Ya es un hecho que Cuba y Estados Unidos restablecerán plenamente sus relaciones diplomáticas, interrumpidas desde hace más de 53 años, y que el 20 de este mes de julio se abrirán las respectivas embajadas en Washington y en La Habana. Es un acontecimiento de importancia excepcional, que celebra el mundo entero y en particular los pueblos y gobiernos de la América Latina y caribeña, que han bregado incesantemente en pos de este objetivo. Esta decisión asumida por los gobiernos de Barack Obama y de Raúl Castro sigue a la resolución adoptada por Washington de retirar a Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo, en la que nunca debió haber estado. Quedan no obstante importantes problemas pendientes para que el restablecimiento de las relaciones diplomáticas cobre todo su valor.
En primer lugar, levantar el bloqueo comercial, económico y financiero que mantiene Estados Unidos contra la isla desde hace más de medio siglo y que le causa perjuicios de enorme magnitud. El presidente Obama ha planteado y reiterado esta demanda al Congreso pero éste, con mayoría republicana, hasta el presente no la ha aceptado. Asimismo, deberá resolverse la devolución a Cuba de la base de Guantánamo, ocupada por Estados Unidos desde principios del siglo pasado y convertida en un centro de torturas, de lo cual tenemos claras señales en nuestro país con la presencia de refugiados de esa procedencia.
En un plano más general, se plantea asimismo la reincorporación de Cuba al sistema interamericano y a la Organización de Estados Americanos, o sea, a la nueva OEA del siglo XXI, cuya secretaría general está ahora a cargo del ex canciller uruguayo Luis Almagro, quien se ha pronunciado claramente en ese sentido, invocando lo resuelto en la Asamblea General de la OEA efectuada en San Pedro Sula, Honduras, en junio de 2009 (bajo la presidencia de Manuel Zelaya).
El día 1º de julio el presidente Barack Obama, con el vicepresidente Joe Biden a su lado, expresó: “Hoy puedo anunciar que Estados Unidos ha acordado formalmente el restablecimiento de relaciones diplomáticas con la República de Cuba y la reapertura de embajadas en nuestros respectivos países”, anunciando que el secretario de Estado John Kerry estará presente en el acto que a esos efectos se efectuará en La Habana y que definió como “una opción entre el futuro y el pasado”. En carta al presidente Raúl Castro confirmó este objetivo, que se hará efectivo el 20 de julio. En su discurso, reiteró su llamado al Congreso estadounidense a que ponga fin al embargo vigente sobre Cuba, en estos términos: “Estadounidenses y cubanos estamos dispuestos a avanzar. Creo que es el momento de que el Congreso haga lo mismo. Ya he llamado al Congreso a que tome pasos para levantar el embargo”, aclarando que el mismo pone trabas a los viajes de estadounidenses a la isla y a la concreción de negocios con Cuba.
En la misma fecha del 1º de julio el presidente Raúl Castro respondió al mandatario estadounidense con una carta conceptuosa, en que recuerda los acuerdos a que ambos llegaron en su reunión del 17 de diciembre de 2014, que es un antecedente muy significativo de estas gestiones, reafirmado luego en su encuentro en la VII Cumbre de las Américas efectuada en Ciudad de Panamá los días 10 y 11 de abril de este año. Expresa en su carta que “la parte cubana asume esta decisión animada por la intención recíproca de desarrollar relaciones respetuosas y de cooperación entre nuestros pueblos y gobiernos”, inspirada en los principios y propósitos consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, a saber: la igualdad soberana, el arreglo de las controversias por medios pacíficos, abstenerse de recurrir a la amenaza o al uso de la fuerza contra la integridad territorial o la independencia política de cualquier Estado, la no intervención en los asuntos que son de la jurisdicción interna de los Estados, el fomento de relaciones de amistad entre las naciones basadas en el respeto al principio de la igualdad de derechos y al de la libre determinación de los pueblos, y la cooperación en la solución de problemas internacionales y en el desarrollo y estímulo del respeto a los derechos humanos y a las libertades fundamentales de todos”.
Simultáneamente, el gobierno de Cuba emitió una declaración en la que reitera los conceptos expuestos por el presidente Raúl Castro y anuncia que el canciller Bruno Rodríguez Parrilla se hará presente en la ceremonia oficial de la apertura de la embajada cubana en Washington. Ello tendrá lugar en un edificio construido en el año 1916, primero como Legación de la República de Cuba, luego en 1923 ascendido al rango de embajada ante el gobierno estadounidense y que conserva los escudos de las seis provincias en que entonces se dividía la isla: Pilar del Río, La Habana, Matanzas, Santa Clara, Camagüey y Oriente, en contraste con las 14 provincias actuales.
