Antes de que Vladimir Putin resolviera la invasión a Ucrania, los mandatarios de Francia y Alemania (Emmanuel Macron y Olaf Scholz) dialogaron con él para proponer una reunión bajo el “Formato de Normandía” (sesión de cuatro; Rusia, Ucrania, Francia y Alemania). Este encuentro posibilitó el fin de los enfrentamientos de hace más de ocho años con los acuerdos de Minsk.
En esta ocasión estaba sobre la mesa una propuesta que incluía el perfeccionamiento de los acuerdos del 2014-2015 y la sugerencia de la Organización para la Cooperación de la Seguridad de Europa de adoptar para Ucrania un status similar al de Finlandia, con un texto como el Acta de Helsinki de 1975(acta que se denominó como de: Soberanía, Independencia y Neutralidad de Finlandia en la entonces guerra fría entre la Unión Soviética y Estados Unidos). Esta iniciativa era parte central de una Agenda Europea propia y totalmente diferente a la de Estados Unidos, que insistía que Rusia invadiría Ucrania. Lo venía haciendo con una masiva campaña mediática que anunciaba la guerra desde hacía semanas y que era evidente que pretendía presionar a Putin para la invasión. Esto culminó con el discurso del presidente Putin, quien anunció la invasión, y defenestró la revolución bolchevique, a Lenin, Stalin y Kruschov además de reconocer a las Repúblicas Independientes de la región del este de Ucrania.
INFORMA SOBRE ESTE ANUNCIO – La agenda europea para encontrar una solución diplomática que evitara la guerra quedó descartada. Triunfó la estrategia de los Estados Unidos y de allí en adelante Europa pasó a secundar las iniciativas de la Casa Blanca. Los acontecimientos posteriores fueron consolidando una alianza Transatlántica que se había debilitado desde fines del siglo pasado y que Donald Trump empujó a su mínimo nivel durante su mandato. El liderazgo recuperado de un Estados Unidos que venía golpeado por la forma humillante de su retiro de Afganistán se recompuso y Europa siguió todos los pasos impuestos por el. Las sanciones, los enormes incrementos de los presupuestos militares y las cada vez mayores entregas de armamento a Ucrania culminan con la paradoja de que Finlandia y Suecia están decidiendo su pedido de ingreso a la OTAN.
La UE ya les ha adelantado que el trámite será abreviado y está pronta para hacer sendos acuerdos rápidos de cooperación en seguridad y en defensa, mientras culminan sus ingresos formales. Si ambos países ratifican en sus parlamentos esta decisión, el panorama del mundo terminaría de cambiar radicalmente.
Fuente de este mapa ARA
Finlandia tiene 1500 kilómetros de frontera terrestre con Rusia y es un país con unas fuerzas armadas poderosas y de última generación. Suecia está fortificando la Isla de Gotland, parte de su territorio, ubicada en el Mar Báltico frente a las costas de Estonia, Letonia y Lituania. Esta isla es considerada en términos estratégicos como un gigantesco portaaviones fijo, situado a solo 300 kilómetros de Kaliningrado, centro de almacenamiento de misiles nucleares de Rusia. Las instituciones suecas discuten su pedido formal de ingreso a la OTAN. Pero todo indica que la población se inclina a favor del mismo. Este cambio se inició inmediatamente después de la invasión a Ucrania.
Los acontecimientos futuros son impredecibles. La reacción rusa fue muy dura y amenazante ante estos anuncios. Pero si se concretan en Finlandia y Suecia las aprobaciones de sus solicitudes de ingreso, Rusia habría logrado un fortalecimiento de la OTAN impensable antes de la invasión, una revitalización inesperada de la alianza transatlántica y una recuperación del liderazgo de los Estados Unidos que no parecía posible hasta hace pocos meses. La paradoja más clara quedará marcada porque en lugar de reproducir el Acta de Independencia, Soberanía y Neutralidad de Finlandia para Ucrania, Putin logró que esta se encamine a su desaparición. Y con ello todas las consecuencias descritas. La decisión de Rusia de invadir Ucrania, empujada fuertemente por la estrategia de Estados Unidos ha sido hasta ahora un grave error para la propia Rusia y con consecuencias muy negativas para el mundo.
Por Carlos Pita
Fue embajador de la República en Chile, España y Estados Unidos
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