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Tres retornos al lugar del crimen

Las artes dramáticas, el cine y la literatura, retroalimentándose desde tiempos inmemoriales han popularizado, en la ficción, que el criminal de un modo u otro vuelve al lugar del crimen, entendiendo por lugar no solo el espacio físico sino el tiempo y las circunstancias. Lamentablemente este retazo de conocimiento común parece escamoteado de la realidad y ajeno a la reflexión y la acción imprescindibles ante hechos reiterados que van desde la infamia o la estupidez a los crímenes horrendos.

Primer retorno: morir como cualquiera – El viernes pasado un hombre de 41 años mató a su ex- pareja de 34, la madre de sus hijos, en una verdadera orgía de furia homicida que involucró a los niños, a los vecinos y tardíamente a la policía en la localidad de 25 de agosto. Los niños salieron por la ventana para solicitar ayuda dada la gravedad de la discusión que se produjo cuando el individuo apareció en la casa de la víctima Fueron a la casa de unos vecinos. Ella salió tras los niños visiblemente golpeada y los vecinos la auxiliaron y cerraron la puerta pero el hombre la derribó y la apuñaló.

Resulta que este hombre, que tenía múltiples antecedentes delictivos, entre ellos un homicidio por el que habría estado preso en el año 2000, había sido denunciado por violencia doméstica en el 2013, en el 2014 y por última vez en noviembre de 2019. Aquí ha habido una terrible falla que debe ser investigada a fondo. ¿Qué pasó con la denuncia de hace nueve meses? ¿Y con las anteriores? ¿qué medidas se adoptaron para hacer cumplir la orden de alejamiento que presuntamente se aplicó? Nuevamente la indiferencia o la negligencia se vuelven muy parecidas a la complicidad.

¿Este crimen pudo haberse evitado? Seguramente pero para parar la mano de los asesinos se requiere, entre otras cosas, un cambio en la mentalidad de la comunidad, efectivas medidas de prevención y solidaridad con las víctimas de abuso y también con el acorralamiento y la confrontación de quienes naturalizan o justifican el abuso y la violencia de cualquier tipo. Esto último comprende a quienes pretenden “dar vuelta la página” ante los crímenes cometidos por el terrorismo de Estado o justificar las torturas y asesinatos como el infame ex-militar que ha declarado que, en 1984, el Dr. Roslik murió “como cualquiera”. Para estas mentalidades esta mujer también “murió como cualquiera”, sus hijos perdieron a su madre como el de Roslik a su padre, como cualquiera. Los criminales vuelven al lugar del crimen.

Segundo retorno: espíritu servil y canallesco – Un segundo retorno salió a luz el pasado sábado cuando, como producto de la investigación realizada por periodistas de La Diaria en el llamado Archivo Berrutti, se supo que el actual senador cabildero Dr. Esc. Guillermo Domenech, había sido sumariante en Enseñanza Secundaria durante la dictadura y como tal promovió la destitución de numerosos docentes bajo cargos ridículos y fraguados que caracterizaban la persecución que se desató  en aquellos años. Por si fuera poco también quedó al descubierto que Domenech también había sido contratado como abogado antes de haber obtenido su título.

La hez de la administración dictatorial, especialmente en los organismos de enseñanza, eran los sumariantes, es decir abogados jóvenes o estudiantes que como mérito hubieran sido derechistas o paniaguados de los interventores eran enrolados para desempeñar el trabajo sucio de una farsa ilegal, para perseguir y destituir docentes y funcionarios sin argumento o razón alguna. Eran el primer escalón de la represión burocrática, donde hicieron sus primeras armas profesionales. Allí se cultivaba un espíritu servil y canallesco. El haber ocultado ese pasado repugnante permitió que Domenech se mantuviera agazapado como untuoso Escribano de la Presidencia de la República – adonde lo llevó su jefe político, Lacalle Herrera, en 1990 – durante casi 30 años.