El documento señala que “el Gobierno de Cuba ha tomado la decisión de restablecer las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos en pleno ejercicio de su soberanía, invariablemente comprometido con sus ideales de independencia y justicia social, y de solidaridad con las causas justas del mundo, y en reafirmación de cada uno de los principios por los que nuestro pueblo ha derramado su sangre y corrido todos los riesgos, encabezado por el líder histórico de la Revolución, Fidel Castro Ruz”.
A renglón seguido, reclama en forma tajante el levantamiento del bloqueo. “No podrá haber relaciones normales entre Cuba y los Estados Unidos –expresa- mientras se mantenga el bloqueo económico, comercial y financiero que se aplica con todo rigor, provoca daños y carencias al pueblo cubano, es el obstáculo principal al desarrollo de nuestra economía, constituye una violación del Derecho Internacional y afecta los intereses de todos los países, incluyendo los de los de los Estados Unidos”.
A ello se agrega, como otra condición imprescindible al restablecimiento pleno de las relaciones recíprocas, la devolución de la base naval de Guantánamo, ese puñal clavado en el costado de Cuba, y el cese de las maniobras provocativas de diversa índole realizadas por EEUU contra Cuba . El documento lo expresa en estos términos: “Para alcanzar la normalización será indispensable también que se devuelva el territorio ilegalmente ocupado por la Base Naval de Guantánamo, cesen las transmisiones radiales y televisivas hacia Cuba que son violatorias de las normas internacionales y lesivas a nuestra soberanía, se eliminen los programas dirigidos a promover la subversión y la desestabilización internas y se compense al pueblo cubano por los daños humanos y económicos provocados por las políticas de los Estados Unidos”.
En su declaración el gobierno cubano reconoce las decisiones adoptadas por el presidente Obama de excluir a Cuba de la lista Estados patrocinadores del terrorismo internacional, de instar al Congreso de su país de levantar el bloqueo y de comenzar a adoptar medidas para modificar la aplicación de aspectos de esta política en uso de sus prerrogativas ejecutivas. Sobre el primer aspecto corresponde acotar que Cuba no solamente no patrocina el terrorismo, sino que ha sido víctima de las acciones terroristas perpetradas por anteriores gobiernos de EEUU, mediante ataques aéreos y otros atentados que le han provocado miles de muertos y de incapacitados, sin hablar de cuantiosos daños materiales. Por otra parte, se había invocado para adoptar dicha resolución que Cuba ofrecía un soporte a la guerrilla de las FARC, pero hoy La Habana es la sede del diálogo sostenido entre el gobierno colombiano de Juan Manuel Santos y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia, con el objetivo de poner término a una situación de confrontación armada extendida durante más de cincuenta años y abrir paso a un período de paz estable.
Concluye la declaración del gobierno cubano señalando que “estas relaciones deberán cimentarse en el respeto absoluto de nuestra independencia y soberanía, el derecho inalienable de todo Estado a elegir el sistema político, económico, social y cultural, sin injerencia de ninguna forma; y la igualdad soberana y la reciprocidad, que constituyen principios irrenunciables del Derecho Internacional”.
Sobre esas bases, reitera la disposición del gobierno cubano a ”mantener un diálogo respetuoso con el gobierno de los Estados Unidos y a desarrollar relaciones de convivencia civilizada, basadas en el respeto a las diferencias entre ambos gobiernos y en la cooperación en temas de beneficio mutuo”. Afirma, al mismo tiempo, que “Cuba continuará enfrascada en el proceso de actualización de su modelo económico y social, para construir un socialismo próspero y sostenible, avanzar en el desarrollo del país y consolidar los logros de la Revolución”.
De esta forma, la posición del gobierno cubano une la defensa irrenunciable de sus principios con una actitud flexible y abierta en la búsqueda de acuerdos de beneficio mutuo y de convivencia civilizada con los Estados Unidos. Esta actitud concita un vastísimo apoyo internacional, en nuestra América y en el mundo. Con ello procura dar vuelta la página y revertir una situación de confrontación permanente que se extendió a lo largo de todo un período histórico, que hoy aparece como un vestigio de la “guerra fría” y que merece ser sepultado definitivamente.
Esta actitud también es compartida por la mayoría de la opinión pública estadounidense. Las estadísticas señalan que las dos terceras partes de sus ciudadanos están a favor del restablecimiento pleno de las relaciones entre su país y Cuba, y que una similar proporción (2 de cada 3) se pronuncia por el levantamiento del bloqueo que sigue manteniendo Estados Unidos contra la isla. En el mismo sentido en ambos casos se pronuncia la casi unanimidad de los numerosos ciudadanos norteamericanos que en el último período han estado viajando a la isla, a la vez que formulan el anhelo de que se puedan normalizar en el más breve plazo las relaciones en el seno de las familias cubanas residentes en uno y otro lado del estrecho de la Florida. Como contracara, el sector político más regresivo de Estados Unidos, representado por el ultraderechista Tea Party y gente como el senador Marco Rubio y la legisladora Ileana Ross-Lehtinen, han expresado su furia concentrada contra las resoluciones adoptadas por Obama y amenazan ahora con bloquear en el Congreso la designación de un embajador de EEUU ante el gobierno de La Habana. Los republicanos detentan la mayoría en ambas ramas del Congreso; pero sin embargo no pudieron impedir que se sacara a Cuba de la lista de estados patrocinadores del terrorismo.
