En Venezuela está en marcha, antes que una revolución, una involución tan cavernaria como obscena. Arropada con una supuesta capa socialista, se trata de una pobre versión vernácula de militarismo nacionalista con gruesas pinceladas populistas, así como también un asistencialismo tan desmedido como carente de toda estrategia. Medidas incongruentes y faltas de raciocinio co-mo aumentos groseros de salarios (el último, por ejemplo, fue del 50%, en una economía en caída libre) que no hacen sino acrecentar la espiral inflacionaria que devora los magros recursos de la mayoría de los venezolanos de a pie.
Si en algo se caracteriza una política económica de izquierda es contar con una planificación es-tratégica que tenga como meta la promoción de una matriz productiva, lo más amplia y variada posible, capaz de generar valor agregado y así promover trabajo en cantidad y calidad, al tiempo que le permita al país llevar adelante una política activa en justicia social con una redistribución de los ingresos tan equitativa como digna, especialmente para con los más desposeídos.
No es ni ha sido el caso de Venezuela. Venezuela produce petróleo y se lo vende a los EUA.
Así de simple, como trágica, es su realidad. Tal es su estrategia (¿?) y tal parece ser su destino: estar supeditada a Washington, más allá de gritos y el abuso en desparramar teorías conspirativas que, sin negar que las hubieron y quizá aun sigan en curso, pero nunca al grado de suplantar la horrenda política de gobierno que aplica este régimen, valiéndose,así, de tal enemigo para en-mascarar su propia inoperancia.
Asimismo, Maduro confunde el acto de habla con el drenaje de una letrina. Luego sus palabras son como las heces: fétidas e improductivas.
Al régimen de Maduro, entonces, por un lado lo mantiene los dólares de los EUA y por el otro el interés de Cuba, junto con las mafias y corporaciones que se han adueñado del control del país. Y eso, ciertamente, no es de Izquierda, sino de un burdo régimen autoritario como los hay a lo largo y ancho del mundo.
Maduro, al estar de su prédica grosera, violenta y contra todos, parece buscar la salida a la que los necios apelan en estas circunstancias: victimizarse a sí mismo y a su régimen despótico para dar un auto Golpe y liquidar los cada vez más tímidos vestigios de democracia en su país.
Por si todo esto fuera poco, la indigna actitud de Maduro para con el Uruguay, su Presidente y el Partido del Frente Amplio, más las organizaciones sindicales y sociales que caen en la boleada de su lenguaje rastrero, soez y cobarde, proferido en un discurso en La Habana, mientras en Ve-nezuela se suceden los asesinatos a manos de grupos paramilitares del gobierno – al tiempo que reinan la consternación y el miedo – hablan de un ser despreciable que dejará la Historia como llegó: a caballo de componendas e intereses creados.
El Uruguay es hermano del pueblo de Venezuela; nunca de los tiranos, sean de ahí como de toda otra nación y de cualquier signo.
¡Viva Venezuela! ¡Viva el Uruguay!
Por Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo
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