Salvar la política y la integración

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En el año 2016 suceden acontecimientos políticos extremadamente llamativos e inesperados. El Brexit, que determinó la salida del Reino Unido de la Unión Europea, fue un hecho político contra los políticos, contra la política. Miedos, temores por los procesos de inmigración superaron las posiciones de los partidos. Descontento contra la globalización económica y desencanto con los partidos políticos. El acontecimiento tuvo la alegría de los partidos de la extrema derecha europea. La antipolítica termina afectando a la propia democracia.

Posteriormente el referéndum para sellar la paz entre el gobierno de Colombia y los guerrilleros de las Farc no contó con el voto de la ciudadanía. En realidad ganó la abstención que alcanzó al 62% de los posibles votantes. De alguna manera también fue un voto contra la política. Pero el caso más notorio y más grave lo constituye el triunfo de Donald Trump en las elecciones de los EE UU, que analizamos en la nota anterior de la semana pasada. Descontentos contra la globalización, temores a los inmigrantes, modelo económico concentrador y excluyente que favorece al 1% de la población de mayores ingresos y AlbertoCouriel1sin aumentos de los salarios reales en las últimas décadas. El discurso de Trump, el gran ganador de la contienda, era contra los políticos, se llevó por delante al partido republicano y acudió a las emociones, a los miedos y al desencanto con la política y con los políticos tradicionales.

En América Latina también surgen desengaños. El caso de Brasil es el más notorio, con un altísimo nivel de corrupción que afecta a todos los partidos políticos. La democracia es fuerte si los partidos políticos son fuertes, si son adecuadamente representativos, si cumplen con su papel central de mediación entre la ciudadanía y el estado. Con políticos corruptos está en juego la propia democracia. En la etapa actual la democracia con su ética de igualdad es el régimen político más adecuado. No es perfecto pero es el menos malo. Para salvar la democracia hay que salvar a los partidos políticos, y estos tienen que renovarse, avanzar sustantivamente en términos programáticos, ser nítidamente representativos.

Los acontecimientos de Brasil, con la derrota del partidos de los trabajadores ( PT), por la salida del DIlma y los comicios municipales, la grave situación económica y política de Venezuela, la elección de Nicaragua sin oposición a Daniel Ortega, las dificultades de Bachelet en Chile son indicadores que también hay descontento y desencanto sobre la izquierda de la región. Los partidos políticos tienen dificultades de unidad y de alianzas en la región, con la extraordinaria excepción del Frente Amplio en Uruguay. La izquierda debe eliminar de raíz la corrupción y avanzar programáticamente. No hay paradigmas anticapitalistas ni socialistas. No sabemos cómo enfrentar el capitalismo financiero ni el elevado poder de las grandes empresas transnacionales, con sede central en los países desarrollados. No avanzamos adecuadamente en la inserción internacional ni en los procesos de integración económica y social. Mientras el mundo desarrollado exporta conocimientos, bienes y servicios de alta y media tecnología, a través de cadenas de valor, los países de la América del Sur vendemos bienes primarios con bajo valor agregado y en muchos casos con bajo contenido tecnológico.

La exportación de bienes primarios no me resuelve el problema del empleo ni los problemas sociales. Prebisch planteaba que la periferia exportaba productos primarios y el centro bienes industriales. La solución era la industrialización de la región, para resolver el tema del empleo y también para exportar bienes industriales. Ahora la solución sería avanzar hacia cadenas de valor regionales para exportar también bienes y servicios de alta y media tecnología, además de alcanzar mayor valor agregado y contenido tecnológico a las actuales exportaciones de recursos naturales. Estas nuevas cadenas de valor se elaboran en distintos países, por lo que para lograrlas se requieren de avances sustantivos en el proceso de integración. No hay integración sin complementariedad productiva, ni ésta sin cadenas de valor.

Por lo tanto no hay desarrollo sin integración.

La región exporta commoditties al mundo pero dentro de la región exporta básicamente productos industrializados. Las actuales condiciones políticas no son las más adecuadas para efectivizar este proceso de integración productiva. Pero Brasil, primer comprador de Argentina y de Uruguay, es central y no puede aislarse de Argentina. Se requiere de una integración más activa, con la necesaria coordinación de estrategias de desarrollo de cada uno de los países integrantes, teniendo en cuenta el futuro proceso de integración. Se requiere de empresarios nacionales, regionales e internacionales con vocación integracionistas. Se requiere de conciencia regional sobre la necesidad indispensable de la integración, para lo que es fundamental el papel de los partidos políticos, de los sistemas educativos, de los grandes medios de comunicación.

Hay grandes potencialidades para la integración, por la relevancia de los recursos naturales, por la presencia de agua y de recursos energéticos, por la posibilidad de avances significativos de infraestructura, por la integración financiera, por la posibilidad de acciones conjuntas en ciencia y tecnología y fundamentalmente, por la propia integración productiva. No es cualquier proceso de complementación. Por ejemplo, la integración productiva en la industria automotriz, realizada por las grandes empresas transnacionales del ramo, no ha sido positiva para el Uruguay. La competitividad es un proceso sistémico, con avances tecnológicos como elemento central, pero con atraso cambiario no habrá avances de valor agregado y contenido tecnológico. La política cambiaria fue un error importante de los gobiernos de Brasil, Argentina y Uruguay, priorizando el combate a la inflación y afectando nítidamente la competitividad.

Para que haya integración se requiere política. Sin política no hay cadenas de valor regionales. Sin estas cadenas de valor no hay desarrollo. Sin integración productiva no hay desarrollo. Sin política no hay desarrollo. Lamentablemente hoy la política está en tela de juicio. Por todo ello es imprescindible salvar la política y salvar la integración.

Por Alberto Couriel
Economista y ex senador

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