La libertad conculcada por un cautiverio compulsivo en el marco de un contexto económico y social de singular complejidad, es la materia temática de “El gran secuestro de Mr. Heineken”, el tenso thriller del realizador anglosajón Daniel Alfredson, quien recrea la historia real de un impactante delito cuyas repercusiones recorrieron el planeta.
Esta película reconstruye precisamente el audaz secuestro del poderoso magnate cervecero holandés Alfred Heineken acaecido en 1983, por quien su familia pagó el rescato más cuantioso de la historia.
El film fue precisamente estrenado en el circuito exhibidor local en un momento de particular conmoción pública, por el secuestro y posterior liberación de la médica Milvana Salomone, luego de casi un mes de privación de libertad.
El espectacular operativo que derivó en la rápida aprehensión de los captores, transformó al caso en uno de los capítulos más impactantes de la crónica policial de todos los tiempos.
Empero, el episodio –que mantuvo en vilo a las autoridades de gobierno y a la sociedad en su conjunto- genera una latente sensación de inquietud por el crecimiento de esta modalidad delictiva en Uruguay.
Incluso, las derivaciones de un hecho absolutamente atípico para nuestro país, siguen suscitando diversas hipótesis y conjeturas, que deberán ser ponderadas por las autoridades.
Este trabajo cinematográfico, que es la segunda adaptación del impactante secuestro del próspero industrial, mixtura el thriller con el relato testimonial, en tanto describe el contexto histórico en el cual acaecieron los hechos.
En efecto, en 1983, Europa afrontaba una de las tantas crisis sistémicas del capitalismo central, que, por supuesto, también afectó con particular rigor a Holanda.
En ese contexto recesivo, Ámsterdam, capital del habitualmente próspero país, padeció una severa emergencia habitacional, que derivó en la usurpación de numerosos inmuebles desocupados.
Las edificaciones eran tomadas por los habitantes ilegales, quienes les cambiaban las cerraduras y solicitaban se les reconociera la propiedad.
Ese es precisamente el paisaje ambiental en el cual se desarrolla esta historia real, que tiene como protagonistas a cinco jóvenes sin antecedentes penales damnificados por el colapso económico del sistema.
Condenados a vegetar luego del cierre de su empresa e impedidos de acceder a créditos bancarios por la ocupación ilegal del local de su propiedad, resuelven ponerse al margen de la ley.
Liderados por Frans Meijer y tras perpetrar un asalto para financiar la operación, la improvisada banda prepara minuciosamente el secuestro del industrial, que debería reportarles una verdadera fortuna.
Sin medir demasiado las consecuencias de sus actos y con mucho de irresponsabilidad, el comando concreta la captura y posterior confinamiento de la víctima y su chofer, en un operativo despojado de toda violencia.
Como son personas educadas y que no conocen los códigos del hampa, el trato a los cautivos es por supuesto correcto e incluso se contemplan casi todas sus demandas.
En ese primer tramo de una narración que insume apenas poco más de una hora y media, Daniel Alfredson administra sabiamente la tensión, acorde a las habituales recetas del tradicional policial negro.
Por supuesto, en esta nueva versión Alfred Heineken es encarnado nada menos que por el talentoso actor galés Anthony Hopkins, quien compone un papel sobrio y contenido, sin caer en sus habituales sobreactuaciones.
“Hay dos formas que un hombre puede ser rico. Puede tener un montón de dinero o puede tener un montón de amigos. Pero no puede tener ambas cosas”, es la contundente confesión del multimillonario a uno de sus captores.
Esta reflexión- que a priori puede resultar chocante- es la síntesis de la ambigüedad moral y la mezquindad de una oligarquía para la cual todo tiene valor de mercado.
Por supuesto, no faltan las estrategias de manipulación psicológica por parte del secuestrado, quien le ofrece a uno de los jóvenes parte del rescate y le garantiza la inmunidad judicial, con tal de recuperar cuanto antes la libertad.
Con la esplendorosa Ámsterdam como escenografía, “El gran secuestro de Mr. Heineken” es un thriller correctamente narrado, con buenas actuaciones protagónicas y plausibles aciertos formales en materia de música, fotografía y montaje, particularmente en las secuencias de acción.
Empero, tanto el desarrollo de los personajes protagónicos como el peculiar contexto social e histórico evocado, merecían, sin dudas, un abordaje bastante más agudo y de talante crítico y reflexivo.
Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario
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