Manini juega solo

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Es posible que la reforma al régimen jubilatorio no logre los votos, lo cual sería una derrota para el presidente Luis Lacalle Pou mas no para Guido Manini. Si en la hora 25 se logran los votos, será una victoria pírrica para Lacalle y una clara victoria para Manini, que condicionó con eficacia todo el proceso, con desgaste del presidente pero no el suyo propio. La bipolaridad planteada excede en mucho al tema en sí, pese a su importancia para este Poder Ejecutivo y a que sería la única reforma de fondo que se atisba el horizonte de las muchas que se proponía hacer esta gestión. La reforma de la seguridad se enredó en las limitaciones del ministro Luis Alberto Heber y demás, y la educativa está muy posiblemente naufragando en estos mismos momentos.

Este escenario fue prolijamente construido desde Cabildo Abierto, y nace desde antes del primer mes de gobierno, en febrero 2020, cuando Manini sale en público a criticar el funcionamiento de la coalición. Bastante después, vendrían politólogos a señalar el corte ”excesivamente presidencialista” de la gestión. O, como dijo uno de ellos en privado sobre el presidente, “se siente el dueño de la pelota y la patea solo él”. La coalición perduró, pero no por ideas ni proyectos en marcha, sino por el temor a la intemperie de sus otros integrantes. No así Manini.

El de Manini es un enfrentamiento de desgaste, que comenta en público la conducta del Poder Ejecutivo por hacer proyectos de ley que luego traslada a su mayoría parlamentaria. Y cosecha para su beneficio la no concreción de las muchas ideas y proyectos que plantea Cabildo Abierto: el saldo es “quisimos hacer, pero no nos dejaron”.

En este tiempo, criticó públicamente (apoyándose en que el Ejecutivo no le daba espacio de discusión colectiva a la coalición) el buque insignia de la seguridad que llevó adelante Jorge Larrañaga, con el doble castigo de no ganar la reforma planteada y luego tener que hacerse cargo del Ministerio del Interior.

Pese al contenido punitivista de mucho de la LUC, Manini mantuvo su distancia: señaló que hay presos mal procesados, que hay que reeducarlos mediante el trabajo, y más. Esto fue coherente con el proyecto que supo plantearle al entonces gobierno del Frente Amplio: el de ocupar a los Ni Ni; los que no trabajaban ni estudiaban.

Habría que repasar sus propuestas, incluyendo las de su CA, para conformar su ideario; seguramente lo veremos en su plataforma electoral. Y va de suyo que si no se aceptaron esas propuestas durante esta gestión, menos lo serán en una nueva coalición. Es de peso la crítica de Manini al gran capital, que es coherente con ideas presentes en la sociedad, en los que lo votaron, y en las FFAA, particularmente Ejército. Es interesante que haya marcado la cancha con su idea de atender a los deudores morosos: aunque la solución real al problema no es la disminución de la tasa de interés máxima del 130% que autoriza el Banco Central, abre una fisura para atender la existencia de 900.000 personas en el Clearing de Informes, que son muertos civiles porque salen de la economía formal al punto de que, en general, no pueden ni alquilar vivienda aunque su mora no haya residido en el pago del alquiler. La pena por mora es mayor que la pena por asesinato, porque es perpetua. Se dice que hay un mercado informal de crédito, y debe haberlo, porque ha necesidades que necesitan ser satisfechas, aunque a tasas que la harían una satisfacción muy breve.

De Manini partió la única crítica al affaire Marset-Astesinano desde la coalición, señalando que tendría su impacto en las elecciones del 2024. El resto de las fuerzas simplemente calló. De Manini partió el proyecto de prisión domiciliaria a mayores de 65 años, dirigido claramente a beneficiar a protagonistas del terrorismo de Estado. En su momento Mujica se expresó en forma crítica a la prisión para “los viejitos”, pero no pasó de eso. Para entrar en la agenda política e informativa suplantando a otros temas, tiene que ser producto de un planteo contundente y con apariencia viable, aún sabiendo que las posibilidades políticas de concretarse sean mínimas. En este caso, Manini logró no solo quedar bien con sus afines, sino también llevar al presidente Lacalle a su límite. El presidente se tuvo que oponer con claridad, pues estaba arriesgando quedarse sin Partido Nacional, dada su posición pública respecto de los derechos humanos.

