Figurantes para tongos se necesitan…

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Figurantes y tongos – En el mundo del espectáculo los figurantes, extras, comparsas o partiquinos son personas sin categoría de actor que solo aparecen de fondo y no pronuncian palabra. En la tradición teatral y operística los figurantes forman la base de un conjunto de «meritorios», generalmente mal pagados (si es que se les paga) y no reconocidos pero que resultan indispensables para el montaje de una representación teatral. El tongo, en tanto, sirve tradicionalmente para designar una trampa que se hace en carreras o encuentros deportivos, en los que un competidor se deja ganar porque se ha vendido a quienes “arreglaron” el resultado.

Sin embargo, existe otra acepción de “tongo” que es la que ahora nos interesa: se trata de una competencia o supuesta competencia que ha sido arreglada de antemano pero donde el ganador o los ganadores deben aparecer surgiendo de una puja limpia. Para esto, figurantes o comparsas son fundamentales. Sin ellos no se puede montar el espectáculo donde la trampa resulta disimulada.

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Existen dos tipos de figurantes o comparsas funcionales a estos tongos: los que se prestan a sabiendas a jugar el papel de extras, ya sea porque les reconocerán algún mérito en otra actividad o la misma a futuro o bien porque son amigos del caballo o la yegua del comisario y por eso se prestan al espectáculo, y los incautos que creen estar compitiendo en una lid en donde serán estafados sin recibir nada a cambio. Estos últimos, muchas veces, ni siquiera advierten (o no quieren advertir porque duele) que han sido defraudados.

El arte del tongo y de la estafa requiere, precisamente, que las víctimas y los espectadores no perciban el truco y, en todo caso, si lo advierten conseguir que se resignen y no hagan público su malestar. La resignación y el aguantarse en el molde puede ser el resultado de una actitud conformista o de una intencionalidad también dolosa (como en “el cuento del tío”) pero muchas veces proviene del temor porque en todo tongo hay una parte ominosa y amenazante: quien denuncia o protesta, será excluido y no podrá participar en el futuro y si lo que está en juego es muy importante o sustancial podrá sufrir otras represalias.

Todos los sistemas de reclutamiento y selección de personal tienen márgenes que permiten, o por lo menos que no impiden, tongos y acomodos por lo que es sano estar prevenidos. En las organizaciones e instituciones patrimonialistas, donde el poder se maneja en forma más o menos omnímoda, los tongos pueden ser justificados pero no necesitan del ocultamiento. El clientelismo y otras prácticas corruptas para manejar el acceso al mundo del trabajo pueden ser disimulados pero también necesitan cierto grado de público reconocimiento.

Figurantes imprescindibles- En cambio, en los sistemas presuntamente objetivos y bien reglamentados: sistemas de concursos, llamados públicos, evaluación de méritos, pruebas, presentación de proyectos y su defensa, en instituciones públicas, puede haber lugar para el tongo pero tiende a estar cuidadosamente disimulado y ahí es donde los figurantes o comparsas adquieren todo su valor para quienes quieren manipular los resultados. La presencia de figurantes es capaz de legitimar a priori una competencia arreglada.

Si la candidata o candidato cuya contratación ya está pre decidida corre en solitario aunque tenga los méritos y la idoneidad para desempeñar el cargo será inevitable la sospecha de tongo aunque no lo haya. La competencia, como motivo rector de cualquier sistema tecnocrático y gerencial requiere que haya ganadores y perdedores pero para esto, si no hay perdedores no existe competencia. Por otra parte, la competencia enaltece la oferta. Valorizar un trabajo según estas teorías de mercado requiere que haya muchos competidores ansiosos por desempeñarlo.

Entre lo que los manipuladores del acceso al trabajo procuran evitar se encuentran las competencias con muy pocos participantes o, lo que es peor, una carrera con un solo pingo, porque en esas circunstancias la manipulación (si es que existe) será más obvia. Asegurarse buena cantidad de figurantes es un objetivo que, a veces, entra en contradicción con otro de los requisitos del tongo.

En efecto, convocar para un trabajo en forma muy amplia y atractiva (requisitos asequibles, buena remuneración, buenas condiciones de trabajo, buenas perspectivas de futuro, etc.) atraerá muchos aspirantes y en los sistemas gerenciales esto es manejable mediante la aplicación de pruebas psicolaborales carentes de validez, entrevistas de selección y otros procedimientos que les permitirán esterilizar la demanda. Sin embargo, las convocatorias muy amplias llevan tiempo y trabajo y no son eficientes cuando lo que se procura es proveer un trabajo especializado o acotado.

Si quienes deciden han optado de antemano por alguien siempre pueden “vestir” el llamado mediante unas bases o requisitos hipertrofiados y preparados a la medida del ganador. Esto les asegurará que se presenten ingenuos figurantes muy calificados que decoran el proceso o aspirantes francamente irresponsables que serán fáciles de filtrar.

