Reportaje
Por Ramón Hdez de Ávila
1ª – Colón y los Vikingos
Enigmas del Descubrimiento de América
Debido a la efemérides, se ha hablado este mes pasado mucho en diversos foros de ciudades de España, desde Huelva a Mallorca, pasando por Sevilla y otras capitales, del Descubrimiento de América, y de que Colón, que nadie sabe de dónde venía, sabía a dónde iba, porque tenía un mapa que le cedió un “piloto náufrago”, que tampoco nadie sabe quién era. Temas de los que por mucho que se hable, nadie aclara, y nadie se pone de acuerdo en cómo fue realmente esa aventura. Hay quien dice que antes de Colón hubo otros, como, hilvanando enigmas, la desaparecida flota Templaria (de la que traté en un amplio reportaje, “El Descubrimiento de América y los Templarios”, publicado hace dos años en este periódico). Se habla hasta de los polinesios, y de un pueblo, que también entra en la leyenda, conocido como los Vikingos. Hay incluso quienes quieren minusvalorar la hazaña de Colón y de los españoles, cuando no denigrarla.
2º – Los Vikingos, de Sevilla a América
Terminaba la primera parte de este reportaje sobre los enigmas que en torno al Descubrimiento de América han ido planteándose, mencionando a un pueblo que en sí mismo constituye todo un enigma y que se supone llegó a las costas americanas 500 años antes que Colón. Cuando se estudia la hazaña colombina, a veces para bien, y otras para restarle mérito, se alude a aventureros que llegaron antes que el navegante genovés. Teorías que mantienen que, antes que Colón, descubrieron el nuevo continente otros pueblos, entre ellos, los Vikingos. También apuntábamos que pocas pruebas fehacientes hay de que fuera así, aunque no se descarta. Sirven de poco tales teorías que minusvaloran un hecho, que, si adquiere suma relevancia, no se debe tanto a la riqueza expoliada y a la hazaña, sino a algo mucho más importante que ha marcado la impronta de nuestra sociedad desde entonces. A partir del Descubrimiento, la concepción que el hombre tenía del mundo, cambió, y como consecuencia, la historia de la Humanidad. Con el Descubrimiento comenzó otra era y otra mentalidad, que acabó con la “oscuridad” de la Edad Media, con el oscurantismo y el teocentrismo, para abrir la ventana a un mundo cuya medida eran el hombre y su creatividad, como perduración en el tiempo. Tal giro conceptual se debe a la obra de Colón.
Sea quien sea quien llegara primero, lo cierto es que pruebas fehacientes de tales descubrimientos no han quedado; solamente dan fe de la hazaña hechos comprobados y verificados, como ocurre con el viaje colombino. El descubrimiento de América fue obra de Colón y unos locos aventureros que como él dieron el giro más importante de la Humanidad. Desde ese descubrimiento el planeta Tierra no es el mismo. El Descubrimiento de América marca un antes y un después en la historia. Pero hay sombras y luces en tales aventuras, la de Colón, que repasamos en la parte anterior, y la de los vikingos, un pueblo que trataremos de descubrir lejos de los prejuicios que por películas y novelas sin fundamento histórico nos han inculcado. Trataremos de descubrir quiénes eran los Vikingos y cómo llegaron a Sevilla, el primer puerto de América en España. Ciertamente remontaron el Guadalquivir y estuvieron un tiempo en Andalucía. España siempre ha sido atractiva, como lo fueron entonces esas tierras al otro lado del océano. Tierra de invasiones e intercambios culturales y comerciales desde nuestros más remotos orígenes. Invasiones que hoy perduran, tanto en un hemisferio, como en otro por la gran diferencia entre el norte y el sur. Pero no hay que denominar, como ha hecho con su proverbial desfachatez el presidente Trump ante esa marcha multitudinaria que desde centroamérica se dirige a los EE UU.
Pero sigamos con nuestro tema, sigamos en la Edad Media y ese pueblo rodeado de misterios y leyendas como son los vikingos.
¿Cómo y cuándo aparecieron los vikingos?
