¿Quieren los uruguayos organizar un mundial?

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La pregunta del título parece estúpida. La respuesta ya la dio el presidente Tabaré Vázquez: exactamente en 2030. A la gente le gusta el fútbol, le vendrá bien al turismo. ¿A qué preguntarse tal cosa?

Pero no es ocioso que eso se pregunte. Que se le pregunte a los uruguayos. Está en juego la profundización de la democracia, por ejemplo. Votar gobiernos está muy bien. Hacer funcionar gobiernos locales, estupendo. Invitar a la participación, también. Pero la profundización de la democracia también implica la democratización de la toma de decisiones.

Existe por ahí un ideal de que todas las resoluciones las tome una multitud movilizada. Eso es poco probable que se mantenga, porque por suerte la gente tiene cosas mejores que hacer que preocuparse de pequeñeces. Y conviene que los temas sean estudiados y se les de coherencia.

mundial-2030Pero algunas cosas conviene que se debatan ampliamente. Es de izquierda, si no porque sea un atajo para una sociedad futura, sí porque muestra que confiamos en la gente. El mundial es una de ellas.

Tabaré Vázquez en su primer gobierno lanzó la iniciativa, pero como una promesa, no una consulta. Argentina también se postulaba, así que se llegó un acuerdo: nosotros no podíamos con todo y a ellos les convenía el centenario de la copa para reforzar su candidatura. Ahora, un pr de presidencias después, Vázquez y Mauricio Macri vuelven a acordar el tema. Suena simpático. Nos merecemos una fiesta si las metas planteadas se logran para esa fecha.

¿Pero acaso no era igualmente obvio que a los brasileños les gusta el fútbol e iban a festejar un mundial en casa? Y algunos sí, pero a raíz de ese mundial se iniciaron las movilizaciones multitudinarias. en realidad, un año antes con la Copa de las Confederaciones. La chispa la pueden haber lanzado un grupo de agitadores, pero prendió por todo el país. La prensa titulaba: “Rechazan los gastos excesivos y exigen viviendas y transporte de calidad.” Y no se apagó. Estudiantes de San Pablo, siguieron, evidenciando una ruptura entre el gobierno y parte de la juventud y la izquierda que debilitó al PT, casi le cuesta la elección y dejó al segundo gobierno de Dilma Rousseff sin apoyos masivos, a merced de los vientos.

Desde entonces, se conocieron oficialmente los manejos de la FIFA. ¿Queremos ser parte de eso? Hubo renovación de autoridades, pero en la Comebol quedó de presidente otro paraguayo del estáblishment y en la FIFA otro suizo del estáblishment. ¿Queremos? Al menos tenemos que reconocer que no se tratará de una gesta deportiva de esforzados atletas, sino de un negocio con muchos derrames hacia cañerías oscuras.

Un mundial cuesta mucha plata. No sólo en estadios, se requiere un aeropuerto con más de dos mangas, caminos, hotelería; una lista larga de cosas. Mucha inversión. Plata que en un país del tercer mundo siempre va a encontrar destinos más apremiantes.

Y en uno del primero también. El primero de este mes se conoció que Estocolmo, capital de Suecia, renunció a su postulación para los juegos olímpicos: “El consejo municipal de Estocolmo efectuó un cálculo de los gastos que implicaría traer los Juegos Olímpicos de Invierno a esa ciudad y los cotejó con las posibles ganancias. Dedujo que el costo sería demasiado alto y no tendría sentido mal gastar el dinero de los contribuyentes en celebrar ese evento deportivo. Sobre este tema en particular, el alcalde Sten Nordin enfatizó ‘no puedo recomendar a la asamblea municipal dar prioridad a la realización de un evento olímpico si tenemos otras necesidades de la ciudad, como la construcción de más viviendas’.”

Dichas estas cosas, se pueden acumular numerosos argumentos a favor del Mundial del Centenario. Seguramente haya bastante gente tratando de cuantificar el rédito en exposición pública del país, en turismo, en infraestructura que dejará, etc. Y probablemente sea una buena apuesta. Probablemente debamos intentar que nos voten. Probablemente hacerlo sea la mejor manera de recaudar para poder construir viviendas.

Lo que se pregunta aquí no es si conviene, sino si los Uruguayos lo quieren. Si dicen que sí, las inevitables protestas que desde el 2013 acompañarán estos eventos serán desde ya desautorizadas porque el tema estará laudado. Si no se pregunta, nos habremos comprado un problema.

Por Jaime Secco
Periodista Uruguay

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