¿Por qué la idea de desglobalización solo puede provocar confusiones?
Alfredo Falero[i]
En los últimos tiempos, se ha comenzado a hablar de desglobalización, entendido como un proceso que revierte las dinámicas anteriores de globalización. El argumento general se apoya en los límites que presentan actualmente las cadenas de valor que fueron unificando la economía mundial desde finales de la década de 1980 y con fuerza en los primeros años del siglo XXI. La pandemia puede haber mostrado alertas en ese sentido con el suministro de insumos, pero la idea de desglobalización principalmente se apoya en las consecuencias de procesos geopolíticos y principalmente de dos recientes: la invasión a Ucrania y sus efectos sobre el alineamiento europeo y norteamericano contra Rusia y las alertas y tensiones con China que notoriamente se ha convertido en un jugador global fuerte. A todo ello, se podrían sumar otros elementos como el resurgimiento de nacionalismos.
Este argumento de la desglobalización si bien coloca sobre la mesa tensiones y conflictos indiscutibles en los procesos globales, desde nuestra perspectiva queda atrapado en una mirada eurocéntrica y sin proyección histórica. Tampoco llega a entender el capitalismo y su funcionamiento. Hay que mencionar dos viejos aportes como antídoto a una visión distorsionada. Si desde América Latina (específicamente Chile y México) hubo en la década del sesenta contribuciones sustantivas para ver esto, es a comienzos de la década del setenta cuando dos voluminosos libros –uno del economista egipcio Samir Amin y otro del sociólogo estadounidense Immanuel Wallerstein que había trabajado extensamente en África- fundamentaban el carácter intrínsecamente global del capitalismo desde su surgimiento. A ambos autores los marcó la diferencia experimentada entre regiones centrales de acumulación y regiones periféricas. Luego se sumarían otros autores claves en esa perspectiva general.
Concretamente, demostraban que el capitalismo nace en el siglo XVI ya con el carácter de acumulación a escala global (Amin) y de sistema-mundo y economía-mundo (Wallerstein). Desde entonces, naturalmente hay fluctuaciones, pero la tendencia intrínseca es que el capitalismo implica por su propia lógica de funcionamiento lo que –mal o bien- se suele hoy llamar globalización. De este modo, por ejemplo, se puede visibilizar mejor el papel del colonialismo en la acumulación de capital.
Se podría decir que si en el siglo XIX los Estados fueron desplazando a las compañías privadas como agentes principales del colonialismo (los primeros genocidios “modernos” se dieron en las colonias africanas), en el siglo XXI, grandes empresas transnacionales con el apoyo de Estados-nación configuran renovadas formas de colonialismo económico sobre las regiones periféricas. Es un proceso expansivo global que actualmente las exigencias de la transición energética refuerza. Los Estados-nación pueden gestionar sus articulaciones globales y regionales mejor o peor, las regiones pueden integrarse o balcanizarse, pero el carácter intrínsecamente globalizante del capitalismo no hace posible “salir” de esta dinámica expansiva del capital por no hay un “afuera” del sistema-mundo.
Lo que sí ocurre es que hay períodos de transición sistémica donde el centro hegemónico de acumulación se desplaza (por decadencia de lo viejo y por emergencia de lo nuevo) y hoy esto está ocurriendo entre Estados Unidos y China y el sudeste asiático. La “financiarización” de la economía, el aumento de la competencia interestatal por la movilidad del capital, el rápido cambio tecnológico y organizacional, las crisis estatales y la inusitada inestabilidad de las condiciones económicas en que operan los Estados-nación son aspectos de tales ciclos. En este marco sólo es esperable en la actualidad un período de transición del centro hegemónico lleno de turbulencias, pero no precisamente algo que podría denominarse “desglobalización”. Las diferencias geopolíticas nunca pueden dejar de considerar los intereses geoeconómicos de Estados y empresas transnacionales.
Por otra parte, la idea de desglobalización implicaría que procesos de deslocalización de actividades industriales que se desplazaron en búsqueda de regiones con precio de la fuerza de trabajo más barata y con condiciones de producción más “flexibles” en general (por ejemplo, en relación con el medio ambiente), ahora deberían retornar en el marco de un proceso masivo de relocalización. Seguramente hay casos reales y juegos de amenazas en ese sentido, pero no se trata estrictamente de un “proceso”.
