A propósito de Argentina: derechas políticas y las batallas por las subjetividades

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Las elecciones en Argentina y en particular la trayectoria de Javier Milei ha sido un tema protagonista de la agenda mediática. Naturalmente es razonable que así suceda no solo por las consecuencias que las elecciones tendrán a nivel del vecino país, sino por la importancia general -no solo económica- que tiene lo que allí suceda para Uruguay. A esto debe agregarse para quienes creemos que Uruguay sólo se salva con América Latina en su conjunto, que si gana Milei en la segunda vuelta, toda potencialidad de pensar una región autónoma de los poderes fácticos geopolíticos y geoeconómicos dominantes, queda anulada.  O al menos, suspendida.

Ahora bien, establecida la idea que no debe minimizarse lo que ocurra el 19 de noviembre, uno de los puntos que es necesario marcar del tema de las derechas (así, en plural), es que no se trata meramente de una cuestión electoral y de su capacidad o no para generar coaliciones para esas instancias. Como en Uruguay tendemos muchas veces a reducir el análisis político a lo que dice, hace o como se posiciona el partido A B o C, o a colocar todas las expectativas en los resultados de las instancias electorales, es preciso mostrar, aún en forma escueta, que los procesos sociopolíticos son mucho más complejos que eso.  De modo que sin pretender agotar el tema, sino tan solo rozarlo, siguen aquí algunos elementos para el análisis intentando agregar otra perspectiva.

En primer lugar, es preciso insistir que buena parte de las batallas entre derecha e izquierda, se juegan a un nivel social profundo de la sociedad, es decir, de tejido social, de subjetividades, de cómo se va construyendo socialmente la mirada sobre un problema. Esto sucede a nivel de espacios sociales como puede ser el barrio, el lugar de trabajo, en general en los lugares donde se interactúa. Toda participación en una dinámica colectiva significa un conjunto de experiencias que potencialmente abren la capacidad de pensar diferente.  De modo que no debe sorprender que las derechas intenten o bien obstaculizar o desestimular toda lógica colectiva de resolución de problemas sociales o bien fagocitarla y funcionalizarla como apéndice de sus intereses.

Por el contrario, toda lógica vertical, que contribuya a recortar la potencialidad de la organización colectiva y/o instalar prédicas conservadoras de entender el mundo (como la idea de tirar dinero del Estado en apoyar a quienes no tienen voluntad de trabajo), juega a favor de las derechas políticas.  Aunque aparezca como una cuestión de gestión y no de ideología.

La expansión de las iglesias pentecostales es un caso claro. En contraste con el pentecostalismo de salvación celestial, la preocupación del “neopentecostalismo” pasó a focalizarse en el aquí y ahora y a conectarse con los problemas cotidianos de sus fieles. Como fundamenta una bibliografía importante (por ejemplo, el investigador Ricardo Mariano lo hace para Brasil en su libro “Pentecostales”) su actuación se ubica en la realización creciente de obras sociales, de participación en la política partidaria, en la conquista de puestos de poder en los sectores privado y público y naturalmente, como es conocido, en el uso de la TV y otros medios.  Brasil conoce muy bien como la identidad evangélica permite redireccionar el malestar social sobre lo político hacia opciones de derecha. En Argentina, la correlación entre neopentecostalismo y urnas es más débil pero igualmente hay que tener en cuenta que vino creciendo en los barrios (tanto en municipios gobernados por peronistas como por la coalición Juntos por el Cambio).

De modo que, debemos subrayar que también pesa en los avances de la derecha –y por extensión la incapacidad de imaginar alternativas sociales reales- lo que podemos llamar una pedagogía silenciosa por parte de actores que no son directamente partidos políticos. Mediante la misma, se va configurando una perspectiva conservadora y superficial de análisis de los problemas en distintos sectores sociales de la sociedad. Se debe ser claro: confundir a Milei con un rebelde anti sistema o un transgresor anti establishment, requiere una importante dosis de ignorancia política inducida. En otro contexto, su proyección en Argentina hubiera sido nula.

