El falso dilema de la educación

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Hoy en Chile se ha instalado un falso dilema sobre la posibilidad de dar educación gratuita a todos los estudiantes. Recordemos que esta demanda nacional, impulsada por los estudiantes y la ciudadanía por ya más de una década, fue asumida como una de las principales tareas programáticas del gobierno.

Sin embargo, como ya es común en todo lo prometido durante la campaña presidencial, todas las demandas de la sociedad han sido paulatina y descaradamente desechadas bajo distintos argumentos, y al calor de los aplausos de la derecha. Esto pasó con las demandas laborales, con los cambios al régimen tributario, la modificación del sistema de salud y de pensiones, y un largo etcétera.

RicardoFarruEn materia de educación, el máximo exponente de esta verdadera falacia montada por el Gobierno es el Ministro de Economía Rodrigo Valdés, quien recién aseguró a los medios nacionales que la mentada reforma de gratuidad sólo avanzará en la medida que las arcas fiscales lo permitan, ya que el país tiene muchas otras necesidades igual de urgentes.

El ministro, una lumbrera de la economía, acaba de descubrir y comunicarnos el principio más básico de esta ciencia social: “necesidades múltiples, recursos limitados”

Gran descubrimiento, gran avance para Chile, gran retroceso para nuestra vapuleada sociedad y sus anhelos de desarrollo, igualdad y bienestar.

Pero lo que ni el Ministro, ni la presidente, bajo cuyo supuesto mandato actúa y habla Valdés, entienden o, simplemente no quieren entender, es que ese dilema es falso de falsedad absoluta.

Ellos, junto al resto de los actores de esta farsa que hace millonarios a los dueños de la educación y endeudados de por vida a los educandos, sólo han construido un sofisma de peligrosos alcances.

Y lo anterior es bastante fácil de comprobar.

Chile es un país cuya estructura productiva de exportación está basada fundamentalmente en la producción de materias primas sin mayores procesamientos –el cobre es casi el 50%-, frutas, madera y vino, actividades todas sujetas a los vaivenes económicos cada vez más continuos y profundos de un mundo globalizado, inestable y entregado al mandato del gran capital internacional. Por ello, no se puede esperar que nuestro país sea capaz de mantener un ritmo constante de crecimiento bajo una estructura productiva incapaz de generar productos de alto valor agregado que permitan sortear de mejor manera las crisis globales.

El Ministro, y por cierto la coalición que lo respalda, pretende engañar a la ciudadanía con un argumento que nace de la ingenuidad más increíble, o de la subordinación más absoluta a un modelo neoliberal que perpetúa ad eternum una brutal concentración económica, donde un 1% de la población recibe el 30% de los ingresos.

Es la misma concentración que permite manipular conciencias políticas bajo la modalidad de pagos (aportes) directos o subterráneos y manipulación de las conciencias nacionales bajo el concepto desinformativo del duopolio de los medios de comunicación.

Concentración basada en la propiedad de ingentes recursos productivos, financieros y de servicios cruzados así como de una educación de calidad relativa sólo para esa misma élite, lo que asegura su auto reproducción y mantención del statu quo social, donde el concepto “meritocracia” no pasa de ser una fantasía, la zanahoria delante del burro para que la carreta siga avanzando y una educación deficitaria para la gran parte de la población, lo que permite mantener mano de obra barata, componente esencial de las utilidades de muchas empresas y gran negocio para la banca por el alto nivel de endeudamiento de millones de chilenos, que al final del día trabajan para pagar préstamos y que al final de sus vidas reciben pensiones miserables para vivir peor que antes.

Por esta vía, la Concertación, perdón, la concentración económica, permite sustentar un modelo político, financiero, productivo y educativo basados en el mantenimiento de condiciones que impiden investigación amplia y constante, dejando espacio a un emprendimiento enano, que sólo permite el emprendimiento de bajo valor agregado o, a lo sumo, el de valor añadido.

Y esto hace llegar al Ministro y al resto de los economistas nacionales adscritos al neoliberalismo, ya sea disfrazado o desembozado, a la conclusión de que la gratuidad es un elemento difícil de alcanzar y que depende de los eventuales períodos de bonanza que puedan llegar al país por un alto precio del cobre, o sea, nunca, ya que ese excedente hay que guardarlo para el próximo ciclo de vacas flacas.

La solución es fácil, pero requiere de mucha valentía, independencia y decisión política, poniendo de una vez por todas los bueyes delante de la carreta.

Eliminen la Ley Reservada del Cobre, eliminen los sueldos abultados a los parlamentarios, eliminen las ganancias descomunales que obtienen las AFP´s, eliminen a los parásitos que cargan inútilmente el aparataje estatal, eliminen las enormes cantidades de dinero regaladas a instituciones de educación privada y a los sistemas de salud privada y destinen parte de esos recursos a una educación gratuita universal y de calidad, destinen recursos a la investigación científica, a becar a muchos jóvenes en el extranjero en estudios útiles para el desarrollo productivo de alto valor agregado y, de una vez por todas terminen con el mito de que la única salida de la pobreza son las carreras universitarias, cuando en los países desarrollados las carreras técnicas también son una gran alternativa de vida.

En ello radica el “dilema” impuesto por el Gobierno, vía Ministro de Hacienda: como no hay recursos no se pueden implementar las reformas prometidas. Su falsedad radica en que los recursos sí existen, pero su uso implica afectar los intereses de grupos interesados, grupos económicos y grupos políticos.

Si esto se hiciera, en una generación o generación y media, Chile tendría profesionales capaces de producir celulares, televisores, autos u otros productos de exportación que permitirían tener abultadas arcas fiscales y, por defecto, educación gratuita, buena salud, pensiones dignas al final de nuestras vidas y, obviamente, un país más amistoso para con sus propios habitantes, donde los méritos y la inteligencia de cada cual marcaría su destino y no como ahora, donde la cuna, el colegio y las relaciones sociales te van a mantener en el 20% privilegiado o en ese 80% que se endeuda cada día para mal vivir.

Pero, repito, eso requiere de una valentía que ni nuestra élite empresarial, ni mucho menos la casta política tienen, simplemente porque un paso de esa magnitud los pone entre la espada y la pared de sus supuestos méritos propios contra sus actuales (des)méritos heredados.

Por Ricardo Farrú
Director del periódico El Pilín cl.

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