Tercer retorno: el coleccionista de armas – Parece nimio en comparación con los anteriores pero no hay que engañarse, los coleccionistas de armas, de cualquier tipo pero en especial las de fuego, no son como quienes coleccionan peluches, sellos de correo, mates o tortuguitas de loza. El coleccionista aspira a poseer objetos que sabe mortales, consciente o inconscientemente corteja con la muerte y mucho más con la ajena que con la propia. A esto se une, en mayor o menor medida, un afán exhibicionista que tal vez acompaña a muchos actos de posesión porque, en esencia, las armas no solamente son mortales sino que son un símbolo legendario de poder. Esto no obsta para que los coleccionistas de armas sean, por lo general, ciudadanos pacíficos, pudientes (porque una colección de armas siempre es muy costosa) y obsesivos (porque cualquier coleccionismo implica un tipo de pasión que en el caso de las armas lleva a bordear la legalidad cuando se trata de conseguir alguna pieza o surtirse de municiones porque “arma sin bala no vale nada”).

Por otra parte, los coleccionistas están sometidos a un régimen minucioso de control por parte del Estado (Cfr.  El Decreto 377 del 2016 que reglamenta la Ley 19.247, relativa a la tenencia, porte, comercialización y tráfico de armas de fuego, municiones, explosivos y otros materiales relacionados) que procura mantener la exclusividad del uso de las armas en mano de los cuerpos armados estatales (fuerzas armadas y policía) e, independientemente de sus numerosas falencias, busca evitar la proliferación de las armas como parte de la responsabilidad social ante los peligros y efectos del armamentismo.

El señor William Algarete contó a los periodistas que el domingo de mañana, al llegar a su residencia en el campo cerca de Villa Rodríguez, en el departamento de San José, después de haberse ausentado por 45 minutos, se dio cuenta que su flamante camioneta no estaba en el galpón.

Luego de realizar la denuncia correspondiente, la esposa de Algarete encontró desorden dentro de su casa y notó que al sedicente coleccionista le habían robado dos mil municiones, entre balas y cartuchos de diferente calibre, cinco armas de gran potencia y miras telescópicas y otros accesorios. «No he podido comunicarme con el Jefe de Policía, y no se nada de nada» agregó el coleccionista que se manifestó preocupado por la comunidad.

Sucede que este coleccionista guardaba sus armas en una simple vitrina en la sala de su casa y hay que señalar que no le llevaron todas las armas porque le dejaron dos o tres armas largas que a simple vista no eran matagatos. Es de suponer que las municiones (cajas y cajas) debían estar en el mismo mueble. Por lo tanto este coleccionista debería responder por negligencia en el cuidado de sus armas. ¿Porqué las armas no estaban guardadas en un mueble metálico debidamente reforzado? ¿por qué las armas estaban todas con sus percutores y demás componentes cuando estos debían haber estado en un lugar distinto y en depósito seguro? La misma interrogante vale para las municiones cuya abundancia parece ir mucho más allá de lo permitido y recomendable para un simple coleccionista. ¿Estaban todas debidamente registradas?

La negligencia no debe eximir de responsabilidad y así sea indirectamente la tendrá el coleccionista acerca del uso letal que pueda hacerse de sus armas robadas en un hurto ostensiblemente entregado. Pueden haber mediado actitudes favorecedoras de la acción delictiva que la justicia debería investigar. Tampoco hay aquí asunto que pueda manejarse con ligereza.

Hay que recordar que el año pasado un coleccionista de armas fue víctima de hurto en su casa de Maldonado. Posteriormente la Policía detuvo, a los dos autores del robo, un hombre y una mujer, y recuperó las armas, además de dos bolsas de ropa. Los investigadores encontraron en la vivienda de la víctima más armas de fuego, un total de veinte, una de las cuales estaba denunciada por hurto en Canelones desde el año 2012. Otra tenía la numeración limada. La fiscal del caso ordenó que las armas y municiones fueran incautadas, además de 60.000 pesos que había en el lugar y que el dueño de la vivienda fuera detenido.

Si bien el hombre tenía título de habilitación para tenencia de armas y carné de coleccionista, la Justicia de Maldonado lo condenó por tráfico interno de armas y municiones. Le impuso una pena de 16 meses de prisión, 8 efectiva y el resto bajo libertad vigilada.

Por Lic. Fernando Britos V.


La ONDA digital Nº 965 (Síganos en Twitter y facebook)
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