“La iglesia católica uruguaya pudo cumplir un rol mayoritariamente de resistencia, refugio y solidaridad con las personas perseguidas y mantener cierta autonomía política de la Iglesia porque no dependía del Estado, a diferencia de casi todas las iglesias católicas de América Latina”, expresó Nicolás Iglesias en entrevista con este medio.
Una diferencia marcada con la iglesia católica argentina, se preocupó en señalar. “El vacío de información sobre el tema hace que quede en el imaginario la idea de que quizás la iglesia católica o la iglesias cumplieron un rol similar al de la complicidad de la jerarquía de la iglesia católica Argentina con la dictadura”. En la Argentina, los promitentes golpistas se reunieron con las jerarquías eclesiásticas para hablar sobre el desgarrador tiempo que se abría, obtuvieron su complicidad y hasta mataron religiosos; el caso emblemático es el del obispo de La Rioja Enrique Angelelli, asesinado el 4 de agosto de 1976.
Iglesias, trabajador social, con una maestría en Ciencias Sociales y profusos estudios en teología y ciencias de la religión, señala que Partelli encauza su gestión principalmente con dos obispos, Andrés María Rubio y el obispo de San José Luis Baccino, en un clima que hoy se asocia con el progresismo, pero que a comienzos de los ’60 albergaba hacia ellos cierto recelo anticomunista. “No hay que perder de vista que había una fuerte impronta anticomunista en la iglesia. Ella venía de la propia experiencia de persecución de los cristianos en los países del bloque soviético, en la mucha migración que recibe Uruguay de Polonia, de la zona eslava. Con lo que había un sector de la iglesia católica uruguaya con una militancia muy anticomunista, a partir de su experiencia vital en el mundo soviético. Y había un bloque marcadamente progresista en Baccino, Rubio y Partelli. Uno de ellos, Baccino, es el promotor del cooperativismo en Uruguay, cuya fundación alberga un papel importante de la iglesia católica. Este Obispo mandó a capacitar a laicos a Bélgica en el sistema de cooperativas, que luego transmiten las enseñanzas.”
“El modelo cooperativista se construye con predios y recursos de la iglesia católica. Otro sector sí se mantuvo anticomunista y después anti frenteamplista; fue liderado por el obispo Antonio Corzo, junto al obispo Miguel Balaguer. Primero anticomunistas, luego anti frenteamplistas y después pro dictadura y pro régimen.”
El contexto de la época, los ’60 “son de mucha radicalización de posturas en las iglesias, y no sólo de la iglesia católica. Hay un fenómeno parecido en el campo protestante a partir del diálogo cristiano – marxista con los sindicatos, trabajadores y estudiantes influenciados por el Concilio Vaticano II en el caso de la Iglesia católica, y en el caso protestante católico, por la teología de la liberación”. Allí anota Nicolás Iglesias el papel seminal “de grandes intelectuales: teólogos, pastores y sacerdotes. Como Juan Luis Segundo en el ámbito católico –uno de los intelectuales más importantes de la iglesia católica en Uruguay–, y en el campo protestante el pastor Emilio Castro, Julio de Santa Ana, Miguel Brun, Luis Odell, Richard Shaull, doctor Julio Barreiro, pastor Rubem Alves, Hugo Assmann, Hiber Conteris, Héctor Borrat y más, nucleados o colaborando con ISAL, Iglesia y Sociedad en América Latina”.
ISAL, creado en 1959 ante esa década fermental, era un espacio de diálogo coordinado por el protestantismo progresista pero que dialogaban con las Ciencias Sociales y con el mundo católico. “La teología de la liberación lleva a la opción radical por los pobres, a la opción por el cambio social, la crítica, a ver la estructura del capitalismo como una estructura injusta. Se empieza a hablar del capitalismo como pecado. Hay una crítica también a enfoques del desarrollismo, desde el rechazo a verlo como una vía intermedia”.
