El Giro a la Izquierda deseado

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Para que tenga lugar, realmente, un giro a la Izquierda en el Uruguay sería deseable que la partidocracia gobernante, junto con sus estamentos y niveles de funcionarios tanto públicos como partidarios, se diera un baño de humildad y apertura, abriendo puertas al dar opciones reales para que otras gentes transiten sendas que puedan conducirlos, con las salvaguardias del caso, al acceso real a instancias de decisiones tanto partidarias cuanto nacionales.

Girar a la Izquierda para que los mismos que están en los diversos comandos desde hace lustros permanezcan puede ser, con el mayor respeto, una manera gatopardista de “rizar el rizo” para que lo que efectivamente tenga lugar sea un mero ajuste cosmético que cambie la máscara pero no al actor.

Ese ha sido el peor y máshector-valle-160 grosero error de la política uruguaya a lo largo de su historia, algo que la izquierda en general, ha seguido cometiendo sin visos de culminación.

Debe propenderse, pues, ahora sí, a un real cambio estratégico, por dialéctico.

Ser de Izquierda, según creemos entender, es estar al “servicio del pueblo” y para que esto sea cierto la primera ofrenda que una persona de izquierda da es su propia vanidad, su propio paso a un costado para que otros, tanto nuevas generaciones como asimismo una mayor presencia de mujeres, tengan lugar.

Es evidente que esto no es inmediato, por lo que repetimos: la Izquierda en el Uruguay debe ocuparle el abrir puertas, bien como ir en pos del otro, hombre o mujer, y así crear atmósferas de discusión y participación que traigan nuevos integrantes a las estructuras de decisión y acción.

Hasta tanto no se haga así, todo giro será una pose y toda pose conducirá, guste o no, al lado opuesto de lo que la Izquierda, desde sus principales banderas, defendidas con tanto amor, dolor y sangre, han tenido por emblema y consigna: la defensa irrestricta de la persona humana y el espacio para que ésta prospere, incluso y especialmente, en la conducción de los destinos de su sociedad.

Girar, sí, pero no sobre sí mismo sino hacia el otro.

Por: Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo

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