La política sufre, muchas veces, del cambio climático, dicho en términos figurados. Algo de esto está pasando en nuestro Uruguay con mañanas iluminadas y atardeceres con lluvia.
Hace pocos días el candidato del Partido Nacional a la Presidencia de la República, Luis Lacalle Pou, resolvió agarrarse de un caño y colocar su cuerpo de manera horizontal, tal cual fuera una bandera. Sin duda toda una proeza física no apta para cardíacos y mucho menos para veteranos.
Pero lo más sorprendente no solo fue el hecho en sí, sino que además permitió que el fotógrafo difundiera esa demostración de fuerza. ¿Fue una gracia? ¿fue un momento de distensión? ¿parte de una propaganda elaborada por su equipo de asesores en comunicación? La respuesta última no es sencilla, pero todos tenemos la más firme sensación de que fue parte sustancial de un proyecto publicitario de gente que no conoce a los valores gruesos del pueblo uruguayo.
Los uruguayos no somos un pueblo perfecto, entre otras cosas porque no existen los pueblos perfectos. Quizás por ser un país pequeño, quizás porque los viejos somos los que predominamos, tenemos un cierto rechazo a la frivolidad. Claro que esto no quiere decir que la frivolidad no exista y que no haya crecido en los últimos años en el marco de la pérdida de autoridad y de prestigio de las ideologías.
Todo lo anterior nos lleva a sentirnos mal, en tanto entendemos que no puede estar pasando que el más joven candidato a la Presidencia de la República tenga que recurrir a este tipo de Striptease de su personalidad con el fin de llamar la atención, de provocar al adversario, de ganar electorado por este camino del show y del comentario muchas veces pequeño.
Al hacer un balance global de las elecciones internas, escribí que en estos tiempos modernos la política se ha vuelto un espectáculo, donde el ciudadano se sienta frente al televisor para observar lo que pasa, pero sin involucrarse en profundidad.
Si en aquel momento tuve razón – confieso que dudé de esa afirmación-, mucho más la tengo ahora, cuando ese espectáculo se manifiesta con el lenguaje del reinado de la frivolidad y para ello nada mejor que el actor de la política se exprese como cualquier payaso de circo. Esto es lo que seguramente quisieron expresar los asesores comunicacionales mediante aquel esfuerzo muscular.
El país se juega en octubre los próximos 5 años de existencia. Creemos que todos los dirigentes partidarios, por encima del lema que representen y de los sentidos de las propuestas, tienen esa percepción. Pero a la vez esos dirigentes tienen la responsabilidad de crear en estos meses preelectorales un clima cultura e ideológico que mire lejos en el marco de cualquier tensión de lo que es el debate político.
Pasado el triste momento Lacalle Pou tiene la oportunidad de presentar sus ideas de la mejor forma posible. La sociedad – correligionarios y adversarios- le exige que se plante en medio del debate con ideas y propuestas. Y para ello no se necesita que se agarre de un caño, ni que se trepe a un árbol.
Por Raúl Legnani
Periodista y maestro uruguayo – Urumex80@gmail.com
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