Una Europa en plena tempestad celebra sus 60 años

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Todo está roto. La dinámica del proceso de integración de nuevos estados se ha roto, el consenso social cimentado en el Estado del Bienestar está roto. Quizás por problemas como estos la UE no celebra con entusiasmo sus seis décadas de existencia. Ciertamente, el desánimo puede estar justificado, estimó Carles Gasòliba, miembro del Consejo de la Fondation Jean Monet pour l’Europe, con sede en Lausana, Suiza.

Gasòliba hace un recorrido por la historia. Hace sesenta años, afirma, seis estados firmaron los Tratados de Roma. Entonces Europa estaba dividida entre la Occidental, democrática, y la sometida a la hegemonía soviética. Unos sometidos a regímenes comunistas; otros, como el español, bajo dictaduras fascistas. Unos estados tenían graves confrontaciones con sus colonias, que llevarían a las guerras de liberación de los años sesenta.

6-Gilberto-Lopes-costa-rica-2Ese escenario, evidentemente, no existe más. “Europa ya no está dividida, el Telón de Acero hace tiempo desapareció, las dictaduras fascistas también”. “A pesar de todo –reconoció Gasòliba – resulta que la UE no celebra con entusiasmo sus seis décadas de existencia”.

“Los signatarios de los Tratados tuvieron clarividencia al decidir que la superación de esta situación problemática estaba en la integración europea. Con esta, el progreso no fue sólo económico, también social. La gran conquista ha sido el modelo de mejor asistencia social, lo que conocemos como el Estado del Bienestar”. Pero luego vino el desencanto.

Austeridad
Probablemente en la constatación de que esa gran conquista ha sufrido también deterioro está el secreto del desencanto. El Estado de Bienestar ha sido sustituido paulatinamente por las políticas de austeridad cuyos efectos catastróficos se expresan con dramatismo en Grecia. Sometida hace poco más de dos años a la presión brutal de las instituciones europeas para aceptar la privatización de sus recursos y el recorte de sus políticas sociales para salvar a la banca europea comprometida con préstamos excesivos al país, su primer ministro, Alexis Tsipras, (entonces portada de los principales medios europeos), pasó desapercibido en la conmemoración de los 60 años de lo que fue entonces la Comunidad Económica Europea, hoy Unión Europea.

Como dijo la semana pasada el socialdemócrata holandés Jeroen Dijsselbloen, presidente del Eurogrupo (conformado por los 19 países europeos que adoptaron el euro como su moneda común): “Yo no puedo gastar todo mi dinero en tragos y mujeres y después pedir ayuda”. Dijsselbloen, que jugó un papel particularmente agresivo en las negociaciones para imponer la austeridad a Grecia, recordó que, como socialdemócrata (su partido perdió tres cuartos de su representación parlamentaria en las recientes elecciones holandesas), él otorga un papel muy importante a la solidaridad.

Solidaridad que, en su criterio, los países del norte europeo rico demostraron con los del sur, pobres, durante la actual crisis económica.

Evidentemente, no es una opinión compartida. “Europa no será creíble más que en el día en que el señor Dijsselbloen haya renunciado a la presidencia del Eurogrupo y presentado claras disculpas a todos los países y todos los pueblos a los que él ha ofendido profundamente, dijo el primer ministro portugués, Antonio Costa, socialdemócrata como Dijsselbloen.

No es de extrañar entonces que a pesar de todo la UE no celebre con entusiasmo sus seis décadas de existencia.

Celebración
Los actos de celebración se llevaron a cabo en Roma, en el mismo lugar donde, hace 60 años, se firmaron los tratados que crearon la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Euratom. En 1951 se había creado, con el Tratado de París, la Comunidad Europea del Carbón y el Acero, instituciones que antecedieron lo que hoy es la UE.
Hay mucho que celebrar, dijo Dani Rodrik, profesor de economía política internacional en la Harvard Kennedy School: después de un siglo de guerras, alzamientos, asesinatos masivos, “Europa es pacífica y democrática”. Y agregó: “la UE atrajo a once países del antiguo bloque soviético, guiando exitosamente su transición poscomunista”.

