamos proyectos juntos. Es el gran desafío del futuro. Así como algo que mencionó Enrique: el tema de las habilidades. Está muy bien formar universitarios, pero recursos humanos con habilidades, competencias, skills. Estamos trabajando: hay un Consejo Privado de Empresas Privadas que trabajan en intercambiar experiencias en los temas de la productividad y la competitividad. Estamos trabajando en un proyecto que llamamos Puentes de Productividad, dentro de la región y con los países ibéricos.

Por último, es muy importante el tema de los servicios. Todo eso forma parte de las cosas que podemos hacer. Hay cosas para hacer y que se pueden empezar desde ya. La política tiene que estar presente, pero lo tenemos que hacer también con los sectores privados y la sociedad civil. El sector privado es clave: no hay integración sin sector privado. Tenemos que ponerlo dentro, con los principios generales de la política que corresponda aplicar. Si avanzamos en estos campos, en este clima de vinculación entre los esquemas, podremos hacer algo interesante en un mundo confuso y quizás más difícil que el que tenemos ahora.

Es importante que, a nivel de los países —y eso aplica al conjunto—, haya la conciencia de que debemos transitar hacia un modelo de transformación productiva con ventajas competitivas. Eso significa poner mayor énfasis en temas que son críticos, como la educación del siglo XXI, la tecnología, la innovación y la infraestructura.

El rol del sector privado es fundamental y no debemos quedarnos con los viejos conceptos. El comercio es muy importante, pero no trabajemos solamente en el comercio. En un proceso de integración dinámico, también es fundamental que haya un marco de políticas macroeconómicas razonable. Situaciones en las que una de las partes esté con un proceso de inflación muy alta y altas fluctuaciones cambiarias son difíciles de administrar en un acuerdo de integración.

Sin embargo, un nivel de homogeneidad razonable en materia de políticas macroeconómicas es condición necesaria pero no suficiente. Uno de los problemas fundamentales para avanzar en los procesos de integración es el de la escasa concertación de las respectivas políticas macroeconómicas.

Las debilidades de esa concertación han provocado en el pasado que algunos países, enfrentados a serios problemas macroeconómicos, apelaran a medidas proteccionistas que causaron desencuentros y frustraciones entre los socios del Acuerdo. Por eso es que, sin desconocer las realidades de cada país y las situaciones especiales a las que pueden enfrentarse, reglas claras para atender situaciones coyunturales y una progresiva concertación de las políticas macroeconómicas facilitan la profundización del Acuerdo y apuntalan la confianza entre sus países miembros, lo que es fundamental para asentar su credibilidad y el apoyo de los agentes económicos y de la opinión pública.

Por último, es preciso remarcar que éste es un momento de inflexión para América Latina, en el plano político, en el plano económico y en el plano de la integración.

Salvo pocos países que están en dificultades mayores y tienen que resolver el tema de corto plazo, afortunadamente el resto tiene la plataforma como para tomar en serio el proceso de transformación productiva con inclusión interna, y es el momento de reflexión para adaptar la integración a las realidades actuales.

Ojalá este tipo de debate se diera en ámbitos un poco más amplios de los hacedores de políticas públicas. Yo no veo en la cantidad de cumbres y de otros eventos que haya conciencia de la importancia de este momento. Como dije al principio, es preciso concretar la integración pragmática, desideologizada, con objetivos y con diversidad de ideologías. Esto no es un lujo, es una necesidad, si América Latina quiere volver a ganar el espacio. Hemos perdido importancia relativa en términos de lo que éramos veinticinco años atrás; por más que nos comparemos entre nosotros y veamos que nos está yendo bien, si lo hacemos con las zonas más prósperas, estamos a distancia.

Por Enrique V. Iglesias
Uruguayo. Economista. Ex canciller de su país. Dirigió la CEPAL, el BID y la SEGIB. Intervención  en ALADI sobre  “Convergencia en la Diversidad: Diálogo entre MERCOSUR y la Alianza del Pacífico”

 

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