Los romanos llamaban bárbaros a los pueblos que no pertenecían a su imperio. Tribus que a partir de la decadencia y división del imperio romano, a finales del s. IV, comenzaron a hostigarles como hicieran antes con ellos las legiones imperiales. Algunos acabaron formando parte del imperio, como los godos y visigodos, y se integraron hasta confundirse con su cultura y convertirse, incluso, al catolicismo. Pero hubo otras tribus que ante el avance de los ejércitos corrieron a refugiarse en la zona más septentrional del continente, en Escandinavia. Allí permanecieron tres siglos, disfrutando y cultivando la tierra en un clima más benigno que el actual. Pasado un tiempo, por causas desconocidas, que no dejan de ser teorías sin posibilidad de probar, como la situación climática, un aumento de la densidad demográfica, o expansión para acumular riquezas, se vieron obligados a abandonar su refugio, y salir buscando botines y sustento. Es uno de tantos enigmas, como el significado de “vikingo”, cuando se trata de indagar en la historia de este pueblo, del que algunos antropólogos dudan que existiera como tal pueblo. Para unos, tomando como raíz “vir” o “var”, podía significar “dios”, o tomando la raíz “vik”, sería “bahía”. Tampoco los etnólogos se ponen de acuerdo en las razones que les movieron a abandonar sus costas e invadir otros pueblos, pues las causas enumeradas no son convincentes, ni hay pruebas, y aluden a otras causas. ¿La productividad de sus tierras no era suficiente como para obligarles a emigrar? No se sabe.
Sea como sea, el caso es que remontaron sus costas para adentrarse más al sur. Inglaterra y sus monasterios fueron los primeros saqueos (Lindisfarne en el año 793). Siguieron otros por Escocia, Irlanda, Países Bajos… Su violencia y crueldad aterrorizaron a los monjes y poblados del norte de Gran Bretaña, y pronto se extendió su mala fama por toda la isla y partes norteñas de Europa. Así ha permanecido hasta nuestros días, en que los imaginamos como demonios, con cascos de cuernos y cubiertos de pieles y hachas amenazantes. Sus invasiones están repletas de relatos aterradores, llegada por sorpresa, devastación, asesinatos y huida con el botín, desde alimentos a orfebrería. Parece que la crueldad es su única característica, según cuentan las crónicas que hablan de los vikingos como sumamente crueles, y temidos por donde pasaban, arrasando cosechas, casas, familias, animales y todo lo que encontraban en busca de botín. Solo eso cuentan. Parece ser que su crueldad y sembrar el terror en los pueblos que invadían, era su principal objetivo. Lógicamente no es historia escrita por ellos, sino por sus enemigos o sus víctimas. Poco más se sabe de estos pobladores nórdicos.
¿Quiénes eran?
Eran tribus que habitaban lo que actualmente serían las naciones de Noruega, Suecia e Islandia, y que nunca llegaron a configurarse como pueblo-nación. Por eso es más grande su leyenda que su historia, que parece de leyenda. Un pueblo que tan pronto como apareció por Europa, desapareció. No se menciona nunca ningún pueblo, según el historiador, antropólogo, y etnógrafo noruego Thor Heyerdhal, conocido como tal. Incluso, como he apuntado, hay dudas sobre el origen y el significado del nombre. “Jamás ha existido grupo étnico alguno que fuera denominado con el término vikingo”, asegura este científico. Hasta su nombre, pues, es un enigma más de tantos como existieron en la Edad Media.
Los vikingos se lanzaron a la expansión, en busca de tierras no tanto para conquistar o colonizar, pues no solían asentarse, al menos no hay pruebas fehacientes de que lo hicieran, a partir del siglo VIII. Quizá una de las principales razones sea, como diríamos actualmente, el abrir nuevos mercados, siendo como era un pueblo costero con una avanzada navegación, cuya expansión naturalmente era a través de los mares. La teoría más aceptada por los investigadores sobre el abandono de su tierra, es la que considera como factor más importante el declive de las antiguas rutas comerciales abiertas durante el imperio romano. Su inactividad pueden haber sido un factor decisivo. Desde la caída del Imperio Romano en el 476, los intercambios comerciales en Europa disminuyeron considerablemente, y la unidad política y de mercado se rompió. Esa interrupción comercial fue aprovechada por los vikingos, donde, con visión comercial, tuvieron la idea de navegar para intercambiar alimentos, pieles, alfarería, orfebrería y esclavos de su tierra por plata y especias.