Con una sucesión de críticas a sus colegas de coalición en prácticamente todas las áreas de gestión, maduró el tiempo y las circunstancias para que Manini asentara un mojón importante en su estrategia de desgaste, que equivalió a que Cabildo Abierto cruzara el Rubicón. En abril de 2021 y sin consecuencias políticas, CA cruzó tranquilamente las barreras ideológicas y aprobó con el Frente Amplio la Ley Forestal, obligando al presidente Lacalle a vetarla, en correspondencia con los intereses que le apoyaron para llegar adonde está. Se marcó así una clara fisura en la coalición que, es de recordar, fue hecha para desplazar del gobierno a un Frente Amplio que, la verdad, necesitaba estar en el llano para recomponer ideas y conductas. Pero más importante que eso, CA mostró la soltura con que pasó el alambrado que se creía muro.

Menos de un año después, CA se apoyaría en el error del senador colorado Germán Coutinho, que enunció la idea de que la coalición fuera a la primera vuelta electoral con un programa único, para facilitarle a Manini una toma de distancia irreversible: respondió a la idea que dadas las “profundas diferencias” existentes en la coalición, CA irá a las elecciones con su propio programa. Y así lo muestran sus tantas iniciativas frustradas.

Tal como planteó el colega Gabriel Pereyra en un análisis en VTV. “la gente va a terminar no sabiendo qué proyecto está votando. Porque si cada partido presenta un proyecto y el votante elige por cuál se inclina, y luego todos se juntan y arman un proyecto nuevo, como ocurrió ahora, al final el votante no sabe qué proyecto está votando”. A su criterio, eso plantea dos escenarios: el primero, en el que Manini se ha ganado ese lugar de figura imprescindible para que la coalición vuelva a ganar la coalición. “Ahora, si la coalición pierde, él ha dado señales. con estas diferencias y con estos acuerdos con el FA, de que aún en la derrota, él puede ser quien dé mayorías en el parlamento al FA. De modo que en los dos escenarios, de triunfo o derrota, él ha demostrado que le sacó una cabecita al resto del sistema político”.

Es proverbial que hacen falta dos para el tango, y en la arena política nacional ya está planteado –aunque no debidamente explicitado– que de un lado del Frente Amplio hay ya señales de receptividad hacia esa evolución política. Se encuentran pistas de ellas en lugares impensados, y es debilidad política de la coalición que no tenga respuesta ante ellas. Un ejemplo de esto surgió del notorio hostigamiento del presidente Lacalle hacia Manini, al negarle apoyo presupuestal a la política de vivienda. Eso, pese a que figura en Compromiso por el país, y se detalla en su apartado 9: “proteger a los más débiles”.

Eso llevó a que la política de vivienda, a cargo del ministerio encabezado por Irene Moreira, esposa de Manini, fuera un fracaso. Estaba dirigida a los quintiles más bajos de la población, lo cual habla de sensibilidad social y tiene un correlato proselitista. Y si se recuerda la renuncia en abril del 2021 del ex diputado declaradamente derechista Daniel García Pintos a su puesto de sub coordinador general del Plan Junto de ese ministerio, fue porque se negó a avalar que el intendente Yamandú Orsi decidiera a quienes se entregarían cuatro viviendas. En enero de 2021, Orsi fue entrevistado a toda página por La Mañana, en una nota que era su presentación en sociedad; en esa sociedad: “Me considero de izquierda, pero con un fuerte contenido nacionalista”, fue el título.

Ese nacionalismo aparentemente en común con el CA tiene historia. La relación entre Manini y Mujica es de vieja data, ha tenido el aval expreso de Pepe Mujica, que calificó al general Manini de “un nacionalista”, sin mencionar otros rasgos de ese nacionalismo y facilitando así una concordancia que a primera vista podría parecer imposible. Se recuerda que citaron a la televisión para ser filmados dándose la mano en las afueras de San Ramón. Esa convergencia promete ser ampliada por su delfín y ya precandidato Yamandú Orsi. Cuando hoy la consigna del Frente Amplio es “hay que ganar”, sin más especificaciones, se puede conjeturar que es “todo por el triunfo”. Y si el triunfador en la interna del FA fuese Orsi, se abre la posibilidad de un acuerdo FA-CA para la segunda vuelta. No, Manini no tiene problemas; los que lo tienen son los que no están con él.

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