Antes de la pandemia tuve la suerte y la alegría de ir varias veces con amigos a esa cantina. Siempre fuimos 2 o 3 los que repetíamos.
Nos reencontramos con vieja gente conocida. En algún momento fueron grandes amigos en otro club, en otra cantina y en otro barrio. Siguen siendo grandes amigos pero ya no compartimos las tardes ni la vida. Antes la pelota de basketball y las competencias deportivas eran lo que nos reunían.
Horas y horas, días y días, años y años dentro y fuera de una chancha de basketball. Compartiendo, jugando y compitiendo de lunes a domingo.
Nos divertíamos siempre gratis. Gratis. A su vez, alguien siempre nos pedía «vendan estas rifas, hay que colaborar con el club que tanto necesita». Así nos construimos. Así crecimos gracias al barrio. Antes los botijas eran con una
bicicleta y/o pelota bajo el brazo, jugando y recorriendo las calles, distribuyendo ruido y alegría o haciendo macanas de las buenas. Éramos parte del paisaje urbano, de la vida y de la rutina. Cuando alguien tenía el verano libre porque no se iba a examen festejábamos. De tarde se armaban los picados y de noche cuando se podía los asados. Las Ceibalitas no existían.
No crecimos en el Uruguay de las maravillas. No todo tiempo anterior fue mejor. Crecimos en un país gris con tintes oscuros. Somos la generación hijos de la dictadura, de los políticos rancios de las razias, del silencio neto e impunidad, del relanzamiento extremo del neoliberalismo, de la huelga de los maestros y de la represión en la puerta del Hospital Filtro con heridos y muerto. La selección uruguaya de fútbol solo amargaba. Menos los juveniles del mundial de Malasia que enamoraba y entusiasmaba. La cultura internacional para jóvenes era muy difícil que hiciera escala en nuestra capital, menos en el interior. El Papa y su revuelta de chorizos había desembarcado pero nunca nos conmovería. Solo nos dejó preguntando, ¿por qué tanta cruz en un país laico?. Era inimaginable que llegara un Mick Jagger, Paul McCartney, Slash o un Roger Waters entre tantos otros. La cultura uruguaya se resolvía en lugares reducidos o solamente en los tablados. Entre jóvenes uruguayos que queríamos patear y darle color al mundo no nos reconocíamos.
Un Uruguay de los 90′ eclipsado por Menem y su Punta del Este celestial condenado al fracaso como sucedió finalmente con la crisis económica y social en el año 2002. ¿Se acuerdan que nos preguntábamos como país si podríamos ser viables o no?. Bueno, esa pregunta ya es parte del pasado. Es lo bueno de la democracia, de la política y sus avances.
A esa cantina fui gracias a un amigo de toda la vida, hermano de la vida. Me dijo «vamos a esa cantina que te va a encantar». Así fue. Ambos somos 2 de los 3 amigos que antes de la pandemia supimos ir varias veces ahí.
En la misma encontré actividades culturales, bandas musicales, lectura de poemas, etc. Personas y familias de todas las edades a cualquier hora. Tempranas y tardes en la noche. Gente propia del barrio, club y ajenas. Música variada. Grupos humanos reunidos, charlando, divirtiéndose y conociéndose. Hombres y mujeres intercambiando e individuos solitarios en el medio del bullicio.
El club no solo es una cantina, fútbol y resultados deportivos. Han crecido y desarrollado infraestructura espacial y deportiva variada para todas las edades. Desde el club han volcado al barrio toda una política de integración, contención, soporte, promoción, progreso y desarrollo. Por medio de actividades deportivas y sociales que permiten fortalecer y darle identidad al barrio además de jerarquía. Ubicada en un sector urbano importante del territorio que tanto necesita y Montevideo precisa. Ellas y ellos le llaman Cultura de Barrio. El club es el Club Social y Deportivo Villa Española.
El club que recuerda a Obdulio Varela lo hace y construye su gente, no una sociedad anónima. Conozco muchos clubes que en una lógica solo funcional se han olvidado del barrio. Ingresar a estos clubes es como transitar por una estación de servicios o un supermercado. Funcionan pero no integran. Solo funcionan si tenés dinero.
Escuchar que el C.SyD Villa Española es intervenido por el MEC suena extraño y da asco. Sí, da asco. Es entendible porque es difícil confiar en un gobierno que carga sobre su espalda varios cuestionamientos fundamentados por presionar a la libertad de expresión de la prensa en Uruguay. Ahora que no se extienda a los clubes deportivos ni a otras ramas de la sociedad ni organizaciones.
Por eso es importante que desde todas las partes involucradas sean responsables y logren llegar a buen puerto. Cumplan, no envicien el reglamento y que la política no sea oportunista. Mantengamos la calma democrática. Que la pelota social del club no se manche y siga girando.
Que la política no destruya lo bueno de la política así quedamos todos de bigote pa’ arriba.
«Ya sufriste cosas mejores que estas…»
«y aquí ¡Gracias a dios! uno no cree en lo que oye…»
«querés faulear y arremolinar…»
«Alguna vez, quizá, se te va la mano…»
«y él ¡Gracias a dios!, tampoco cree en lo que oye…»
«preso de tu ilusión vas a bailar a bailar, bailar…» (1)
“¿Qué botines esperan ganar?
si nunca un perro mira el cielo…” (2)
(1) Extracto canción “Ángel para tu Soledad” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
(2) Extracto canción “Nuestro Amo juega al Esclavo” de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Título de nota hace referencia a extracto de canción de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota.
Por Andrés Legnani
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