Policrisis, antisistema y el nuevo «1989» de Occidente

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    Nikos S. Panagiotou/ ¿Dónde se encuentra Occidente hoy? ¿Se encuentra en su propio 1989? Así como la caída del Muro significó el fin de un mundo, ahora los pilares de la estabilidad y la democracia se ven puestos a prueba por una combinación de crisis que se retroalimentan y transforman radicalmente el panorama. La «nueva normalidad» se compone de múltiples crisis: guerras, inflación, inestabilidad energética, cambios tecnológicos. Occidente no se enfrenta a una sola crisis a la vez, sino a todas juntas. Esta es la esencia de las crisis múltiples: no se suceden una tras otra, sino que se entrelazan y crean un entorno permanente de inseguridad.

Occidente no se enfrenta a una sola crisis a la vez, sino a todas ellas a la vez. Esta es la esencia de la policrisis: las crisis no se suceden una tras otra, sino simultáneamente, entrelazándose y creando un entorno permanente de inseguridad.

El auge del antisistema- En este clima, la desconfianza en el sistema político está en alza. Se acusa a las instituciones, los partidos y los medios de comunicación de no ofrecer respuestas. La ciudadanía recurre a voces «antisistémicas», desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, a populistas o conspiranoicos que prometen una ruptura radical. Esta dinámica no solo es un auténtico estallido social, sino que también se ve reforzada por cuentas no especificadas en redes sociales que difunden desinformación, promueven la polarización y buscan perturbar la cohesión social. El antisistémico ya no es marginal; se está convirtiendo en un movimiento político dominante.

Francia: el laboratorio de la crisis- La crisis francesa es un microcosmos típico de la multicrisis. Combina la crisis energética, la crisis inflacionaria y la crisis más amplia del modelo capitalista moderno en una globalización que ha transformado las correlaciones geopolíticas. En esencia, afecta al Estado de bienestar, provocando una crisis del gasto público y una urgente necesidad de ajuste fiscal, como en Grecia.

Francia, con bases económicas y sociales sólidas, se está convirtiendo en el espejo de una profunda prueba europea: el debilitamiento del Estado de bienestar y de los servicios públicos, que florecieron después de la guerra, muestra que el propio «Estado protector» está siendo puesto a prueba.

El caso francés parece un avance de un mundo nuevo, duro e incierto, que se redefinirá sin la red de seguridad pública. Con mayores límites de jubilación, con un panorama laboral reconfigurado por la IA, con el esfuerzo individual y la superación personal como criterio. El bien común como valor político y social pierde su brillo. Y con él, el tríptico de la modernidad se desdibuja; al final, solo la libertad puede permanecer, despojada de la igualdad y la fraternidad.

La guerra en Ucrania no terminará fácilmente – Ucrania no es solo un frente más. Es el terreno de juego para el equilibrio global. Rusia y otras potencias que acechan revanchistamente entre bastidores ven la inestabilidad de Occidente como una oportunidad histórica. No se trata solo de territorio o fronteras. Es el choque de dos modelos: la democracia liberal y la narrativa autoritaria revisionista. Y este choque no se resuelve fácil ni rápidamente.

El futuro de Occidente – El desafío es claro. Si Occidente no logra reconectar a los ciudadanos con la democracia, invertir en transparencia y cohesión, y transformar la innovación tecnológica en un arma de progreso en lugar de una herramienta de desigualdad, corre el riesgo de perder su ventaja estratégica. Pero si aprende de las múltiples crisis, puede reescribir las reglas del juego.

La comparación con 1989 es inevitable. Entonces se derrumbó el Bloque del Este. Hoy, las pruebas se centran en Occidente. 1989 cambió el mundo. 2025 podría anunciar una nueva era incierta. Que se describa como el declive o la renovación de Occidente dependerá de la persistencia de las democracias.

*Profesor del Departamento de Periodismo y Medios de Comunicación de la Universidad Aristóteles de Tesalónica

 

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