Un librillo sobre El aporte de ISAL, del estudioso de la teología de la liberación Julio de Santa Ana, editado por Trilce, consigna que “ISAL fue investigada y perseguida por la dictadura uruguaya. Varios de sus miembros fueron encarcelados, otros marcharon al exilio e incluso uno de ellos, Mauricio López, argentino, de la Iglesia de los Hermanos Libres, figura en la lista de los detenidos-desaparecidos.” ISAL existe de hecho hasta 1973 y se disuelve formalmente en 1975.
También dentro de las iglesias uruguayas “hay un sector conservador que se opone a lo que denuncian como la infiltración comunista en las iglesias, y ahí hay actores católicos y evangélicos con un papel marcadamente protagónico también. Esa época está atravesada por una polarización interna”, señala Nicolás Iglesias. “En el obispado uruguayo, había una minoría en esos dos obispos, Antonio Corzo y Miguel Balaguer, primero en contra del Concilio Vaticano II y luego de lo que devino de él, y grupos organizados vinculados al conservadurismo católico. Quizás el más conocido sea TFP, Tradición, Familiar y Propiedad; después había otros que no tuvieron tanto éxito en Uruguay, como los Legionarios de Cristo. Luego, el Opus Dei, que recién agarra fuerza un poquito más adelante.”
“El hecho es que hay una mayoría progresista a nivel de la jerarquía, de los sacerdotes de Montevideo y especialmente del litoral, con gran influencia de la teología de la liberación. Hay una mayoría que estaba apuntando a las comunidades eclesiales de base, al compromisos social con los pobres. En ese momento del final de los 60 había una importante mayoría progresista en la conferencia episcopal; una mayoría a nivel de los sacerdotes.”
Del lado protestante es más difícil definir la relación de fuerzas, porque es un campo más disperso. “Pero se puede decir que había iglesias, como la Metodista y la Valdense, que estaban muy imbuídas de la teología de la liberación, con sus pastores y sus autoridades en posturas muy críticas a la dictadura. Y fueron muy perseguidos. En el caso de la glesia metodista tuvo a la gran mayoría de sus pastores presos políticos; tantos como tal vez 15 de 20 pastores entre presos políticos y exiliados. También había varios de sus pastores que estaban en la lista de personas no elegibles para formar comisiones directivas; no recuerdo si era la categoría C, que no habían firmado ni la fe democrática”.
“Luego, el campo es un poco más disperso porque no hubo sectores evangélicos que apoyaran a la dictadura con declaraciones públicas. Más bien hubo apatía o sospecha sobre los que sí estaban muy comprometidos socialmente. Claramente hubo mucha crítica interna por ejemplo a Emilio Castro y a todos los pastores que tenían posturas simpatizantes o cercanas, o que apostaron a la fundación del Frente Amplio. Hubo dos obispos también metodistas que estuvieron muy involucrados en la fundación del Frente Amplio; uno de ellos era Enrique Balloch, que fue candidato del FA a intendente por Colonia. Se dijo, y es verdad, que escondió a Raúl Sendic en su casa bastante tiempo.”
“Y había otro obispo metodista, Earl Martin Smith, estadounidense, socialista y sindicalista. Vino en 1924 y fundó La casa de la Buena Voluntad en el Cerro, que encabezó por 36 años. Comprometido con el trabajo social y la búsqueda de la justicia, apoyó la fundación de varios sindicatos del Cerro y las huelgas de los frigoríficos. La iglesia metodista en el Cerro, a partir de los años ’40 y hasta la dictadura era una fuerza muy importante en el sector obrero y particularmente de la carne. Smith también fue fundador de lo que fue luego el Serpaj, Servicio de Paz y Justicia, que se llamaba Movimiento para la Reconciliación, y Smith era parte del movimiento cercano de Martín Luther King.”