Pese al silencio en muchos otros aspectos, ciertamente eran buenos navegantes, cuyos barcos, entre 20 y 30 metros de eslora, construidos de madera de roble, resistente al agua, duradera, y muy flexible, iban cubiertos con una capa protectora, a modo de pintura, que inventaron, semejante a lo que usamos como alquitrán, llamado pez. Con ella revestían los cascos para evitar el deterioro producido por las aguas marinas. Surcaron el “mar tenebroso”, y según algunos historiadores, llegaron a las Indias 500 años antes que Colón. Navegar por ese mar de las Tormentas, lleno de enigmas y desgracias naturales y sobrenaturales, no era moco de pavo, había que saber mucho para correr ese riesgo. Y tener mucho valor. A quién no le estremece que a punto de subir en esas cáscaras de nuez, le cuenten que en esa mar misteriosa y temible, por la que ningún navegante se atrevía, había enormes pájaros de potentísimas garras y picos fuertes, que cogían las embarcaciones por las velas, y las subían hasta lo más alto para desde arriba lanzarlas al agua. O que de las olas surgían monstruos como dragones y serpientes gigantes que con sus lomos de puntas en sierra, semejantes a dinosaurios, volcaban la nave y se comían a sus tripulantes. Ante estas y otras leyendas que en la Edad Media corrían de boca en boca, no es extraño que nadie se atreviera a surcar sus aguas. Junto al valor tampoco se les puede negar conocimientos de navegación, de astronomía, incluso de nutrición para no perecer de hambre. Luego no eran solamente bárbaros ignorantes que arrasaban pueblos y tribus, como muchas veces los ha pintado también el cine.
Vikingos en Andalucía
La primera expedición vikinga al Mediterráneo data del año 840. Cuentan crónicas de esa época que 4000 vikingos en 54 naves remontaron el río Gualdalquivir sembrando el terror en la zona. Según cifras sacadas de la Wikipedia: “En el año 844 otra expedición arrasa la ciudad de Gijón, y sigue la costa atlántica hasta llegar a Lisboa… Después tomaron Cádiz y subieron por el Gualdalquivir, saqueando minuciosamente Sevilla durante 7 días, donde destruyeron la mezquita e hicieron prisioneros a numerosos sevillanos… Quemaron Isbiliya, y Córdoba antes de ser derrotados por Abd al-Rahmán II en la batalla de Tablada, donde murieron más de 1000 vikingos (llamados “majus”) y fueron ejecutados 400 prisioneros. El resto de la expedición huyó perdiendo 30 navíos”. (Para más datos y batallas, remito al lector a cualquier enciclopedia de historia, o bien a esta página de Internet).
Doce años después otra expedición de más de 62 barcos saquea las costas del Levante ibérico, llegando hasta Italia.
No solamente eran buenos navegantes, y crueles hordas en busca de fortuna. También eran buenos mercaderes. Eso y la búsqueda de botines, les llevaba a ir de costa en costa para intercambiar mercancías, llegando a adquirir una amalgama de culturas que cambiaron su forma de vida belicosa, por la de auténticos comerciantes y artesanos. Así sucedió cuando remontaron el Guadalquivir y se instalaron en Al-Andalus, donde sus quesos y otros productos derivados de la leche, como los yogures, adquirieron entre los árabes buena fama.
Vikingos en América antes de Colón
Es uno de los enigmas que levanta más controversias: si llegaron a América antes que Colón. Parece que sí. Hace poco se han descubierto restos de su estancia en las costas del noreste de Canadá, una granja alargada con techo de hierba, típica construcción donde vivían, y restos de escorias que dan a entender que hubo ahí un horno donde fundir y moldear metales para utensilios y armas. Poco más. En 1960 se descubrió este poblado en L’Anse aux Meadaus que ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.
Según la historia/leyenda, cinco siglos antes de Colón, un vikingo llamado Leif Ericson, hijo del famoso Eric el Rojo, llegó a las costas del otro lado del “Mar de las Tinieblas”. Y esas tierras, conocidas como la isla de Terranova, fueron bautizadas por él como Viland, Tierra de Vino. Esta denominación es otro enigma a sumar, pues no hay rastros de viñas, ni antes, ni ahora.
Hay otras muestras que podían dar fe de su llegada, un mapa y una inscripción rúnica en una piedra: Pero tanto el mapa, donde figura un país denominado Viland o Vilandia, como las inscripciones en la piedra con signos rúnicos, hallados recientemente, se ha descubierto que eran falsificaciones.
Ni los vikingos, ni los Templarios, ni Colón…
Como colofón a todo lo expuesto hay quien dice, entre ellos el ex presidente francés Jacques Chirac, que ni Colón ni los vikingos descubrieron América. El continente fue descubierto por grupos de cazadores recolectores siberianos que cruzaron el estrecho de Bering en la Prehistoria, con cuyos descendientes se toparon tanto los vikingos como los conquistadores españoles. Claro que lo dice un francés. Y ya sabemos cómo las gastan los franceses con algo relacionado con los españoles.
