Uruguay y sus perspectivas

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Cuando uno piensa en el Uruguay del futuro debe aprovechar los elementos que componen su capital en el plano internacional y nacional. La estabilidad política, un sistema político muy civilizado con capacidad de diálogo y de acuerdos, alto nivel de su democracia comparable a las mejores del mundo, con plena vigencia de las libertades básicas, de los derechos humanos, con independencia de sus tres poderes republicanos y plena vigencia del estado de derecho.

Con elecciones libres y limpias, con partidos históricos que acaban de cumplir 180 años, con pasajes absolutamente normales en la trasmisión de poder político. Dentro AlbertoCouriel1de América Latina, el país con mejor distribución del ingreso, con menores niveles de pobreza, con muy alta expectativa de vida al nacer, históricamente con las primeras experiencias de Estado de Bienestar y con la izquierda más fuerte y más consolidada en la región. Por todo ello y su capacidad de garantizar el pago de sus compromisos financieros con el exterior, tiene un alto nivel de aceptación en el mundo internacional y excelente imagen en el mercado financiero internacional.

Uruguay es un país pequeño en población y en territorio y por lo tanto con un alto grado de dependencia de la situación internacional. En el plano mundial al descontento con las características básicas de la globalización y el desencanto con la política y sus élites actuales, se agrega la inesperada victoria de Trump en los EE UU, a la que nos hemos referido en los últimos artículos. La futura situación internacional mucho va a depender de las relaciones de EE UU con China, no sólo en el plano económico sino también en el plano político y militar. Para ello también importa la futura relación de Trump con Putin. Para un país pequeño como Uruguay su futuro también estará muy relacionado con las perspectivas de Brasil y Argentina. Para Uruguay las posibilidades de crecimiento con equidad, con mayores niveles de igualdad, dependerán del proceso de integración regional.

El Mercosur, está funcionando con muchas dificultades, pero es indispensable participar en cadenas de valor regionales e internacionales, para insertarnos con rubros de mayor valor agregado y de contenido tecnológico que se concreten en nuestro país. Ello significará una nueva inserción internacional y un crecimiento inclusivo, con mejores desempeños en el empleo productivo y digno, indispensable para atender los objetivos de igualdad.

En lo inmediato el crecimiento económico de Uruguay estará estrechamente ligado a la situación internacional, a la evolución de los precios de nuestros rubros de exportación y a la propia evolución de las economías de Argentina y Brasil. Los factores internos juegan menos, en la medida que el equipo económico ha priorizado nítidamente en la actual política macroeconómica, la atención del déficit fiscal y la inflación, y no necesariamente el crecimiento y el empleo.

Para avanzar hacia objetivos de desarrollo es indispensable aclarar las funciones del mercado y del estado. El mercado es indispensable como indicador de resultados. El mercado es el que debe decidir si un producto es aceptado o no por los consumidores. En la asignación de recursos, el mercado influye, pero siempre aparece el estado, directa o indirectamente, cobrando un arancel proteccionista, apoyando a determinados rubros a través de la política fiscal (gasto público y tributación), de la política cambiaria, de los subsidios, del crédito y así sucesivamente.

En nuestra concepción el papel del estado es central, en la medida que el libre juego del mercado no atiende las crisis financieras ni la enorme desigualdad de ingresos prevaleciente en los últimos años en el mundo. Un estado, modernizado y eficiente, debiera llevar adelante una estrategia de desarrollo, que defina con la flexibilidad necesaria, dada la velocidad de los cambios tecnológicos, una estructura productiva que atienda esencialmente una nueva inserción internacional y asegurar el empleo digno.

El país va a seguir exportando rubros basados en recursos naturales, pero es indispensable vender con más valor agregado y contenido tecnológico. Para ello es indispensable el accionar del estado. Pero aún más, para participar en cadenas de valor que incluya rubros industriales y servicios, el papel del estado será central. Pero para ello son esenciales avances significativos en investigación y desarrollo, en innovaciones, y por lo tanto en la educación a todos los niveles. El futuro está marcado por estos cambios tecnológicos, por la robotización, por los avances en la bioeconomía, en la informática, en las comunicaciones. Sin mayor igualdad, sin enfrentar la fragmentación social, será difícil avanzar en educación. Sin mejoras sustantivas en el empleo, en la salud, en la vivienda será difícil avanzar en educación.

En todos estos planos la presencia y acción del estado son fundamentales. El libre juego del mercado no atiende adecuadamente todos estos problemas imprescindibles para enfrentar las discriminaciones sociales, de género, de razas o etnias, e inclusive las generacionales. Pero también tienen que haber cambios en las políticas de corto plazo, con mayor prioridad al crecimiento y al empleo, con políticas cambiarias que atiendan con mayor prioridad a la competitividad, con políticas tributarias que tengan en cuenta la equidad cobrando no solo a las personas sino también a las empresas.

Llevando adelante acuerdos comerciales, con el mayor poder de negociación posible, sin afectar el papel del Estado en sus políticas públicas, que no limite el papel de las empresas públicas y que me permita atender los nuevos objetivos de la inserción económica internacional. El crecimiento requiere de la demanda externa e interna.

Esta acción del estado requiere política, necesita partidos con capacidades programáticas, requiere base social de sustentación, requiere empresarios conscientes de su papel en las nuevas cadenas de valor, en el futuro proceso de integración, requiere organizaciones sociales representativas de amplios sectores de la sociedad, requiere de acuerdos sociales y políticos.

Por Alberto Couriel
Economista y ex senador

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