“En definitiva, había un sector muy progresista que era denunciado por un sector muy conservador de la Iglesia protestante. Esas denuncias tenían distintos niveles. En iglesias pentecostales e iglesias bautistas, muy pro norteamericanas, lo que hacían era defenestrarlos en los cultos, acusarlos de rojos, de comunistas, y después había una denuncia un poco más articulada que hacían algunas personas de la Iglesia Emanuel, que era una iglesia protestante de habla inglesa, y que tiene uno de sus templos en la peatonal al costado de la Udelar y atrás de la Biblioteca Nacional.”
“Es una iglesia muy estilo británico o norteamericano; esa era la iglesia de los protestantes de habla inglesa que no eran americanos. Ahí, en la época del 60, iba el jefe de la CIA y el embajador de Estados Unidos y casi todo el cuerpo diplomático estadounidense. Porque no iban a la otra, la de los ingleses, la anglicana. Yo pude ver la fecha de membrecía del jefe de la CIA, y (el pastor) Emilio Castro cuenta con que en un almuerzo al que fue invitado –no se sabia que el embajador Henry Hoyt era el jefe de la CIA en ese momento–, Henry Hoyt le dice al pastor Castro “Usted, pastor, está traicionando a nuestra fe en vez de estar agradecidos con nuestro pueblo americano que le trajo el evangelio”.
“Claro, el metodismo uruguayo vienen de Inglaterra y de Estados Unidos. Y Emilio Castro le dijo que el agradecimiento por que le hayan traído el evangelio los estadunidenses no tenía que ver con no reconocer las luchas sociales, que eran legitimas y que eran propias del pueblo uruguayo. Que no eran ideas soviéticas infiltradas en el pueblo uruguayo.”
La embajada de Estados Unidos tenía en ese momento histórico tenía un peso muy importante en la sociedad uruguaya. La iglesia metodista y la embajada mantenían un vínculo muy cercano, porque era una iglesia y una institución con mucha presencia americana; a ella iba toda la clase dirigente estadounidense, que era económicamente poderosa en ese momento en Montevideo.
“En esa Iglesia Emanuel había muchos mecanismos de denuncias. En otro almuerzo, cuenta Emilio Castro, lo invitan a hablar de la situación del país, y estaban ahí los directivos de la Iglesia Emanuel. “Después, de grande –cuenta Emilio Castro– me di cuenta a quiénes les estaba hablando, y uno era el jefe de la CIA. Yo les hablaba naturalmente, sin imaginar que en esa Iglesia, donde estaban mis hermanos en la fe, estaba infiltrada o estaba presente directamente la CIA.”
“Dentro de la Iglesia también había misioneros estadounidenses que se pensaba que colaboraban o que eran de la CIA. O que por lo menos tenían estos canales de comunicación y de investigación sobre las iglesias protestantes comprometidas con las causas sociales. Y después, a partir de la investigación que hicimos con Dahiana Barrales para el libro ¿De qué lado está Cristo?, damos cuenta del papel de una inglesa, que iba a esa iglesia, que hacía todo un trabajo de información y denuncia frente a los organismos de las iglesias de Estados Unidos y de Europa que apoyaban proyectos sociales de las iglesias protestantes en Uruguay. Y que denunciaba frente a obispos o incluso en los medios de comunicación –en la BBC, en el New York Times, en el Buenos Aires Herald, en todos los medios de habla inglesa– que las iglesias protestantes uruguayas, y especialmente la Metodistas y la Valdense, estaban totalmente infiltradas por el comunismo y que por ende no había que apoyarlas. Porque –afirmaba– Emilio Castro y sus pastores eran cercanos al MLN y apoyaban la sedición.
Había entonces denuncias, de los pastores y de las iglesias en los medios de comunicación internacionales y hacia las organizaciones de las iglesias, de los obispos y de las conferencias, y también de las iglesias protestantes que desde el extranjero apoyan a las iglesias en Uruguay. Había, en la parte social, un trabajo de inteligencia y de denunciar que se operaba desde adentro de las iglesias hacia los elementos considerados subversivos.