Los viajes americanos de los vikingos, incapaces de sobrevivir en las nuevas tierras, no tuvieron ningún impacto histórico. Ni ninguna otra repercusión considerable. La llegada de Colón, el Descubrimiento del Nuevo Mundo, supuso, por el contrario, un cambio radical, como he apuntado lineas atrás, en la concepción del mundo. Tampoco hay que olvidar que casi 500 millones de personas hablan castellano en el planeta, como consecuencia y legado de esa aventura, todavía hoy cargada de misterio. Y fascinación
Época en la que menudean leyendas, enigmas y misterios sin resolver, es la larga “era oscura”, la Edad Media, donde raro es el tema del que se trate que no vaya acompañado de su correspondiente devaneo mental, hipótesis y controversias. Uno de los más controvertidos -en otros no voy a entrar en este reportaje-, es la creencia de un piloto que se supone vikingo, que de regreso (sería el primero y el único del que se tienen noticias, vagas noticias), se encontraría con el navegante genovés, o con su padre, que naturalmente Colón, como todo ser viviente, tendría padre (precisamente no un humilde tejedor, como erróneamente se ha divulgado). Ese piloto náufrago y desconocido le habló de esas tierras al otro lado del océano, a donde llegaría, según el mapa que le mostró y legó, navegando hacia poniente. Ese piloto, digo, se supone que era uno de esos vikingos. Otros aseguran que era de Huelva, y que estuvo en el Nuevo Mundo antes que Colón. Tanto de uno como del otro, su existencia no se ha podido probar.
También han movido a controversia las declaraciones de algunos investigadores, diciendo que si Colón pudo hacer eso, y tener facilidades y presupuesto para embarcarse con un pequeño grupo de aventureros locos, rumbo a lo desconocido, se debía a que los Reyes Católicos eran primos del navegante genovés… O de donde fuera, italiano, portugués, francés, catalán… Como asegura el analista de la CIA, Peter Dikson, en la biografía sobre el marino, queda claro que no era ni de familia humilde, como se ha divulgado, ni un cualquiera, pobre e ignorante, sino de clase alta, con amplios conocimientos de navegación, cuyo ADN es difícil de descifrar por su variedad genética, dando por hecho que “se trata de un mestizo mediterráneo”, concluye este ex investigador de la CIA en su libro “Columbus, el ADN secreto y el misterioso origen”.
Se sabe que hablaba varios idiomas, italiano, portugués y castellano, pero casi siempre, incluso cuando se dirigía a los italianos, escribía en castellano.»Nunca escribe en italiano a los italianos. Les escribe en castellano», apunta Dickson. Expertos filólogos como nuestro don Ramón Menéndez Pidal, se han preguntado cuál sería su lengua materna, que podía deducirse y verificarse a través de sus escritos, cartas, y diarios de a bordo. Tanto el investigador norteamericano como nuestro eminente filólogo, llegan a la misma conclusión: el castellano no era su lengua materna. Una incógnita más a añadir a su desconocida biografía y procedencia.
¿Colón era mujer?
Ante el misterio y la ausencia de datos objetivos que rodean su personalidad y origen, se ha dicho que ocultaba su identidad porque era judío converso o porque era ¡mujer!… Hasta eso se ha sospechado: que podía ser mujer. Y ya sabemos del concepto que se tenía entonces del género femenino, que en algunos aspectos ha llegado a nuestros días. Para mantener tal teoría, se arguye que nunca se dejó ver el torso ante los marineros que le acompañaban, y que rehuía su presencia, ni siquiera cuando estuvo a punto de organizarse un motín a bordo, que evitaron los hermanos Pinzones.
El devenir de su vida y hazañas resulta tan rocambolesco como, después de su muerte, el destino de sus huesos, por no saberse a ciencia cierta donde están, tras los avatares que sufrió su cadáver. Varios lugares, como sucede con su lugar de nacimiento, se atribuyen su depósito de descanso eterno, tanto en Suramérica como en España. Cierto es que en la catedral de Sevilla hay un sarcófago donde dicen reposan sus restos, pero no es menos cierto que no están todos sus restos al completo, debido a los avatares que sufrió de un lugar a otro.
Conjeturas y teorías que no van a ningún sitio, que tratan de confundir la historia que hoy, como en su tiempo, no ha hecho otra cosa que maltratar a un sabio marinero que descubrió para el mundo un nuevo e inmenso continente. La única verdad, para desgracia de la historia, es que por toda recompensa y gloria, murió pobre y desamparado, como suele suceder con todos los grandes hombres. Así es de ingrata la humanidad y la historia. Así es este mundo donde la mediocridad campa y entierra desde valores artísticos, a ideas geniales y heroicas hazañas.
