El mundo necesita un año revolucionario
Este año tiene que convertirse en un punto de inflexión para el mundo. Aunque con frecuencia la cooperación internacional fracasó en 2020, tenemos ahora la oportunidad —y la responsabilidad— de marcar el inicio de una nueva era en la que un mundo más sano, ecológico, seguro y justo sea posible.
«(…) hay que solicitar a las instituciones financieras multilaterales y regionales que liberen nuevos recursos para fortalecer la capacidad de los sistemas de salud de los países con ingresos bajos y medios. También debieran apoyar la implementación de las recomendaciones detalladas del reciente informe presentado ante la Organización Mundial de la Salud por el Panel Independiente de Preparación y Respuesta a la Pandemia.
Alinear la política económica será fundamental para reconstruir la economía mundial después de la pandemia. Afortunadamente, en la etapa inicial de la recuperación de la COVID-19 durante el año pasado la mayoría de los países aplicaron políticas similares y eso llevó a un nivel de alineamiento aceptable. Ahora necesitamos un plan de crecimiento mundial consensuado que contemple intervenciones monetarias y fiscales coordinadas para evitar una recuperación desigual y desequilibrada, y garantice un futuro más inclusivo, equitativo y beneficioso para el medio ambiente. Por ejemplo, si el G7 y el G20 adoptaran las propuestas del FMI para impulsar la infraestructura en forma sincronizada —que incluyen infraestructura verde en todos los continentes— se lograría aumentar el producto económico mundial en 2 billones de USD para 2025.
Debido a la COVID-19 150 millones de personas más cayeron en la pobreza. Considerando la gran cantidad de recortes presupuestarios en salud y educación, es posible que la pandemia haya retrasado hasta 5 años los avances para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030. Las niñas y mujeres serán las más afectadas por esto. Hacemos un llamado al G7 para que amplíe su iniciativa para la educación de las niñas y apoye el plan de UNICEF para lograr la conectividad digital que garantice la inclusión de todos los jóvenes.
El G7 y el G20 también deben ocuparse de la creciente divergencia que generan las diferencias en los resultados sanitarios y la falta de coordinación en los enfoques de política macroeconómica. Aunque en la mayoría de las economías avanzadas se prevé un crecimiento sólido y amplia disponibilidad de vacunas, gran parte de los países emergentes y en vías de desarrollo enfrenta las nuevas olas y variantes del virus sin margen de maniobra en lo económico y lo social. Después de una lenta recuperación del comercio mundial y la inversión extranjera directa, muchos países enfrentan una deuda creciente y la caída de la recaudación fiscal, así como la reducción de los flujos de ayuda.
Debido a la COVID-19 150 millones de personas más cayeron en la pobreza. Considerando la gran cantidad de recortes presupuestarios en salud y educación, es posible que la pandemia haya retrasado hasta 5 años los avances para cumplir los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) 2030. Las niñas y mujeres serán las más afectadas por esto. Hacemos un llamado al G7 para que amplíe su iniciativa para la educación de las niñas y apoye el plan de UNICEF para lograr la conectividad digital que garantice la inclusión de todos los jóvenes.
El G7 y el G20 pueden ayudar a cubrir las brechas financieras que enfrentan los países vulnerables y actuar para que volvamos a una trayectoria factible para cumplir los ODS. Para ello será necesario que los bancos multilaterales de desarrollo aporten más financiamiento en forma más eficiente, optimicen sus balances, revisen los marcos de adecuación del capital —como ya lo solicitó el G20— y consideren la reposición de fondos. En este sentido, debemos examinar nuevos instrumentos basados en garantías para atraer el financiamiento del sector privado para la salud, educación y redes de seguridad social, y tenemos que lograr avances en los acuerdos internacionales para reducir la elusión fiscal, como la tasa mundial mínima respaldada recientemente por los ministros de finanzas del G7.
Además debemos redoblar nuestros esfuerzos para garantizar la sostenibilidad de la deuda para los países con ingresos bajos y medios. Esto implica extender la Iniciativa de Suspensión del Servicio de la Deuda del G20 y fomentar una participación más amplia de los acreedores privados (y, posiblemente, de los acreedores oficiales que no forman parte del G20) en el nuevo Marco Común para Reestructuraciones de Deuda. El éxito dependerá del aumento en la transparencia tanto de los deudores como de los acreedores.
Este año también es fundamental para lograr avances hacia la neutralidad en emisiones de carbono para 2050. Como anticipo de la cumbre climática de las Naciones Unidas (COP26) que tendrá lugar en Glasgow en noviembre de este año, los países del G7 y el G20 debieran anunciar compromisos nacionales enérgicos. Es necesario que exijan a las empresas que revelen sus huellas de carbono, que logren implementar el fondo propuesto para la mitigación y adaptación en los países con ingresos bajos y medios, y garanticen que sus planes para la recuperación económica impulsen las energías renovables y la infraestructura verde.
No es una tarea que se limite a los gobiernos: las empresas, ciudades e instituciones multilaterales deben formar parte central de los esfuerzos para lograr la neutralidad en las emisiones de carbono para mediados de siglo. Y, al igual que con la recuperación mundial pospandemia, hay que implementar los esfuerzos coordinados necesarios con firmeza en este año».
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