San Romero de la dignidad

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Un lunes 24 de marzo, pero de 1980, nos enteramos, con horror, de la muerte del arzobispo salvadoreño Oscar Arnulfo Romero, asesinado por un suboficial de la Guardia Nacional de un balazo en el pecho mientras decía una breve homilía en la capilla del hospital La Divina Providencia de San Salvador.

Las críticas de monseñor Romero hacia la dictadura militar de extrema derecha así como su lucha constante en defensa de los pobres y, sobre todo, en la defensa de los derechos humanos que estaban siendo avasallados en esos momentos, fueron el detonante del arma que acabó con su vida.

Un día antes, durante la misa, Monseñor Romero había solicitado a los militares que cesaran la represión y el asesinato de campesinos.

Dijo:
“Yo quisiera hacer un llamamiento a los hombres del ejército y la policía, hermanos, son de nuestro mismo pueblo, matan a sus mismos hermanos campesinos. Ante una orden de matar que dé un hombre, debe prevalecer la ley de Dios que dice “No matar”. Ningún soldado está obligado a obedecer una orden contra la ley de Dios”.

El 23 de mayo de 2015 el papa Francisco lo beatificó, haciéndolo santo. Se había ordenado sacerdote a la edad de 24 años, en 1942, en la ciudad de Roma.

El milagro que se le atribuye, requisito para su beatificación, fue la curación inexplicable de una mujer salvadoreña embarazada cuya vida estaba en peligro al momento del parto.

Su lema fue “Sentir con la Iglesia”. Una iglesia que siente junto a su pueblo y que vive para él.

Por Sergio Schvarz

 

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