En relación a lo anterior, ya en segundo lugar, la apatía o el desprecio hacia la política (reducida o confundida únicamente con negociaciones político-partidarias) obedece a varios factores. Puede pesar un empobrecido nivel en capital educativo y cultural (del espacio social donde se configuran las trayectorias de vida). Incide igualmente el tipo de información a la que se accede cuando ésta se restringe a algunos informativos de TV y redes sociales.  Además siempre hay que tener en cuenta las rápidas mutaciones sociales actuales que llevan a la reclusión en el espacio social próximo y así se podría seguir. Pero particularmente lo que es preciso señalar es que se genera apatía y se dinamita la democracia cuando en la experiencia concreta de vida de mucha gente, ésta no aparece conectada con la resolución de enormes problemas sociales. Además, las sociedades comparan y perciben que no a todos les va mal (por ejemplo, a muchos políticos que públicamente hacen gárgaras sobre democracia).

En Argentina, sin duda un tema clave es la inflación y la permanente suba de precios. Obviamente no estamos hablando entonces solo de un tema monetario o de política económica. Para amplios sectores sociales significa incapacidad de llegar a fin de mes, agrega inestabilidad a las trayectorias de vida y genera imposibilidad de proyectar aún a corto plazo.

También pueden tratarse de otras problemáticas que no se solucionan como el de la violencia delictiva y los límites en el repertorio de acciones posibles desde los gobiernos. Es un aspecto conocido que las derechas invocan la “mano dura” casi como un solucionador mágico mientras que paralelamente marcan que su ausencia se debe a pura incapacidad de gestión o debilidad intrínseca para ser ejecutivo. Obviamente nunca aparece la ampliamente estudiada conexión entre estos procesos y la desigualdad social.

En tercer lugar, en las batallas por el tejido social hay un actor que suele pasar desapercibido que son los tanques de pensamiento o think tanks globales y que son centros de producción y difusión de ideas y que también procuran construir formas de ver y actuar en el mundo aunque siempre se presenten como contribuciones puramente “técnicas”.  Claro, no hay una relación directa entre estos y lo que efectivamente piensa y hace la gente. Hay mediaciones sociales más complejas en las que intervienen los partidos políticos por ejemplo. El recurrente tema de la libertad –el eslogan “la libertad avanza” en el caso de Milei- no es casual. Las derechas se han apropiado del tema. 

Debemos reconocer que esto no es estrictamente nuevo. A fines de los ochenta, en un conjunto de trabajos sobre democracia y nueva derecha en América Latina en la revista Nueva Sociedad, el filósofo y economista Franz Hinkelammert alertaba con ironía sobre cómo la entonces “nueva derecha” construía la libertad asociada a lo empresarial y la democracia como simplemente instrumental. Decía: “la libertad se produce como salchichas, igual que la democracia cabe en una cartera y viaja por avión. La empresa y el mercado producen la libertad, y la democracia la administra. La democracia no la produce. Para que haya libertad, tiene que admitir que la empresa privada la produzca. Y la produce con completo altruismo. La libertad producida la regala gratuitamente a todos, mientras vende los otros productos, como refrigeradores, salchichas, etc. Pero la libertad, la regala” (noviembre – diciembre 1988, pág. 106).

En suma, asociar ideas es algo que hacen los think tanks y esas conexiones se derraman sigilosamente en la sociedad con la expectativa que se vuelva sentido común.  Otro ejemplo fue la asociación que la derecha procuró hacer sistemáticamente entre izquierda y corrupción (la idea de que todo lo que rodeaba a los “K” era corrupto). Otra asociación frecuente de ideas es entre derecha y restauración del orden frente al caos (llámese inflación, delincuencia, corrupción, derechos “excesivos” de las mujeres, etc.). Y así se podría seguir.  Pero con lo dicho parece suficiente como para volver al título: más allá de la segunda vuelta y el fantasma de retorno de la derecha política, hay procesos sociales más complejos y profundos y que se relacionan con la forma en que “libremente” elegimos ver el mundo. Y que van más allá de coyunturas electorales cada 4 o 5 años. No estaría mal prestarle más atención a estas cosas.

 

Dr. en Sociología Alfredo Falero

28 de octubre 2023

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