En estos días se ha formulado la tesis de que los blancos precisan a los colorados para ganarle al Frente. Tengo muchas dudas que grandes capas de la ciudadanía esperen ese pensamiento, esa actitud y ese fin para nuestro Partido. Yo en cambio creo que los blancos no nos precisan, pero el País sí.
El voto no frentista por antonomasia ya está allí, siempre estará y es casi tan inconmovible como el núcleo duro frentista. El no frentismo no precisa al Partido Colorado. Basta recordar la corrida de votos de frágiles bordaberristas a favor de Lacalle Pou, ya en las internas preelectorales.
Insistir en izar la bandera anti frentista, o en derechizar el discurso, como fue el de la minoridad, son de cuestionable simpatía popular y dudosa eficacia electoral. Sin autocrítica no se avanza. Si seguimos haciendo lo mismo, seremos lo mismo y continuaremos achicándonos.
Al final los partidos encarnan emociones, adhesiones éticas y sólo en momentos críticos ofician como vehículo canalizador de la radicalización social. Pero no creo que deban constituirse en artífices de ella. Decir que el Partido Nacional precisa a los votos colorados para ganarle al Frente es reducir el rol del Partido Colorado, es cerrar, aunque sea involuntariamente, el puente de paso a quienes buscan una alternativa al fracaso social frentista imperante. Y desde mi parecer es no percibir que nuestra sociedad espera más proposiciones que oposiciones.
Mucha gente está más desideologizada y desengañada que nunca, expectante, necesitando nuevas ofertas. Uruguay precisa rescatarse de las polarizaciones, dar opciones a las personas para que ejerzan su ciudadanía en libertad, sin sentir que viven en un país fracturado en que la disputa es el control del aparato estatal por parte de las elites partidarias. Concentrarse en plantear nuevas alternativas no es debilitar el rol opositor, sino esmerarse en recrear los contenidos propositivos, para centrarnos en los asuntos reales en que las familias y personas de a una enfrentan.
Es necesario hablar más de lo que ya se vino en el presente y vendrá en el porvenir, menos de juntarse en el ballotage porque los blancos solos no les ganan al Frente. Nadie es dueño de los votos, ni candidatos ni partidos, el electorado ciudadano no gusta sentirse cautivo de enfrentamientos, sino que busca entusiasmarse con propuestas de cambio o liberadoras. Y para salir de sus posicionamientos, para cambiar su voto, la personas deben percibir algo más que el deseo político de la oposición de derrotar al rival, deben reconocer nuevas herramientas y personas que inviten a lograr lo que tres gobiernos frentistas no han alcanzado.
Los que definan el ballotage no serán los dirigentes, será la gente. La influencia entre nosotros los colorados del Doctor Julio María Sanguinetti es innegable. El respeto y el permanente reconocimiento que todos le profesamos viene de su importancia política durante más de tres décadas. Tanto en su aporte democratizador como en su producción histórica.
En momentos en que lo hemos visto reiteradamente presentarse en diferentes escenarios de algunas actividades organizadas por listas juveniles, hablando de aspectos ideológicos, llama a reflexión la oportunidad de alguna de sus expresiones. Un referente como él, que señala que en estos momentos está dedicado primordialmente a acompañar actos de algunas listas juveniles, sabe sobradamente que hay miles y miles de ciudadanos también jóvenes que no pertenecen a los reducidos círculos que giran alrededor de la militancia sectorial. Y que estarán atentos a los planteos políticos para tomar decisiones electorales.
Yo siento que esa parte de la sociedad espera o vería con agrado del Partido Colorado un sentido superador del mero rol de muleta del nacionalismo o de socio minoritario de un gobierno blanco para desplazar al Frente. Expresado del modo que se ha presentado, ese es el mensaje que se comunica. Un planteo utilitario, vinculado al acceso poder, no a los propósitos y fines concretos. Y así dicho reduce el sentido del coloradismo a una acumulación con los blancos, en vez de privilegiar qué cosas es necesario impulsar.
Un planteo utilitario que deja poco espacio para los contenidos. Un partido sin contenidos programáticos, por más historia y raíces filosóficas que tenga, no es nada. Muchos uruguayos votarían fuera del Frente si existiera una propuesta nítida centrada en lo que se ha denominado liberalismo progresista, con fines claros en lo educativo, social y administrativo, ubicando en primer término para qué y cómo hacer las cosas para enfrentar los nuevos desafíos y los fracasos ostensibles que padecemos como Nación.
La ciudadanía tiene que saber que hay una ruta decidida y posible para llegar a los destinos que los actuales gobernantes prometieron y no alcanzaron. ¿Acaso se ignora que también hubo miles de social democrátas, llamémosle batllistas, que han votado al Frente porque como partido no logramos salir del oposicionismo electoral y la derechización discursiva? ¿Tal vez se desdeña que muchos ciudadanos simpatizantes del batllismo votaron al Frente porque vieron al candidato del Partido Nacional como inexperiente, sin preparación y con actitudes livianas, frívolas? Entre sus grandes aciertos, Jorge Batlle nos mostró que la conmoción de la sociedad, por encima de cintillos, se activa cuando se ponen temas nacionales sobre la mesa; parece inoportuno justificar la existencia colorada como casi un sublema ocasional del Partido Nacional, un rastrillo a su favor sin grandes diferencias identitarias con él.
No favorece al Partido Colorado, cuando se cuestiona su vigencia, decir que los blancos nos necesitan. Por el contrario, nos sentencia. Por ello me ha consternado y dolido tanto ver en las redes sociales a algunos pocos jóvenes, en el lanzamiento de la campaña de las elecciones juveniles, cantar volveremos, volveremos, a ser gobierno otra vez. Eso es lo que pasa cuando hay vaciamiento ideológico y programático. No muchachos, buenamente, gobierno no, oferta social y de desarrollo es lo que tenemos que volver a ser. Por eso quienes ya tenemos hijos grandes, deberíamos esmerarnos en que el mensaje sea otro.
El de la esperanza y el sentido a través de la propuesta. Porque si no logramos que los veteranos seamos faros del porvenir, nos ahogaremos en la retórica de un poder inmediato que ya no existe. A esos muchachos y especialmente a la abrumadora mayoría que no participa de la militancia, y a los jóvenes de mediana edad, debemos hablarles ahora de la construcción real de lo que Uruguay necesita.
Nuestro mensaje político debe concentrarse en explicar cómo vamos hacer lo educativo, la promoción del trabajo y la inserción internacional. O convencemos con ello o nos condenamos. Ha sido necesario hablar de la Historia para inspirarnos, lo hemos hecho muy bien, pero ahora es el momento de que nos vean más preocupados por la realidad y cómo mejorarla, que por el poder partidario y administrativo.
Permitamos que el Partido se renueve y tenga sentido sobre la base de las ideas, a través de quienes las representan como candidatos en las elecciones internas, las que designarán nuestro candidato presidencial sobre la base de las necesarias propuestas de programa. Dediquémonos a eso, nuestro discurso no debería ser volver al Poder o colaborar con los blancos para sacar al Frente, nuestro tema deben ser las cumbres.
Por Eduardo Fazzio
Empresario. Fue Edil en Montevideo
Fuente: Semanario Opinar digital (Edición 417)
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