Bolivia y su “ser democrático”

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Carlos Decker-Molina

Hace unas semanas escribí que no votaría en las elecciones presidenciales de Bolivia. Mis razones son, sobre todo, éticas: hace más de cincuenta años que no vivo en mi país y, por tanto, no cumplo con las obligaciones que todo ciudadano debería asumir.

Algunos lectores de ese texto me dijeron que ya no soy boliviano y que, en consecuencia, debería ocuparme de los asuntos del país donde resido, es decir, Suecia.

Mi patria es Bolivia; mi hogar, Suecia.
Bolivia vive en mí: es la cocina de mi abuela, la 
Huérfana Virginia que mi madre cantaba de cuando en cuando, el olor a eucalipto de Parotani, el frío de la puna orureña y el abrazo cálido del sol tropical de Santa Cruz. No se trata de pasaportes, emblemas o certificados de votación, sino de pertenencia.

Bolivia tiene ahora un nuevo gobierno encabezado por el Partido Demócrata Cristiano (PDC), que no es el viejo MAS ni la democracia cristiana de Remo Di Natale. En Bolivia es posible adquirir la personería jurídica de un partido inscrito ante el Tribunal Supremo Electoral para participar en elecciones sin pasar por el largo proceso de recolección de firmas y trámites de reconocimiento. Por eso, el PDC de Rodrigo Paz Pereira no debe confundirse con aquel partido histórico.

¿Es acaso la segunda vida del extinto MIR, solo porque Rodrigo es hijo de Jaime Paz Zamora, uno de sus fundadores? No necesariamente. En una entrevista con El País de España, Paz Pereira se definió como un político de centro, “ni de derecha ni de izquierda”. Será la ejecución de su programa la que revele su verdadera orientación ideológica.

El MAS, en cambio, fue electo durante dos décadas —con un breve y desastroso interregno de gobierno provisional— bajo el discurso de una izquierda popular que terminó atrapada por el autoritarismo. El sistema democrático que lo llevó al poder fue luego manipulado: la Constitución cambió y las instituciones, que nunca fueron plenamente independientes, acabaron como brazos extendidos del poder central. Ese mismo brazo, convertido en bumerán, terminó por sepultar políticamente al propio Morales.

El retorno del “hecho democrático”

La elección de Rodrigo Paz Pereira representa un retorno al hecho democrático. Ya en la primera vuelta, el país había expresado esa voluntad al sepultar los fragmentos en que quedó reducido el MAS, símbolo no de la izquierda democrática, sino del autoritarismo disfrazado de indianismo.

El “cambio nuevo” que se manifiesta hoy no significa la desaparición de los problemas estructurales que el MAS prometió resolver. Muchos de ellos quedaron pendientes. El principal desafío es lograr una verdadera complementación nacional y un diálogo sincero con la Bolivia diversa que también votó por Jorge “Tuto” Quiroga.

No se puede ignorar que el 40 % de los electores cruceños respaldó a Paz Pereira. Ello demuestra que no hay una contradicción insalvable entre el occidente colla y el oriente camba. Bolivia es una sociedad abigarrada, dividida más por clases que por etnias, y habitada por mundos que se tocan sin conocerse del todo.

Bolivia no puede reducirse al barrio Sur de La Paz, a Queru Queru de Cochabamba o al Santa Cruz ganadero. Bolivia es también el cuarto y quinto anillo, los barrios populares de la Coronilla o San Miguel. Confundir el barrio con el país es confundir las gotas de agua con el mar: el mar de la Bolivia chola que también produce ilustrados, médicos, ingenieros, periodistas, politólogos y emprendedores.

Los asesores de Rodrigo Paz —quienesquiera que sean— entendieron mejor que los de Quiroga el vacío que dejó el MAS. Y supieron evitar la trampa de repetir su política, tanto en el plano económico como en el identitario.

Las dos Bolivias

El PDC comprendió que Bolivia no es solo indígena ni solo criolla: es el indígena, el cholo, el criollo y el hijo de inmigrantes europeos o asiáticos. Es un mosaico de culturas, léxicos y geografías: occidente y oriente, puna y trópico, ciudad y campo.

La Bolivia representada por Jorge Quiroga —cada vez más reducida— es señorial, vinculada a Miami, la capital simbólica de los nuevos ricos del continente. Con frecuencia arrogante y clasista, no supo comprender que los votantes del MAS, esa nueva clase media indígena y la burguesía chola de El Alto, dieron un salto hacia la política no para defender su identidad étnica, sino sus intereses económicos y comerciales.

Orgullo democrático

Como boliviano afuerino, este proceso electoral que culminó el pasado domingo en su segunda vuelta me llena de orgullo. El MAS desapareció, no por un golpe militar, una revolución o una asonada, sino por el peso de sus propios errores y el juicio de las urnas. Fue su propio líder y los votos del pueblo quienes lo sepultaron. Hoy, el MAS carece de representación significativa en el Parlamento.

La victoria de Rodrigo Paz es consecuencia de la madurez del electorado boliviano, que no votó por una nueva ruptura social, sino por la complementariedad. Bolivia lo ha hecho mejor que Argentina, Ecuador y El Salvador: ha confirmado, una vez más, su ser democrático.

 

 

 

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