Un día antes de la celebración, los líderes de los 27 países de la UE (la primer ministro inglesa, Theresa May, no asistió y anunció que este miércoles presentará los documentos que darán inicio al Brexit, o el retiro de su país de la UE) se reunieron con el Papa Francisco.

Encuentro “inédito”, comentó la agencia alemana DW, pero que no debe sorprender si se tiene en cuenta el profundo papel del catolicismo en la construcción europea, incluyendo sus guerras. Francisco recordó la gran conquista a la que habrían contribuido los tratados de Roma: “el tiempo de paz más largo de los últimos siglos”.

“Hace sesenta años, recuperándonos de la tragedia de dos guerras mundiales, decidimos unirnos y reconstruir nuestro continente desde sus cenizas”, dijo la declaración firmada el sábado pasado por los 27.

Una Europa más fuerte
La Declaración de Roma expresa su voluntad de avanzar hacia “una Europa más fuerte en la escena mundial”. Para eso, entre otras cosas, se propone a “ayudar a la creación de una industria de defensa más competitiva e integrada”.

El mes pasado, el último presidente de la Unión Soviética, Mikhail Gorbachov, en un mensaje a una conferencia internacional sobre seguridad en Europa, realizada en Praga, afirmó: “tenemos que admitirlo, tanto en Europa como en el mundo padecemos de una escasez de nuevas ideas política”. Recordando intentos de crear un “Consejo de Seguridad” europeo, promovido tanto por él como por el alemán Hans-Dietrich Genscher y el francés François Mitterrand, se lamentó de que, después de la caída de la Unión Soviética, los líderes occidentales decidieran enterrar esos planes. La situación es ahora “tan inestable y peligrosa” que tenemos poco tiempo; lo más urgente es desmilitarizar el conflicto ucraniano”, estimó Gorbachov.

Pero la UE decidió otra cosa y avanzó hacia la frontera rusa, cambió un gobierno corrupto en Ucrania por otro, aún más corrupto, sostenido por grupos fascistas e impuso sanciones cuando Moscú reaccionó ante esas acciones, entre otras cosas anexándose Crimea.

¿Qué ha ocurrido?
“¿Qué ha ocurrido para que, habiendo logrado buena parte de sus objetivos, la Unión llegue a este aniversario más cuestionada que nunca? Si hace 60 años fue el júbilo de los estudiantes italianos, a los que se dio un día extra de vacaciones, lo que acompañó a los líderes de los seis países fundadores (Alemania, Francia, Italia, Holanda, Bélgica y Luxemburgo), hoy serán las manifestaciones de protesta organizadas en Roma las que den el tono del momento que atraviesa la UE, y su réplica, una Marcha por Europa con personas llegadas de todo el continente para defender el proyecto”, recordó Beatriz Navarro, corresponsal del diario catalán La Vanguardia en Bruselas.

A las tensiones norte-sur, puestas en evidencia por Dijsselbloen, se suman las este-oeste. Los sueños de transformar los países del este en democracia liberales se enfrenta a desafíos como los que se expresan en Polonia o Hungría, pero que están presentes también en varios otros, como los movimientos fascistas, identificados con un cierto orgullo nacionalista, que se extienden por los países bálticos.

En las calles de Roma, el día de la celebración, los manifestantes decían estar ahí para exigir una Europa que no sea la de los banqueros y de la burocracia, sino de los derechos de los trabajadores y de los estudiantes.

Quizás valga la pena recordar las declaraciones del dirigente político francés, Pierre Mendès France, primer ministro por un breve período entre 1954 y 1955. Se trata de su opinión sobre los tratados de 1957. Nuestros viejos países europeos se han vuelo demasiado pequeños para que puedan asumir los grandes desafíos del siglo XX, afirmó. Hay que construir Europa, pero no así. La armonización debe hacerse “en el sentido del progreso social”. Y votó en contra de un proyecto “basado en el liberalismo clásico del siglo XIX, según el cual la competencia pura y simple resuelve todos los problemas”.

Como sabemos, no ha sido así.

Por Gilberto Lopes
Escritor y politólogo, desde Costa Rica para La ONDA digital
gclopes@racsa.co.cr

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