Por razones de edad y de salud me resulta imposible referirme públicamente a la sentencia que en estos días de 2020 ha dictado la Justicia, identificando y castigando a uno de los asesinos de Julio Castro Pero no puedo guardar silencio en esta hora que ha de ser de pronunciamiento ciudadano. El lector me permitirá que lo haga reproduciendo a continuación el último párrafo del prólogo que escribí para el número que Cuadernos de Marcha dedicó a su recuerdo en 1985. Con ello rindo homenaje al Maestro – a quien me dirijo en ese párrafo – y a todos aquellos que durante más de 40 años golpearon a las puertas de la Justicia reclamando la vigencia del derecho.
“Tú nos habías dicho: El andar del tiempo hacia la liberación de los pueblos es constante y es, además, irreversible”. De modo que muere uno y surgen cien. Y el elegido que cae renace en la memoria de los pueblos, en los libros de poetas e investigadores, en los cuadernos de niños y adultos, en los nombres de las escuelas, Julio, casas del pueblo, como tú decías, nombres de héroes, nombres de mártires. También una escuela uruguaya llevará tu nombre, Julio. Tal vez nos cueste decidir cuál de ellas, tantas querrán tu compañía. Podría ser tanto una pequeña escuela en Caraguatá como un gran instituto en Montevideo. Ten confianza en nosotros, Julio, nos pondremos de acuerdo. Por lo menos en eso. Y si en esta expresión encuentras una pizca de pesimismo es porque -¿y cómo ocultártelo?- aquí todo se nos ha puesto aun más difícil y ahora sí, hermano, nos estás haciendo una tremenda falta”.
Maestro Miguel Soler
Maestro y docente
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