Sea como fuere, lo único cierto y comprobado, es que el Nuevo Continente, que él creía eran las Indias, productor de especias entonces tan valoradas como el oro, fue descubierto en octubre de 1492. No pongo la fecha, porque el calendario vigente en aquella época no era el de hoy, el gregoriano, y varían los días dando por válida que su llegada sería el día 24, doce días después de la que nos enseñaron. De este Descubrimiento sí que hay pruebas, entre ellas, otros viajes que hizo ampliando tierras y costas, y las riquezas de oro y plata de las que se aprovecharon los reyes de España e Inglaterra, y luego otras naciones, y también, cómo no, la misma iglesia. El maravilloso retablo del altar mayor de la catedral de Sevilla, y muchos otras catedrales de Europa, están adornadas y cargadas de oro y plata que dieron al barroco y al rococó su esplendor (dorado). También el Vaticano y los palacios reales lucen los tesoros que los europeos y los misioneros expoliaron a los “indios”, para quienes el oro no tenía otro valor que su brillo.
En cuanto hubo noticias, y los rumores de las riquezas se convirtieron en realidad, españoles de una y otra región, y europeos de una y otra nación, se encaminaron al paraíso en busca de fortuna, blandiendo la espada, la cruz, y la biblia. Y como sucede a lo largo de los siglos, unos se hicieron ricos a costa de hacer pobres a otros. La enfermedad, la esclavitud, y la religión de un Dios, diezmaron tribus enteras aborígenes, aniquilaron culturas que de sobrevivir hubieran enriquecido a la invasora, y unas religiones supersticiosas pobladas de dioses, fueron sustituidas por otra fanática, de un único Dios, que decían era el verdadero. Y debía serlo, protegiendo como protegía a los europeos, y matando, como mataba, a los aborígenes que morían sin saber por qué, ni cómo.
Y luego dicen que los vikingos, que llegaron antes, eran sanguinarios y temibles, que arrasaban pueblos y ciudades en busca de botín. Si llegaron antes que Colón, por donde pasaran, poco rastro dejaron, salvo unos restos de una enorme construcción alargada, en forma de nave, típico hogar vikingo, con tejado de hierba, y un horno con restos de escorias, indicio de haber fundido hierro. Poco más se ha encontrado en la costa del noreste de Canadá, en las tierras de Terranova, a donde, se supone, arribaron. Hay otras muestras que podían dar fe de su llegada, un mapa y una inscripción rúnica en una piedra: Pero tanto el mapa, donde figura un país denominada Vinlandia, como las inscripciones en la piedra con signos rúnicos, hallados recientemente, se ha descubierto que eran falsificaciones. Pocas fueron las tierras que descubrieron porque apenas si hay indicios de que por allí pasaran. Todo son teorías y más teorías convertidas ya en leyenda que muchos toman como historia real. ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? Enigmas que les rodean semejantes a los de Cristóbal Colón.
Vikingos en España
El pueblo de esos bárbaros, conocidos como vikingos, que huyendo de la expansión y crueldad del imperio romano, subieron a las tierras más septentrionales del continente europeo, contiene mucha leyenda, como la mencionada, pero también su correspondiente historia. Así como se duda de que estuvieran en América antes que Colón, se da por seguro que con sus naves ligeras y seguras, bajaron hasta el Estrecho de Gibraltar, lo cruzaron y llegaron al Mediterráneo. Incluso, al tener barcos de fácil maniobrabilidad, se adentraron en la península ibérica, llegando hasta Sevilla, remontando el Guadalquivir.
Sea quien sea quien llegara primero a las Américas, lo cierto es que pruebas fehacientes de tales descubrimientos no han quedado; solamente dan fe de la hazaña hechos comprobados y verificados, como ocurre con el viaje colombino. El descubrimiento de América fue obra de Colón y unos locos aventureros que como él dieron al mundo el giro más importante de la Humanidad. Desde ese descubrimiento, el planeta Tierra no es el mismo. El Descubrimiento de América marca un antes y un después en la historia. Pero hay sombras y luces en tales aventuras, la de Colón y la de los vikingos. Muchos enigmas quedan por desvelar. De ellos seguiremos hablando en la próxima entrega. Trataremos de descubrir quiénes eran los Vikingos y cómo llegaron a Sevilla, el primer puerto de América.
Por Ramón Hdez de Ávila
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