Además, la “desglobalización” debería reflejarse en cifras globales de comercio. Y es cierto que (siguiendo a la UNCTAD, la Conferencia de las Naciones Unidas
sobre Comercio y Desarrollo) el comercio Estados Unidos-China ha venido disminuyendo en 2022, que hay igualmente una disminución de la diversificación de socios comerciales y que en general las perspectivas del comercio mundial no son muy buenas (si bien repuntaron en los tres primeros meses de 2023), pero, nuevamente: es muy pronto para decir que esto implicará una tendencia sostenida. Para tener idea de lo que implica un proceso y una tendencia sostenida se puede tener en cuenta por ejemplo lo siguiente: según la Organización mundial del Comercio (OMC), en la actualidad, los valores del comercio mundial se han multiplicado casi por 400 respecto de los niveles de 1950.
A estos argumentos cabría agregar las transformaciones operadas con el llamado capitalismo cognitivo, es decir, un capitalismo en que el conocimiento y la información tienen un papel mucho mayor que antes en la acumulación de capital. Los autores de esta línea conceptual que ya tiene varios años (y que, por cierto, no es lo mismo que la idea liberal de sociedad del conocimiento), hicieron notar las exigencias sociales en que esta transformación se apoya y que no es nada coyuntural. Por ejemplo, promover un tipo de educación más instrumental. A nuestros efectos esto quiere decir que la intensificación de los procesos globales (que según esta corriente ocurre desde la década del setenta del siglo pasado) son parte de un cambio estructural, cualitativo, del capitalismo que entre otras cosas permitió por un tiempo limitar el poder de la fuerza de trabajo y no es simplemente, por tanto, una decisión fácilmente reversible de los centros de poder global. En otras palabras: el capitalismo cognitivo actual es intrínsecamente mucho más global que el capitalismo industrial.
Se excusará la inevitable simplificación de argumentos de todo lo dicho hasta el momento, pero la idea era tratar de evitar confusiones con expresiones como “desglobalización” que, como tantas otras, aparecen cotidianamente y pueden eliminar del cuadro que percibimos elementos claves y sembrar confusiones que no permiten ubicarnos donde estamos. Pero convéngase que hay poco de qué sorprenderse: introducir la confusión y la duda resulta mucho más fácil en sociedades no preparadas para analizar críticamente lo que pasa y afecta. Aunque se podría decir que se trata de discusiones muy alejadas de las necesidades sociales inmediatas y de la vida de las personas, tienen más conexión de lo que parecen.
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[i] Dr. en Sociología, docente del Programa de Posgraduación en Sociología de la Universidad Federal de Pelotas.
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Nuevos cuentos de pueblo;
Por Luis Fabre
El tambero
Etchenique era tambero, ordeñador y repartidor de leche en el pueblo antes de venir a trabajar en mi Empresa a Montevideo. Comenzó de peón con una disposición, resistencia física y persistencia que le hicieron ganar mi confianza rápidamente. En el auge por mis casas en el sur del país un cliente me pide construir en un paraje cercano a Villa Serrana en plena sierra de Minas. Había que vadear cañadas crecidas, abrir porteras y cimbras por caminos a campo traviesa, de tierra en verano y barro en invierno, hasta subir entre los cerros hasta el lugar con estupenda vista… pero sin electricidad y sin agua. Intuí que el único capaz de animarse debía ser Echenique así que pasó de ordeñador a Capataz de Obra. Conseguimos un matungo y carro con barrica para acarrear agua desde el arroyo en el bajo, dos faroles de querosén y una hormigonera a nafta con los que acampó acampar con un peón.
Increíblemente, tal vez también para el mismo, construyó la casa! Nunca se quejó de mis esporádicas visitas y el único apoyo físico, ayudar con mi hijo Martin a llenar el hormigón de cubierta, poner la rama y comer el asado! Echenique aprendió muchas cosas conmigo pero él me enseñó una mas importante; saber como es verdaderamente un guapo.
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