Lo que nos jugamos el primero

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El próximo domingo Primero de Junio, bien tempranito, llueva o truene, llegaré a mi circuito electoral credencial en mano y con mi voto quemándome el bolsillo. Y como tantos uruguayos, votaré con un ojo puesto en las elecciones nacionales de octubre y en el balotaje de noviembre.

En lo inmediato, estará en juego la distribución de fuerzas al interior de nuestra colectividad política y nada menos que el nombre del candidato único del Partido. Pero esta elección es bastante más que eso. Es el primer paso de una carrera que nos llevará a disputarle el gobierno al Frente Amplio. Es el primer episodio de un proceso destinado a darle un rumbo cierto a la conducción del país.

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Por eso, las internas del Partido Nacional, despiertan –o deberían despertar- la expectativa de la opinión pública nacional. Es mucho lo que está en juego para el país todo.

El gobernante Frente Amplio, ya se sabe que ofrecerá más de lo mismo, viejo, conocido y padecido. Doble ración de Tabaré Vázquez. ¡Otra vez sopa!

El Partido Colorado consolidará en estas elecciones primarias el proceso de renovación que comenzó tras la declinación del liderazgo de sus principales referentes: Jorge Batlle y Julio Ma. Sanguinetti.

Todos los pronósticos aseguran una holgada victoria de Pedro Bordaberry. Pero también adelantan que la tradicional colectividad, que fue gobierno durante la mayor parte de la vida del Uruguay independiente, no ha logrado recuperar su histórico arraigo popular mayoritario.

Del Partido Independiente ¿qué se puede decir? Sigue siendo una expresión testimonial que no ha logrado disputarle el liderazgo de la “izquierda” al oficialista Frente Amplio. Con un solo contendiente, la elección interna del Partido Independiente es apenas un trámite para legitimar la conducción de su candidato Pablo Mieres.

Así las cosas, las miradas, necesariamente, se vuelven hacia el Partido Nacional. Primero porque todo parece indicar que será el desafiante del Frente Amplio en octubre y noviembre próximos, cuando se defina la suerte del país por los siguientes cinco años. Segundo porque es la única interna real y competitiva.

La interna nacionalista es históricamente cambiante y pendular. Y, por lo tanto, emocionante y enigmática.

Si bien las figuras de Herrera y Wilson han pasado a ser patrimonio de todo el Partido Nacional y su legado a permeado todos los sectores de la colectividad y se ha derramado incluso hacia otros partidos, en el imaginario blanco es innegable la existencia de dos alas diferenciadas que pugnan por ser mayoría. El senador Jorge Larrañaga se propone volver a captar la mayoría partidaria que ganó en 2004 y perdió en 2009 frente a Luis Alberto Lacalle.

Por su parte, el hijo del ex presidente y actual diputado, Luis Alberto Lacalle Pou, ha logrado capitalizar gran parte del Herrerismo –o del lacallismo-, corriente que pareció entrar en dispersión cuando el ex mandatario anunció su renuncia a la presidencia del Directorio y a una nueva candidatura presidencial.

La interna nacionalista se completa con las candidaturas de Alfredo Oliú, militante blanco desde la niñez, hijo del inolvidable Fernando Oliú, y de un casi desconocido Álvaro Germano. Hay para todos los gustos.

Pero, cortando grueso, lo que se estará decidiendo es: ¿Larrañaga o Lacalle Pou? ¿Lacalle Pou o Larrañaga? ¿Cuál de los dos es el más apto para enfrentar a Tabaré Vázquez en el casi seguro balotaje de noviembre? ¿Cuál genera menor margen de rechazos a la hora de encabezar una cruzada que deberá sumar votos blancos, colorados, independientes, indiferentes, rebeldes y arrepentidos, en una elección nacional con voto obligatorio?

Y finalmente, pero no menos importante: Si el Partido Nacional logra el gobierno, ¿cuál de los dos candidatos ofrece mejores garantías para lidiar con dirigencias sindicales incondicionalmente alineadas con el Frente Amplio y con sectores empresariales que defienden sus propios intereses, o para lograr consensos políticos y sociales indispensables para llevar al Uruguay por buen camino?

Así las cosas, para un blanco resulta inexcusable faltar a la cita del domingo primero, o acudir a ella sin el compromiso de hacer lo que su conciencia le dicte a favor, ya no del Partido, sino del país. Nada menos.

Por Anibal Steffen
Columnistas del Semanario la Democracia

La ONDA digital Nº673

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