Centenario de Arquitectura. Plantar cimientos para el cambio permanente /// La Facultad de Arquitectura cumplirá 100 años en noviembre. El número redondo es una oportunidad para revisar el presente y proyectarse: «Celebramos el pasado pero tiene sentido con lo que nosotros hagamos ahora. La idea del centenario es presentar a la facultad haciendo y enfatizando que los arquitectos podemos hacer mucho más de lo que se imaginan, por lo tanto creemos que nos deben pedir mucho más que lo que nos piden», dijo al Portal de la Udelar Gustavo Scheps, decano de la facultad desde 2009.
– La facultad cumplirá cien años de vida independiente, porque ya existía desde antes, ¿no?
-Sí. La carrera empezó hace 130 años en la Facultad de Matemáticas y en 1915 se crearon las facultades de Arquitectura y de Ingeniería y Ramas Anexas. Es bastante antigüedad para una facultad en la región tener 100 años. Un año antes de que se creara la facultad se había fundado la Sociedad de Arquitectos, que también es precoz y permite adivinar una conciencia fuerte de la disciplina en el momento. La arquitectura uruguaya empieza una transformación muy fuerte que tiene una aceptación rápida en la sociedad y la cultura. Las arquitecturas de fines de los 20 y principios de los 30 son renovadoras, están absolutamente al día con lo que estaba pasando en el mundo y adelantadas respecto a la región.
Su apuesta ha sido recuperar la trascendencia que la carrera tuvo en otro tiempo y para eso el decanato propuso rever el plan de estudios, la estructura docente y hasta el nombre: a partir del centenario se denominará Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, reconociendo las orientaciones que incorporó en los últimos años.
Hubo una difusión en el ámbito público y en el privado de lenguajes y códigos de arquitectura muy transformadores y eso en realidad tiene que ver con esta conciencia de la arquitectura de sí misma como disciplina y de la inserción en la cultura, que se mantuvo muy fuerte durante los primeros 50 años. Porque podés estar muy al día en la academia, haciendo una arquitectura de vanguardia muy interesante pero la sociedad te tiene que aceptar, la cultura tiene que hacer lo propio, y eso quiere decir que cuando un inversor va a poner dinero tiene que confiar en que eso que está haciendo y el Estado cuando decide qué edificio va a construir está dando una imagen de sí mismo. Cuando ves la arquitectura privada y pública, muy pronto tomó ese rumbo: una sociedad que estaba dispuesta de aceptar cosas distintas y unos arquitectos que estaban en condiciones magníficas de generar. Hacia los años 50 hay otra transformación muy fuerte de la arquitectura, coincide con el desarrollo de Pocitos, otro tipo de arquitectura que vuelve a ser recogida y aceptada por la cultura. Con una situación económica distinta, una concentración de capital más fuerte, pero el producto tiene un tinte absolutamente contemporáneo de lo que pasaba en las vanguardias. Lo que ha llamado la atención es que ese espacio, ese predicamento en la cultura se ha ido perdiendo.
– ¿Cuándo empezó a perderse?
-El movimiento cooperativo fue una etapa importantísima de calidad y demás pero luego con el proceso de la dictadura se apagó, junto con todo lo que es cultura, la arquitectura, pero ya había empezado a descalzarse. Cuando entré al decanato me preocupaba constatar que la arquitectura no tiene el lugar que debe tener por su trascendencia y que en el imaginario colectivo no estaba muy claro qué es lo que hacen los arquitectos, se los asocia con el que genera edificios, casas, algún espacio público, cuando en realidad los arquitectos generan esos productos porque están formados para pensar de determinada manera, que no es exactamente lo mismo, porque podés crecer como campo de conocimiento si sos algo más que una técnica que se aplica para generar productos y podés aportar más a la sociedad y a la cultura porque podés aportar el pensamiento. La primera autocrítica disciplinar fue qué podemos hacer desde el decanato para restaurar la arquitectura como disciplina a esa dimensión y por lo tanto responder al compromiso universitario que es formar gente y aportar a la sociedad nuevos puntos de vista. Empezamos por casa. Criticamos nuestros planes de estudio, la estructura docente, la organización de los posgrados, el estado en el que estaba el edificio, todo se puso en revisión. Esta etapa ha sido muy difícil, es difícil transformar cosas, pero creo que se ven algunas señales. El plan de estudios está en vías de instrumentación y ha dado lugar a un debate muy formativo. La construcción del posgrado ha sido muy importante, teníamos algunas carreras de posgrado aisladas, hoy tenemos un sistema de posgrados, un doctorado, maestrías nuevas y todo un sistema que el egresado puede recorrer con orden y gradualmente. Hemos hecho un avance muy grande en términos de publicaciones, entre otras recuperamos la Revista de la facultad después de 25 años de silencio. Desde 2010 tenemos el Centro de Diseño como escuela dentro de la facultad que es muy interesante porque históricamente la facultad se ocupó de cuestiones vinculadas al mobiliario, aspectos ergonométricos y demás pero ahora podemos decir con total tranquilidad que la facultad cubre todo el arco del proyecto y la transformación del hábitat, desde el diseño de objetos hasta el pensamiento territorial. Tener el orgullo de decir eso y el desafío de aportar desde ese lugar es lo que ha planteado todo esto de restaurar la arquitectura como dimensión cultural, ese fue el hilo conductor de este proceso. La facultad tiene la Casa Vilamajó, un arquitecto muy importante, muy influyente, que construyó la casa en 1929, se restauró y está abierta como museo, es un espacio articulador entre la academia y la cultura. El centenario lo estamos manejando como una estrategia de dar visibilidad a lo que se hace, celebramos el pasado pero tiene sentido con lo que nosotros hagamos ahora. La idea es presentar a la facultad haciendo y enfatizando que los arquitectos podemos hacer mucho más de lo que se imaginan, por lo tanto creemos que nos deben pedir mucho más que lo que nos piden.
