– Adiós – dijo el zorro. – Aquí está mi secreto. Es muy simple: sólo se ve bien con el corazón. Lo esencial es invisible a los ojos.
– Lo esencial es invisible a los ojos – repitió el principito a fin de recordarlo.
– Es el tiempo que has perdido en tu rosa lo que hace a tu rosa tan importante.
– Es el tiempo que he perdido en mi rosa… – dijo el principito a fin de recordarlo.
– Los hombres han olvidado esta verdad – dijo el zorro. – Pero tú no debes olvidarla. Eres responsable para siempre de lo que has domesticado. Eres responsable de tu rosa…
– Soy responsable de mi rosa… – repitió el principito a fin de recordarlo.
(extraído del Cap. XXI de “El Principito” de Antoine de Saint-Exupéry)
Invisible para algunos
El pasado 15 de diciembre estuvo el Presidente Mujica, y -manteniendo una constante durante toda su gestión- le acompañaron muchos medios de prensa que inundaron de flashes y luces la carpa instalada en el centro de la Plaza de Cagancha. Es que Mujica asistía al lanzamiento de una feria de artículos elaborados por personas privadas de libertad que habían resuelto donar el producto de su venta en beneficio de las víctimas del delito nucleadas en ASFAVIDE (Asociación de Familiares y Víctimas de la Delincuencia).
No faltaron las cámaras de televisión, grabadores ni las fotos, pero salvo el portal de Presidencia de la República, fue muy escasa la repercusión mediática que tuvo el hecho. Al decir de la propia Presidenta de ASFAVIDE, Graciela Barrera, fue casi nula. Al punto de interrogarse por qué, acciones como éstas, no concitan la atención de la gran prensa, salvo honrosas excepciones. Al día siguiente nada dijeron los diarios en sus titulares. Es que se confirma una vez más lo que inmortalizara el autor de El Principito, “lo esencial es invisible a los ojos”.
En cierta medida los medios de prensa ven y reproducen lo que ven para que otros también vean, se informen y conozcan lo que está ocurriendo. Tienen sobre sí una responsabilidad altísima por cuanto forman opinión en la ciudadanía, transmiten conocimiento de la realidad y deben hacerlo con rigor periodístico, ese que busca la verdad siempre. Es tal el valor que tiene esa función que hoy el Uruguay discute la pertinencia de una ley de medios que regule tan importante labor, y es precisamente en casos como este cuando nos interrogamos por qué se vuelven invisibles acciones como esta, al punto de no despertar interés periodístico a pesar de tener un valor inmensurable por lo que representan.
¿Será que el vértigo de la modernidad nos impone un ritmo tan acelerado que nos impide ver lo importante, aquello que es esencial? ¿Será que el consumismo trae consigo un ritmo tal que vuelve invisible lo más valioso y hace visible lo efímero y vanal? Porque al fin de cuentas, lo que nos queda para siempre son los valores y los sentimientos que supimos cultivar antes.
Esta no es una feria cualquiera, no es una exposición de las que acostumbramos ver y visitar por estas fechas. Esta carpa encierra un montón de sentimientos juntos que se confunden en uno solo: un inmenso amor al prójimo. Amor hacia ese que supo lastimar una vez y al que personas como Graciela, responden con oportunidades para perdonar y cicatrizar heridas. Sentimientos que jamás debieron sustituirse por otros como el odio y la venganza.
Sólo el amor puede explicar una iniciativa como esta, un amor que solo admite amor por devolución. Aquel amor de un ser querido que ya no está, que fue arrebatado intempestivamente por la violencia hecha persona y que en lugar de venganza se mantiene vivo en sus familiares propiciando la mejor devolución posible. Porque son este tipo de gestos, donde presos mitigan el dolor causado y restañan heridas con sus víctimas, los que hoy le dan consuelo a Graciela y a tantos otros como ella que han perdido un ser querido de forma violenta e injustificada.
Esto no lo va a leer en ningún diario. No saldrá en grandes titulares. No será noticia de ningún portal. Pero si puede, querido lector, difúndalo y visite esta carpa que estará hasta el 20 de diciembre en la Plaza de Cagancha. Sepa que se han vendido decenas de botes a un empresario chileno, palets a pares uruguayos, y cientos de artículos a ciudadanos que la han visitado. Todos productos realizados en el Polo Industrial de la Unidad N° 4 de Santiago Vázquez por personas privadas de su libertad, que han ingresado como delincuentes pero que saldrán como obreros y que hoy han decidido donar su trabajo para las victimas del delito. Un gesto que no mereció titulares de prensa pero que sí merece mi mayor respeto y agradecimiento como miembro de una sociedad que quiere mejorar la convivencia.
Algo está cambiando en el Uruguay, lentamente pero sin pausa empiezan a darse gestos como esos, los que -aunque invisibles para algunos- siguen manteniendo su esencialidad intacta…
el hombre vió una artesanía,
el perro, un pedido de perdón sincero…
Por El Perro Gil
Columnista uruguayo
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