Aquí y ahora, lo que menos precisamos es dejarnos llevar por las miserias que, en mayor o menor medida, anidan en nosotros.
Es preciso que nuestra mente, nuestro entendimiento, esté por encima de bajas pasiones y oscuras intenciones. Es indispensable que los peones vernáculos de los centros del poder en el mundo no logren su propósito de hervir nuestra sangre y, así, nublar nuestra razón.
Vivimos nuestra hora más crítica y a la vez con mayor potencial de emerger de ella erguidos y con un horizonte pleno de esperanza. El momento, entonces, exige serenidad, grandeza de espíritu, y poder ver más allá de lo aparente.
Ha comenzado a soplar un viento contrario que buscará dar por tierra logros y planes. Nos referimos a logros alcanzados en la expectativa de llevar más dignidad a las gentes de nuestros pueblos y consiguientemente, los planes a través de los cuales se seguirán dando aquellos logros.
Veamos un poco en qué situación se encuentra el mundo en la actualidad:
- Washington, y no visualizo en la Casa Blanca en primer lugar, ha decidido avanzar sobre el resto del mundo. Para ello, se ha valido de varias herramientas, entre las cuales citaremos algunas:
- Política de contralor geoeconómico aplicada desde el precio del petróleo.
- Avances en la producción de alimentos transgénicos, bien como la distorsión de precios en materias primas en base a gruesos subsidios, manipulan los precios en sus respectivos mercados mundiales.
- Instrumentos jurídicos (TISA, a modo de ejemplo) como medio de ejercer un efecto de pinza sobre mercados regionales con tendencia a la independencia y autogestión en el concierto mundial.
- Mantenimiento de mercados sin una regulación justa para todos (la banca, los fondos de pensión, etcétera), salvo para la plutocracia mundial.
- Avances militares (sería mejor decir “presencia”, porque los retrocesos son varios y los regresos peores, debiendo entonces recurrir a sus drones y a acciones vía incursiones informáticas) en diversos continentes (por ejemplo, África).
- La plutocracia profundiza su aversión por la democracia, así, vemos avanzar un intento fortísimo de establecer nuevas, por peores, pautas entre el Capital y el Trabajo. En este sentido, vayan 2 ejemplos, a cuenta de inventario:
- En los EUA, en estos mismos momentos, los costos laborales registraron su menor incremento en 33 (sí, leyó bien: treinta y tres años…)
- Mientras la precarización del trabajo, a nivel mundial, conste, tiene a aumentar, hay empresas trasnacionales con cabeza americana que ensayan nuevas formas de combate al trabajo formal y, por sobre todo, a la sindicalización de los trabajadores por vía de retirarles, con elegancia y astucia, herramientas tales como la lucha por mejores salarios al proponerles (léase: imponerles) a porcentajes elevados de sus plantillas (por ejemplo, la General Electric, al 43 por ciento de sus trabajados en los EUA) vacaciones pagas sin término…Esto, a su vez, acarrea efectos desfavorables para las poblaciones del Sur del mundo, especialmente, aunque el Norte dista, y mucho, de estar a salvo (países de la Europa occidental, tienen a su población económicamente activa en condiciones deficientes. Esto, por si fuera poco, es dable que empeore).
En Europa, a la vez que se profundiza la ineficacia de sus políticas comunitarias para no ya lograr sino siquiera mantener en algunos rubros un frágil predominio, ante el avance chino, la plutocracia acciona desde Alemania y tiende su sombra sobre el resto de los países. España, Portugal, Italia y, por qué no la propia Francia pueden seguir la suerte de Grecia la que, por otra parte, dista mucho de haber descendido todos los niveles del Infierno de Dante.
En nuestro continente se advierte, en una muy apretada síntesis, los siguientes vientos:
- México: Tendencia a dar cabida a lo pronosticado hace años por una Junta de Comandantes del Comando Sur norteamericano: México se encamina, muy a pesar de todos nosotros, hacia un Estado fallido.
- La supuesta bonanza que vendría con la privatización de PEMEX ha resultado, al menos en primera instancia y para el propio país hermano, un estrepitoso fracaso.
En nuestra región sudamericana, a su vez, los vendavales van haciendo mella en países como el Brasil, líder regional, potencia a escala mundial. Este integrante de los BRICS está recibiendo los vendavales de la geopolítica del petróleo, de la banca internacional, sin dejar de mencionar a quienes desde el interior del país bregan por forjarse un lugar al lado de los poderosos del mundo. A esto, sin duda, se le suman una serie de crisis nada menores como:
- Fuga de capitales a influjos de lo antes dicho, en donde toda presión de los centros de control mundiales es poca: Brasil es un enemigo serio al que debe dispensársele lo peor que hay en la alforja de Zeus;
- En lo interno, con una economía paralizada en vías de paralizarse, los señores de la banca, que controlan, además, las finanzas y estrategia del Estado, se ocupan de ellos y de sus amigos plutócratas, relegando al pueblo, con la consiguiente caída de grandes logros alcanzados en la década pasada.