En el ámbito público, como lo ha denunciado el Dr. Conrado Ramos, es práctica corriente este tipo de llamados amañados para cargos presuntamente técnicos que terminan recibiendo un tratamiento como si se tratase de cargos políticos de particular confianza. Es decir, primero tengo el candidato, después diseño el llamado y consigo los figurantes o le pido al elegido que los consiga entre sus amistades. Finalmente evaluaciones y pruebas son de mero trámite porque todo termina con la designación del acomodado.

Por aquello de que las cosas no solamente deben ser buenas sino que además tienen que parecer buenas, es inevitable que despierten sospechas ciertos llamados que se hacen en campos típicamente multidisciplinarios pero donde se establecen “perfiles” del cargo y requisitos en cuanto a titulación, experiencia, publicaciones, etc. que notoriamente han sido diseñados sobre la base del curriculum vitae de una persona que, seguramente, se encontrará entre los aspirantes y ocupará el primer lugar cuando se conozcan los resultados de la evaluación tribunalicia. Este tipo de fenómenos es común en las universidades y si se examina lo que se exige se ve, en demasiados casos, que los requisitos para cargos de ingreso a la carrera docente (generalmente reservados a estudiantes por su índole formativa) tienen exigencias que harían temblar a más de un catedrático de gran experiencia.

El carro del Chaná – Los tongos pueden llegar a caer en la esfera de lo doloso pero, por lo general, son faltas éticas cuya comprobación y corrección carece de organismos a los que los denunciantes o las víctimas puedan recurrir. Por eso proliferan tanto como la indiferencia ante su comisión. De hecho los tongos se producen aunque no exista una relación directa con la importancia de los cargos cuyo acceso se manipula. Sin embargo, aunque lo que esté en juego sea modesto, mal remunerado o de prestigio incierto, el tongo vulnera derechos, defrauda expectativas legítimas y entraña un perjuicio a la sociedad, a través del descaecimiento de la ética y de la transparencia, independientemente de la magnitud de la falta.

Hace unos meses, el Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca decidió que una pequeña cooperativa agropecuaria ubicada en el departamento de San José, necesitaba un profesional antropólogo para la dilucidación de un problema para el cual tal especialista parecía lo más apropiado. Las familias cooperativistas sufrían la pérdida de los jóvenes que abandonaban el campo y el envejecimiento natural de la fuerza de trabajo empezaba a poner en cuestión el emprendimiento.

La oferta era realmente exigua: un par de jornadas mensuales en la cooperativa (se exigía locomoción propia) y una remuneración bajísima pero aún así una media docena de profesionales respondieron al llamado. Fueron citadas para una entrevista (todas a la misma hora) en el local prestado por una cooperativa lechera ubicada en la ciudad de San José. Todas llegaron puntualmente y para su sorpresa fueron entrevistadas de a una en forma sucesiva de modo que el proceso demandó toda la mañana (el desprecio por el tiempo ajeno es característico). Al principio y mientras esperaban su turno, las aspirantes, todas antropólogas jóvenes graduadas y algunas de ellas locatarias, pensaron que una de las convocadas no había asistido pero después se dieron cuenta de que una señora mayor había sido convocada una hora antes y se había retirado discretamente al momento de la llegada de ellas.

Los entrevistadores eran una especie de panel compuesto por el presidente de la cooperativa y un acompañante más un par de estudiantes de agronomía y/o veterinaria que parecían formar sus apoyos técnicos. A las entrevistadas no les costó darse cuenta que se trataba de una instancia de mero trámite y no les resultó sorprendente el correo electrónico que cada una recibió semanas después agradeciendo la concurrencia, señalando que su perfil no coincidía con lo que se necesitaba y anunciando que el trabajito había sido asignado a la señora madrugadora.
Lo llamativo del asunto, a pesar de la clara evidencia de que cinco profesionales habían sido convocadas como figurantes o comparsas, era que la designada, una antropóloga que ocupa un alto cargo (nada que ver con antropología) en una minúscula pero adinerada universidad privada, tiene méritos que exceden largamente los necesarios para ese desempeño. Es obvio que detrás de este engaño hay algo más que una contratación insignificante.

Es posible que los méritos de la contratada, obtenidos en el extranjero y que tal vez hayan sido convenientemente magnificados, le hubieran bastado por si solos para obtener el encargo pero ¿qué hace una profesional presuntamente experimentada y que detenta un cargo presumiblemente de muy elevada remuneración y exclusiva dedicación, presentándose a una modestísima asesoría? Ni méritos ni ingresos justifican un tongo semejante. ¿Qué papel jugó la cooperativa, qué papel el MGAP? ¿Qué puertas se le abrieron a la sedicente experta internacional y se le cerraron a las profesionales jóvenes que hicieron de comparsas para su nombramiento? ¿En qué altar o en qué intercambio se sacrificó la ética? En los carnavales de antaño por lo menos se sabía la razón por la que el carro del Chaná había sido declarado “fuera de concurso”.

Por Lic. Fernando Britos V.

La ONDA digital Nº 676

 

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