“En cuanto a si era un trabajo sistemático, ordenado y planificado, no hay condiciones para afirmar que estaba vinculado a una estructura, pero por ejemplo esta señora, Irene Shepherd y su esposo, gerente de la Fábrica de Alpargatas del Uruguay, hacían a nivel individual una militancia sistemática. Había un trabajo consecuente de denuncia, de información y de contrainformación.”
“Lo que sí se encontró fueron vínculos con el gobierno inglés. Hay un informe que ella manda a Margaret Thatcher en el año 1975 sobre el cristianismo y socialismo en América Latina, y hay una carta de Margaret Thatcher a la señora Shepherd agradeciéndole su informe. En ese momento Thatcher era jefa de la oposición; el intercambio es demostrativo de que había vínculos políticos de estos operadores estadounidenses o ingleses con la derecha de sus países y con la derecha religiosa.
“Probablemente lo hicieran por una fuerte vocación. Porque cuando uno lee sus cartas y la exposición de sus ideas, ve que realmente consideraban que el cristianismo estaba en peligro por culpa de la teología de la liberación. Y eso se producía tanto en el campo protestante como en el campo católico.”
“En el obispado uruguayo, había una minoría en esos dos obispos, Corzo y Balaguer, primero en contra del Concilio Vaticano II y luego de lo que devino de él, y grupos organizados vinculados al conservadurismo católico. Quizás el más conocido sea TFP, Tradición, Familiar y Propiedad; después había otros que no tuvieron tanto éxito en Uruguay, los Legionarios de Cristo. Luego el Opus Dei, que recién agarra fuerza un poquito más adelante.”
“El hecho es que hay una mayoría progresista a nivel de la jerarquía, de los sacerdotes de Montevideo y especialmente del litoral, con gran influencia de la teología de la liberación. Hay una mayoría que estaba apuntando a las comunidades eclesiales de base, al compromisos social con los pobres, en ese momento del final de los 60 había una gran importante, una mayoría en la conferencia episcopal una mayoría a nivel de sacerdotes que estaban a favor y después había una minoría o sea un sector minoritario pero no 09.35 a nivel de obispo y después había
Del lado protestante es más difícil definir la relación de fuerzas, porque es un campo más disperso. Pero se puede decir que había iglesias como la Metodista y la Valdense, que estaban muy imbuidas de la teología de la liberación, con sus pastores y sus autoridades en posturas muy críticas a la dictadura. Y fueron muy perseguidos. En el caso de la iglesia metodista tuvo a la gran mayoría de sus pastores presos políticos, tantos como tal vez 15 de 20 entre presos políticos y exiliados. También había varios de sus pastores que estaban en la lista esté de personas no elegibles para formar comisiones directivas; no recuerdo si era la categoría C, que no habían firmado ni la fe democrática”.
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El credo como espada
(Cruces entre iglesia y dictadura)
La dictadura militar uruguaya nombró como embajadores ante el Vaticano “a hombres de activo respaldo a la dictadura. Uno de ellos es el profesor Venancio Flores, otro es un abogado llamado Raúl Abraham, un hombre de Paysandú. Algunos de ellos van con el propósito expresado por el gobierno – y por ellos mismos – de remover a Monseñor Partelli”, supo señalar el democristiano Mario Cayota, embajador ante el Vaticano de 2006 a 2011.
No solo removerlo. Los golpistas sustituyeron el informe sobre la situación uruguaya que monseñor Carlos Partelli había redactado para el Papa Paulo VI por uno propio, y Partelli se entera de esto en la visita quinquenal que es formalidad hacerle al Papa. “Pablo VI, que lo apreciaba y creo que, incluso, lo conocía personalmente, porque Partelli había estudiado en la Universidad Gregoriana de Roma –cuenta Cayota–, lo recibió con una actitud de distanciamiento. Y, a medida que iban conversando, le hace referencia a un informe, que es el que él manejaba. Y Partelli, sorprendido, le dice: “Pero ese no es el informe que yo le envié”. “Cómo, ¿usted me envió también un informe…” No le había llegado el informe enviado por monseñor Partelli.