En estas circunstancias, vuelve el recuerdo de los acontecimientos que tuvieron lugar en agosto de 1961 en nuestro país, más precisamente en Punta del Este, con la presencia del Ché Guevara en la Conferencia del Consejo Interamericano Económico y Social (CIES), dependiente de la OEA, su enfrentamiento directo con el delegado estadounidense Douglas Dillon y su denuncia de la fementida “Alianza para el Progreso”. Unos meses más tarde, en enero de 1962, en San Rafael, muy próximo a Punta del Este, se realizó la Conferencia de Cancilleres de la OEA, con la presencia de Osvaldo Dorticós por Cuba, conferencia en la cual Estados Unidos debió utilizar los métodos del soborno y la coacción, en particular (pero no sólo) con el gobierno del dictador haitiano François Duvalier, para arrancar a duras penas los 2/3 estrictos de los votos necesarios para expulsar a Cuba del sistema interamericano. Esta es la decisión que se revirtió radicalmente en San Pedro Sula, Honduras, en junio de 2009, como ya lo consignamos.
El tema fue actualizado recientemente por el ex canciller uruguayo Luis Almagro poco antes de asumir el cargo de secretario general de la OEA, ubicándolo como uno de los puntos de su programa de acción al acceder a la dirección del organismo. Expresó que en tal caso (lo que ocurrió con todos los votos a favor y una abstención) su objetivo sería “dejar definitivamente atrás la OEA de la Guerra Fría y dar los pasos necesarios para llegar a ser una OEA del siglo XXI”. A su juicio, “América ha estado dividida, es hora de reparar las heridas del pasado y construir una América unida y para todos”. En ese sentido ubica la reinserción de Cuba en el organismo. En un capítulo titulado: “Una organización sin exclusiones” señala que la OEA se ha ido ampliando con la incorporación de todos los Estados que componen la región y en cuanto a Cuba se produjo la decisión de San Pedro Sula, no obstante lo cual “aún resta su reingreso efectivo”, por lo que propone lo siguiente: “Deberíamos encontrar la forma viable y consensual para que así suceda, y Cuba pueda enriquecer con sus aportes la agenda de la Organización”. Destaca “el histórico anuncio hecho por los presidentes de Cuba y de Estados Unidos el 17 de diciembre de 2014 y la importancia de que -como lo señalara la OEA en su Declaración- se implementen las medidas en favor de la completa normalización de las relaciones entre ambos países”. Concluyó señalando que “estoy cada vez más persuadido de que el reingreso de Cuba a la OEA se convertirá en un hito fundamental en la historia de nuestra Organización”. Veremos qué nos depara el futuro y cuál es la decisión del gobierno cubano. Pero no cabe duda de que dentro de dos semanas, el próximo lunes 20 de julio, se concretará la reanudación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Pasará a ser una fecha histórica.
La maravillosa victoria del pueblo griego y de Syriza
No puedo dejar de consignar la maravillosa victoria que acaba de lograr el pueblo griego y el gobierno de Syriza encabezado por Alexis Tsipras, con el triunfo rotundo del NO en el referéndum. Recién escuché las sobrias palabras del primer ministro, resaltando la conciencia del pueblo y su fe en la democracia. Arroja una formidable enseñanza para toda Europa, y es un estímulo de primer orden para todas las fuerzas progresistas que buscan abrirse paso y consolidarse contra las políticas de austeridad y de retrogradación concentrada de las condiciones de vida del pueblo. La lucha continúa y será muy dura, pero se ha dado un paso trascendente, enfrentando todos los obstáculos y una campaña concentrada de la “troika” y del monopolio de los medios de difusión.
Acabo de ver también la acogida fraternal y entusiasta que le brindó el pueblo y el gobierno de Rafael Correa al Papa Francisco, que en la tarde del domingo arribó a Ecuador como inicio de su gira latinoamericana, y que influirá sin duda positivamente en la solución de los agudos conflictos que atraviesa la sociedad ecuatoriana, así como en el diálogo de paz en Colombia entre el gobierno y las FARC, y en otros países como Bolivia y Paraguay. El Papa Francisco ha pasado a ejercer una influencia positiva, consustanciada con las aspiraciones populares, en todos los lugares que visita y le dan la bienvenida.
Por Niko Schvarz
Periodista y escritor
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