Para tener presente

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A este relato o artículo lo escribí hace unos años. Pensé que si los que habíamos vivido los años setenta con mucha intensidad nos llevaríamos con nosotros muchas anécdotas, hechos vividos, recuerdos de compañeros que ya no están y sería una verdadera pena que prevaleciera solamente lo que  está difundido por los medios hegemónicos de comunicación. Si cada uno deja caer y correr una gota de todo lo que ha guardado, muy distinta será la visión de la historio.

Fui docente. Y muchos muchachos de secundaria me entrevistaban para hacer alguna monografía sobre la historia reciente. Comprobé que la avidez por conocer era tan grande, que incluso, me hacían preguntas  a las que tenía que pedirles un tiempo para buscar fuentes certeras. Era necesario que no existiera el mínimo error.

Otras veces, otros muchachos se reunían a conversar en casa, café o mate mediante para indagar en ese pasado oscuro que sus padres, por distintas razones ( yo diría para preservarlos) no le habían contado.

Todo esto pude hacerlo desde hace unos quince años, cuando dejé de trabajar. Porque aunque me cueste pensarlo, salí ilesa de las masivas destituciones.  Algo tendría que tener a favor.

Lo años más complejos de la dictadura trabajé en la Escuela N123, en José Belloni, cerca del Hipódromo. El alumnado era, en su mayoría niños hijos de obreros , ya que por esos años todavia existía el silbato de las fábricas, que advertía a los trabajadores la hora de entrar y el que me despertaba para aprontarme  y llegar a la escuela, cercana, con mis hijos.

Luego las fábrica cerraron de a poco, las casas que se iban mejorando en su construcción quedaron sin terminar y lo peor era buscar el alimento diario.

A pesar de esa negrura externa fui feliz, en esa escuela. Allí nació mi tercer hijo. Los dos mayores padecieron la ausencia de su padre para toda la vida, con uno y tres años.

Mis compañeros de trabajo, armamos un grupo tan compacto, que siempre nos ingeniamos para burlar las absurdas normativas que llegaban de la CONAE. Nuestro gran hermano, era ese organismo y todo debía pasar por su control. Cuando algún padre se molestaba por alago la amenza era iba a quejarse a la CONAE.

Por suerte era una época de gran respeto por la labor docente y el respeto se respiraba en los salones, en el patio del recreo, en la vereda de la salida. Quedaba la amenacita  flotando en el aire.

Siempre me quedó como anécdota lo restringidos que estamos en la comunicación, pero aún así , sin poder hacer ninguna alusión gremial y menos política, en el momento del voto verde llenamos la cartelera de hojas de lechugas…. A Buen entendedor.

Es tanto lo que hay para recordar que surgen las ideas como cataratas.

Hoy me quería referir a un pequeño relato.

Estaba pensada una caceroleada con un apagón de 15 minutos para el 25 de agosto de 1981. Recordemos que veníamos de un a rotunda derrota del intento de los militares por afirmar su permanencia.

Un día frío,  muy frío, tan frio que caía aguanieve y el acto obligatorio de la escuela se había suspendido.

Llego la nochecita y la familia estaba reunida alrededor de la estufa ( supongo que a kerosene) cerca de la ventana . Todo pronto, pero el temor de que no pasara nada estaba latente.

Muchos nervios, sobre todo de Andrés , mi hijo de once años, que a esa altura no se perdía ninguna protesta.

Se hicieron las veinte horas y la casa quedó a oscura. Inmediatamente, comenzamos a escuchar: tac, tac,tac, tac, como si fuesen gotitas de agua y de pronto se armó un diluvio de ruidos.

Golpeamos con tanta fuerza, que los artefactos quedaron totalmente aboyados. A Andrés no le alcanzó.  Se subió a la azotea y con una barra de metal golpeaba al hierro dónde estaba atada la cuerda de la ropa. Salimos a la vereda y los golpes venían de todos lados, de la esquina de la otra cuadra. Desde los barrios cercanos de Montevido.

A los quince minutos prendimos la luz. Nuestras caras reflejaban la inmensa alegría de haber participado en una protesta tan masiva

La maravilla de la protesta nos había invadido.

Fue la primera de muchas caceroleadas que hicimos como forma de destruir la dictadura atroz   que nos inmovilizaba.

Lo logramos!!!

Pero, lastima que siempre hay un pero,dedique casi toda mi vida a luchar contra la injusticia y confiada pensé que duraría por muchos años, tantos como los que me quedan en este mundo.

Pero miro alrededor y cuantas coincidencias hay en este sistema de organizar la lucha contra la pandemia. Algunas se contradicen mucho, tal vez demasiado.

Nos obliga a estar alertas, muy alertas. Porque los jóvenes han tomado la bandera y no se merecen vivir ni un minuto de lo que esta generación padeció.

Invierno de 2020

Por Alicia Jaime Pérez

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