“Monseñor Partelli quedó realmente muy mal, desconcertado. Hacía mucho frío y estuvo deambulando por la ciudad de Roma. En ese momento (Partelli) estaba con el vicario general, el padre Haroldo Ponce de León, una gran figura de la época, muy combatido. Y – tal como me contó el propio padre Ponce de León – estuvieron deambulando (y temió por la salud de Monseñor Partelli, porque hacía mucho frío, y Roma es muy húmeda), hasta que volvieron al lugar donde se hospedaban. Y allí lo esperaba una carta de Pablo VI, donde decía que había leído su informe y le hablaba en términos muy cordiales, muy cariñosos.”
Cayota también dio testimonio de la correspondencia de la dictadura con el Vaticano. “Tuve después oportunidad de leer en la Embajada comunicados de la dictadura de la época, donde se decía que todo lo que se afirmaba con relación a las torturas, a las muertes de los opositores, era una campaña preparada e impulsada por el Partido Comunista. Así lo expresaba un comunicado oficial de la Cancillería de la época”.
Las iglesias uruguayas fueron un problema para la dictadura uruguaya, seguramente esperado por los militares golpistas, y civiles y conservadores derechistas aliados a ellos de este país laico. Ya surgirá la documentación sobre la vigilancia, el control y la represión del contacto entre religiosos y pueblo, y el detalle de la labor de conservadores de diverso pelaje por oponerse dentro y fuera de las iglesias. Hasta entonces hay testimonios y valoraciones sobre ese tiempo duro, que reclama ingresar cabalmente a la historia escrita.
Era aquel un mal momento para el integrismo; tener un dictador integrista como Juan María Bordaberry, con una ideología autoritaria, conservadora y represiva, no era suficiente. Mientras las dictaduras del Cono Sur se empeñaban en mirar hacia atrás en materia de valores para defender intereses selectos que avanzaban en su poder, el Vaticano comprendía que una nueva época emergía del fin de la II Guerra Mundial, y las puertas de los templos debían abrirse al mundo real. El Concilio Vaticano II fue el vigésimo primer concilio ecuménico de la Iglesia Católica, que tenía por objeto principal la relación entre esa iglesia y el mundo moderno. Fue convocado por el papa Juan XXIII, quien lo anunció el 25 de enero de 1959; sin duda, uno de los acontecimientos históricos que marcaron el siglo xx.
En ese contexto, monseñor Partelli encuentra un formidable espacio político para concretar vínculos abiertos entre iglesia y pueblo, en una marcha numerosa desde muchos púlpitos, congregaciones y personas que encuentran allí camino para su sensibilidad social. En particular, Partelli, hombre de Rivera, da a conocer en 1961 su Carta Pastoral sobre los problemas del Agro, planteando los problemas socio económicos de la gente del campo. Esta Carta Pastoral marca un hito ya que termina con 40 años de reclusión de la Iglesia Católica, para volver a tener una palabra en la esfera de lo público. Marca también lo que sería toda su trayectoria como pastor, su esencial preocupación por los más desvalidos, y en este caso por quienes vivían en los sectores rurales de su diócesis. Simplemente, le dió voz a las condiciones de vida y trabajo rurales, abriendo las puertas de la iglesia a la realidad circundante.
En 1967, Partelli emite su Carta Pastoral de Adviento, donde llama a todas las iglesias cristianas de Montevideo a reunirse en comunidades vivas y reflexivas en la fe, en lo que se llamó la Pastoral de Conjunto. Durante su gestión se profundiza el diálogo ecuménico entre las diversas confesiones religiosas y con los no creyentes. El 8 de noviembre de 1976 se lo nombró IV Arzobispo de Montevideo, tras haber ocupado el cargo como administrador desde febrero de 1966 por enfermedad de su antecesor Antonio María Barbieri. Sí, Partelli era un problema para la dictadura, y también lo eran la explicitación de las condiciones de vida de los distintos sectores sociales, la reivindicación de los derechos inherentes a la condición humana y la expresión de la sensibilidad social desde la población.
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