– Además de integrar al Centro de Diseño, en menos de diez años la facultad ha abierto otras orientaciones: Diseño Integrado, Diseño de Paisaje y Diseño de Comunicación Visual. ¿Qué ha implicado eso para la facultad?
-Es apasionante porque una facultad que tenía casi 100 años de enseñar arquitectura de golpe incorpora estas nuevas carreras y la proyección a corto plazo es que Centro de Diseño y Licenciatura en Diseño y Comunicación Visual van a tener la misma población que Arquitectura. Eso genera una crisis de identidad. El equipo de decanato ha tratado de convertir esto en una nueva oportunidad pero la pregunta es: ¿cuál es la naturaleza epistemológica de lo que hacemos en esta facultad? Queremos ser mucho más que una serie de carreras bajo un mismo techo. Cuáles son las diferencias, que las hay, pero más difícil es encontrar las semejanzas. ¿Qué es lo que nos vincula? Son carreras con una independencia bastante marcada de la carrera de arquitectura, cosa que estamos tratando de cambiar. La Licenciatura de Diseño Integrado, que se dicta en Salto, surgió con una mayor conciencia de su compatibilidad con el campo de conocimiento y con las capacidades instaladas que teníamos en Salto. Las otras dos son carreras compartidas, una con Bellas Artes y la otra con Agronomía y eso da problemas que no hemos podido articular y creo que el problema está en el origen, cómo se implementa.
– ¿Cómo responde la facultad a nuevos marcos como el de la Ley de Ordenamiento Territorial y el mayor énfasis en la eficiencia energética?
-Creamos unos organismos nuevos como el Comité de Habitahabilidad, el Comité de Patrimonio y el más nuevo es el de Sostenibilidad. Tomamos temas interdisciplinares y que además dentro de la arquitectura conjuga gente que tiene formaciones diversas. Por ejemplo la sostenibilidad tiene que ver con lo cultural, lo social tanto como con lo tecnológico y con el proyecto de arquitectura, entonces en una misma mesa se sientan docentes con distintos énfasis y los temas se abordan de manera cruzada. Esta es una apuesta fuerte porque ahora tenemos un conocimiento disperso, gente que se ha fortalecido en distintas áreas. Se está tratando de generar es un espacio de intercambio que permita hacer seminarios, charlas, fortalecer la formación.
Los medios de comunicación difundieron la discusión por la demolición de algunas obras con valor patrimonial. ¿Cuál es la demanda y el rol de la facultad? Tanto en relación a esos aspectos como al Plan Juntos, por ejemplo.
Con estos comité hemos querido generar espacios no solo de recepción de demanda sino de propuesta de ideas. La facultad tiene delegados en prácticamente todas las comisiones especiales que tratan las cuestiones de patrimonio. El comité los reúne, hace plenarios donde se recogen las problemáticas. Hemos tenido consultas y se han sacado comunicados en casos complicados. El Comité de Habitahabilidad ha dado respuestas concretas en relación a determinados planes de vivienda y generó tres líneas de investigación: se hizo un experimento que se llama «Casas Concepto» que no diría que es un prototipo porque no se generó un artefacto que se coloca, sino un modelo de organización del espacio, un proyecto que se puede construir de diversas maneras y que responde a distintas situaciones. Lo hemos llevado a ministerios, intendencias, con éxito más bien escaso, pero de hecho ahora están en construcción más de 20 módulos de estos en las proximidades de Barros Blancos (Canelones). Es una versión de casas dúplex, el proyecto fue hecho por un equipo docente con algunos estudiantes. Para nosotros es súper interesante porque son maneras de ensayar ideas. Por otra parte, tuvimos un convenio muy interesante con el Ministerio de Defensa que trabajamos asesorándolo con personal de tropa que vivía en situaciones extremas, querían hacer una canasta de materiales y le propusimos armar un equipo con estudiantes y docentes que hicieron un diagnóstico de situaciones, en lugar de dar materiales que sirvieran o no, se diseñaron intervenciones tipo, por ejemplo la eléctrica que era una situación de riesgo. Los estudiantes participaron en pequeñas construcciones, fue súper formativo, un trabajo de extensión donde se integró enseñanza y se hizo una pequeña investigación.
