Castelao definía a la revolución española como antiimperialista, la primera revolución antiimperialista donde estuvo el centro de un imperio en el que no se ponía el sol, el más antiguo de los imperios donde no se ponía el sol. Por eso el resplandor de esa revolución es mayor que el de otras, que se dieron en otros eslabones débiles, circunstanciales o definitivos, de la cadena imperialista. El 20 D, la revolución española obtuvo su primera victoria electoral general en casi ochenta años. Fue, para lo que últimamente las agencias han vuelto a llamar Occidente y para una parte de «Oriente», lo más importante de este año.
No nos importa más la víctima de un atentado en París que la de un bombardeo en Hanoi, un sabotaje en Tianjin, una bomba en el Bolshoi o en un vuelo de Cubana de Aviación, pero Lenin, Deng y Ho abrevaron exiliados en París y a Fidel lo entrenó Bayo, llegado a México desde las montañas guerrilleras de Asturias. Aquel imperio, en nosotros, desde un cauce más hondo, sigue determinando, porque la lengua es el imperio, como dijo Nebrija.
En ese cauce más hondo decía Lorca que el Dosto fue «mucho más padre de la revolución rusa» que Lenin, así como unas elecciones en España -decimos nosotros (del 36 o del 2015)- determinan más que alguna que otra en países nuestroamericanos, aunque el primer plano revolucionario haya sido Lenin, Guevara, Chávez, sea Lula, Ortega, Evo, Rafael… De pronto esa incidencia de tal centro cultural ancestral y político, no es tan visible hasta que no la medimos en intenciones: Todos los medios dominantes de Iberoamérica, te cambiaron la impunidad en el país de la transición dispuesta por Franco, tal cual, Franco-Borbón, «atada y bien atada» (Franco dixit), por el castigo de cuantos gorilas del plan Cóndor pudieras. A eso se dedicó la Audiencia Nacional auspiciando y expulsando a Garzón.
Al líder de Podemos, Pablo Iglesias (homónimo del significante socialista de la República), no pudieron venderle los espejitos de colores de un cómodo 6 %, del tamaño electoral marcado por Carrillo (aquel que supo negociar con Fraga peor que Cuauhtémoc con Cortés). Podemos salió a ganar, fue partido a partido. Con su formación mediática, Iglesias advirtió qué símbolos correspondían en cada momento a las dos tácticas y a la estrategia, para erigirse en opción de gobierno y de poder, quebrando el bipartidismo otanista. Se alzó con más de un 20 %, que es mayor al 18% que obtuvo nuestro Frente Amplio cuando dio ese mismo paso en 1971 (distinto; Podemos no es estrictamente un frente, ni la amalgama de éste con un movimiento, ni logró todavía la unidad de toda la izquierda sin exclusiones, aunque va en camino -en buen camino; plebiscitándola en las urnas- y los autoexcluidos son menos -y por temas menores-, que aquí lo fueron por la cuestión de los medios de lucha o de las vías de la revolución).
A la derecha le falló la operación Ciudadanos y por primera vez, en generales, desde aquellas históricas de 1936, volvió a avanzar la izquierda en España. Ya es nuestra marca mayor por bastante tiempo. España desatada, bien desatada.
Por JOSÉ LUIS GONZÁLEZ OLASCUAGA
Periodista y escritor uruguayo
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