El estallido de violencia entre Israel y Palestina se produce en circunstancias que abarcan varios aspectos e intereses. En Israel, después de doce años de ocupar el cargo de primer ministro, Benjamin Netanyahu se encaminaba a tener que abandonar el cargo. Cuatro elecciones en dos años y el fracaso de formar un nuevo gobierno, hacían posible una nueva coalición política, que aún diversa (como las últimas coaliciones formadas para gobernar), incluía una novedad sin precedentes; la presencia de un partido árabe. La primera vez en la historia de Israel.
A este variopinto conglomerado lo unía la oposición a Netanyahu. Las negociaciones, tres días después que comenzaran los enfrentamientos en Jerusalén este, parecían fructificar. Yair Lapid del partido Yesh Atid (laico de centro), líder de la oposición, unía a los partidos de centroizquierda y centroderecha y al partido árabe Raam (Lista Arabe Unida). Este acuerdo parecía poner fin al estancamiento político de más de dos años de Israel. Tambien ponía fin al mandato del primer ministro. El presidente de Israel esperaba la comunicación del acuerdo.
Pero el 10 de mayo la Policía israelí irrumpió en la Mezquita de Al Aqsa en el mes sagrado del Ramadán, tirando balas de goma contra los fieles que estaban en su entorno, que respondieron lanzando piedras. Al clima creado por las amenazas de desalojos a palestinos y de demolición de sus hogares en Jerusalén este, sumado a los hechos en torno a la Mezquita, la violencia escaló rápidamente a una fase de bombardeos de la aviación de Israel y lanzamientos de cohetes de Hamás desde Gaza. En ese contexto las negociaciones para “el gobierno del cambio” colapsaron. Exactamente en el momento justo para frenar el cambio de gobierno.
Netanyahu convenció a su antiguo rival Neftalí Bennet de dejar la oposición y comenzó negociaciones con Gideon Sa’ar para otra coalición que le permiiera mantener el cargo. Así Netanyahu se mantenía en el poder, aún si se convocara a una nueva elección (en caso de que no concluyera con éxito la nueva coalición), su convocatoria llevaría meses y él seguiría como primer ministro. Hecho que no solo le permite superar la crisis política, sino que además lo salva de ir a la cárcel si lo condenan por los delitos en una corte de Jerusalén en la que fue acusado de casos de corrupción, fraude y abuso de poder.
La ley le permite a los líderes políticos en sus cargos evitar los procesos criminales hasta el fin de sus mandatos. Los juicios se “congelan” hasta que renuncian o culminan su mandato. Si se le declarara culpable, podría ser sentenciado a cumplir hasta diez años de prisión. El primer “beneficiado” por esta terrible confrontación es Benjamin Netanyahu.
“Toda su estrategia está basada en tratar de mantener el poder, cueste lo que cueste”…”Porque no quiere terminar en prisión“ afirma John Strawson, reconocido experto en derecho internacional público y asuntos de Medio Oriente del Centro de Derechos Humanos en Conflictos de la Universidad del Este de Londres.
En Palestina se vive el peor momento de debilidad desde la unificación de Al Fatah en el Décimooctavo Congreso Nacional Palestino en Argelia en la década del 80 del siglo XX. Después del naufragio de los Acuerdos de Oslo y la muerte de Yaseer Arafat , Al Fatah ha convivido con un liderazgo débil primero, y ahora en plena crisis, de la jefatura de la Autoridad Nacional Palestina por parte de Mahmoud Abbas, quien ha gobernado en Cisjordania por más de 16 años. Envejecido y debilitado, reaunudó la cooperación en materia de seguridad con Israel a principios de año, lo que sumado a fuertes cuestionamientos de corrupción han deslegitimado a su gobierno y a Al Fatah.
Cada vez que el gobierno de Israel comete actos agresivos hacia la población palestina ; “Hamás aparece como la vanguardia, la única que se enfrenta con Israel” declara Strawson a BBC Mundo. Las acciones de Hamas han provocado destrucción, muertos y heridos en la población de Israel. Según ellos como respuesta a la “agresion sionista”. Netanyahu afirma que los bombardeos han sido en “respuesta” a los actos de Hamás.
La desproporcionada y brutal agresión a la franja de Gaza provocó una masacre de proporciones. No se puede pretender, con sentido de la realidad, describir este desproporcionado uso de la fuerza como un “bombardeo quirúrgico”. La destruccion total de una parte de Gaza y la cifra de muertos y heridos, además de la desesperante situación de crisis humanitaria en la que ha quedado su población, es condenable y repudiable. Tanto como las acciones de Hamás contra la población civil israelí con su secuela de muerte y destrucción. Pero la desproporción de las fuerzas es de tal magnitud, que afirmar que lo que hizo Netanyahu es legítima defensa es insostenible, jurídica y humanamente. Independientemente de la discutida cronología de los acontecimientos.
El reciente alto el fuego, bienvenido e imprescindible, es reivindicado por ambas partes en conflicto como una “victoria”. Es en realidad una oportunidad a celebrar y aprovechar la misma para encontrar un diálogo constructivo. Para Hamás, cuya estrategia es resistir y desplazar a Al Fatah del gobierno de la Autoridad Nacional Palestina, estos terribles enfrentamientos le han dado aliento a sus objetivos. Esto no implica que la ideología de Hamás y su gobierno concite amplios apoyos. Sus acciones violatorias de los derechos humanos de la propia población palestina en Gaza y la penosa y desesperada situación de sobrevivencia en la que se encuentran es para muchos, en parte, también, algo de su responsabilidad.
Las repercusiones regionales han sido varias. Los estados árabes que suscribieron los “Acuerdos de Abraham” durante el gobierno de Trump, “normalizando” las relaciones con Israel, que le hicieron perder influencia a Irán en la región, son percibidos muy críticamente por sus poblaciones tras lo sucedido en Gaza. Los rivales de Irán tienen un problema interno muy serio con esos acuerdos. Se espera ver que sucede en Emiratos Árabes Unidos y Bahréin luego de esta tragedia.
Muchos piensan que Irán tiene participación en la potencia de fuego con la que Hamás actuó contra Israel. Seguramente Irán ve en la causa palestina una forma de competir con su principal rival en la region; Arabia Saudita. Hoy aparece muy lejana una solución de paz estable y duradera para este conflicto histórico. La asimetría es tan enorme entre las partes, en poderío y en respaldos, que hace difícil el objetivo. El sufrimiento de ambos pueblos es tremendamente doloroso. Pero la causa palestina necesitaría de apoyos externos de fuera de la región y de la comunidad internacional para mantener expectativas. La ONU debería enviar una Misión de Paz y con fines humanitarios a Gaza.
Uruguay, comprometido históricamente con la creación de dos estados soberanos conviviendo en paz, tiene una obligación moral con este objetivo. El gobierno de nuestro país debe corregir su posición y retomar un papel acorde con la historia de Uruguay y la política exterior de Estado que en la materia le indican.
Por Carlos Pita
Médico, político, ex embajador uruguayo en EE.UU.
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