– Usted es docente desde hace 30 años, ¿cómo ha cambiado el perfil de los estudiantes en este tiempo?
-Cambió el mundo. Como generación tuvimos que reconvertirnos técnicamente de una manera que creo que ninguna otra generación tuvo que hacerlo porque el impacto de la informática fue radical en la manera de procesar información pero también desde el dibujo hasta la manera de pensar el proyecto. Ese cambio va asociado con cambios de paradigma. El estudiante que entra desde el 2000 es absolutamente diferente al que entraba en 1985. Ha cambiado la manera de relacionarse con la realidad y el formato de la dedicación del estudiante al trabajo, los tiempos y la capacidad de producir son distintos. No es que sean más o menos capaces, se produce de una manera distinta, nosotros éramos graduales, íbamos mejorando incrementalmente en largos procesos, los estudiantes ahora funcionan a impulsos más cortos y más intensos. A mí me preocupa porque muchos docentes siguen argumentando la idea del proceso, como si fuera el que conocimos y en realidad es muy diferente y ese discurso muchas veces hace que para el estudiante no tenga sentido lo que se le está planteando. De pronto tenemos pérdida de continuidad, distanciamiento, se aburre, pero no es que sean distraídos, todo lo contrario, es que nosotros estamos hablando un lenguaje que no termina de comunicar. Lo que más me preocupa es que la principal responsabilidad de construir esos lenguajes está del lado docente, tenemos que transferir lo que supuestamente sabemos, encontrar la manera de decirlo de forma que prenda y eso muchas veces lo omitimos y le echamos la culpa a que vienen mal formados. Nosotros teníamos problemas para acceder a la información, conseguir una imagen era muy complicado, hoy decís cualquier cosa, buscan en el celular en el aula y tienen 250 fotos, por no hablar de los sistemas de cálculo estructural. Entonces el problema hoy es encontrar lo sustantivo, lo que realmente forma a un arquitecto, a un diseñador y dejar de lado cosas que confundimos con esa formación.
– ¿La modificación de la estructura docente ayudaría a que se dé ese cambio?
-Yo creo que sí. Tenemos un sistema apoyado básicamente en cátedras que es totalmente inadecuado para los tiempos que corren y obsoleto en el contexto universitario. A la hora de discutir el nuevo plan nos dimos cuenta lo que significaba realmente la fragmentación del trabajo en cátedras, de un saber que como todo saber es unitario, nuestro gran discurso en arquitectura es la integralidad, pero resulta que cuando enseñás fragmentás todo y las cátedras tienen mínimo contacto entre ellas. Hay inconvenientes académicos porque no hay espacios donde el conocimiento se comparta y por tanto hay repeticiones y lagunas descontroladas.
– ¿Cómo ve la facultad de acá a 100 años?
-El centenario se está planteando como un esfuerzo muy consciente por consolidar el campo disciplinar. Y una cuestión interesante es que, a diferencia de otras ciencias o artes que tienden a describir la naturaleza para poder anticipar situaciones, la arquitectura se ocupa de cómo transforma el medio; nosotros no describimos nada, generamos estados alternativos en el tiempo y en el espacio, el diseño lo mismo. Estamos en una transformación global cultural profunda de una disciplina que a su vez apunta a transformar. Entonces la pregunta acerca de la naturaleza epistémica se vuelve más trascendente, porque ¿qué es lo que debemos conservar como disciplina si queremos aportar en un mundo que no va a ser el que conocimos? Por eso me parece tan interesante que el centenario esté tan centrado en asentarnos en la construcción que nunca vas a redondear de un campo de conocimiento para poder desde ese lugar irte adecuando a un contexto de cambio que vos también te estás ocupando de cambiar. Lo que querría del centenario es que nuestra generación sea capaz de generar estados de libertad que permitan que el futuro se adecue pero al mismo tiempo haber plantado cimientos fuertes como para que se piense siempre en los términos sustanciales, que es realmente lo que tenemos que conservar. Es eso y además el cariño por lo que hacemos, porque es una cosa que vivís con pasión, esa me parece que es la clave.
Arq. Gustavo Scheps
Decano de la Facultad de Arquitectura UdelaR.
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