Así y todo, el Brasil es el referente único para lograr una América del Sur verdaderamente democrática e integrada. Esto, lejos de ser desiderativo, va dicho desde un razonamiento estratégico y ciertamente geográfico.
Nos referimos, al Brasil y su interacción, junto con el resto de las naciones, tanto sea desde la matriz aladiana, cuanto y ya más específicamente, con y desde el MERCOSUR (a cuyo influjo naciones como el Uruguay mantienen, vía FOCEM, importantes emprendimientos en infraestructura y desarrollo financiados por ese subsistema) y, ciertamente, a la UNASUR, enclave no sólo en seguridad sudamericana sino y primero que nada, en identidad de sus naciones que se presentan al mundo, geopolíticamente, unidas y con una sola voz.
Nombremos también a su contrapeso regional, la Argentina, que presenta una crisis “madre”, por llamarle así, producto, inicialmente, de la necedad, impericia y entrega de la era menemista. Nos referimos a su matriz energética, a partir de cuya falencia, notoria, creciente y sin soluciones claras y constatables en el corto plazo, trajo aparejadas otras que, no por secundarias, dejan de causar temor a todos:
- crisis de la producción (sobre la que pesa una desigual y desproporcionada sobre carga tributaria);
- crisis monetaria (errática y no clara, por ende, con oscilaciones e indecisiones peligrosas);
- crisis por la caída extrema de su comercio exterior (sus exportaciones, lejos de ser estimuladas son conducidas de manera poco entendible para el crecimiento de un país con tantas riquezas).
- Política de subsidios selectivos que hace que el problema de la moneda argentina y su apreciación o depreciación respecto del dólar sea, digamos, de igual peligrosidad. Nadie sabe, nadie puede dar una idea clara, de cuándo y cómo el próximo Gobierno argentino podrá desactivar esta maleza de minas que yacen activas a lo largo y ancho de la nación hermana.
En otra posición, con efectos secundarios, y geográficos, más acotados, pero igualmente de entidad, se encuentra Venezuela, con una economía en situación de extrema fragilidad, y que por imperio de la geopolítica del petróleo, la única o mayor producción del país venezolano, ha dado por resultado la caída de la economía a niveles claramente preocupantes. A partir de esto, evidentemente, todo el panorama venezolano tiende a complejizarse grandemente.
Chile, a su vez, ya sin ser la nación mimada por Washington, ha mostrado, cual marea que se retira de la orilla, los guijarros de un proteccionismo tan fuerte. Si bien presenta estadísticas elogiables, si visitamos el interior de las mismas, por ejemplo en lo económico y social, notaremos una precarización alarmante por los bajos ingresos bien como por el apoyarse en unos pocos rubros para sostener la misma. Con esto, obviamente, otros problemas han surgido en la vida pública de la nación hermana.
Luego de este vistazo a la región y al mundo, volvemos los ojos hacia el Uruguay, donde la pequeñez de unos pocos pero connotados políticos, busca propagar la existencia de un estado de situación poco más que alarmante, ayudados por sus fieles voceros ubicados estratégicamente en algunos medios de comunicación.
Lo patético de cierta oposición política, felizmente la ínfima mayoría, pero con una fuerza comunicacional inversamente proporcional a su número y condiciones intelectuales, nos quiere hacer creer que reina la anarquía. Eso quisieran ellos, tal vez.
Son máscaras que ora sonríen, ora lloran, teniendo como horizonte el 2019 y sus propios y pequeños egos. Se han pasado, generacionalmente, la posta de la dignidad y el pundonor, sin reparar en sus turbios y mezquinos pasados.
Lo que el Uruguay requiere, e incluso el Gobierno precisa, es una oposición tan digna como crítica pero que, a la hora de construir, busque sumar y no restar, máxime en momentos en los que, como arriba detallamos, arrecian los problemas venidos de fuera, y sus posibles y aun no mensuradas consecuencias en este país al Sur del Sur de nuestra América, de llegar, pueden sernos extremadamente serias.
A este foco opositor, de claro interés electoral, no les sirven estadísticas, menos aún planes de inversión pública en sectores estratégicos. Todo lo que se presenta buscan o destruirlo o generar dudas sobre su credibilidad. Incluso uno de tales periodistas al servicio de estas gentes, y estos “grupos”, tuvo la desfachatez de tildar de “show”, sin mostrar prueba alguna, al citado plan de inversiones informado por el propio Presidente de la República, acompañado por el pleno de su Consejo de Ministros.
En todo caso, sirva esta reflexión como advertencia a tirios y troyanos que el vendaval arrecia y que, de una u otra forma, serán llamados a responsabilidades unos y otros, los que mienten y los que tergiversan, teniendo como único fin su pequeña gloria a largo plazo, si es que esta les llega.
Hay personas en la oposición, nosotros ya lo hemos dicho con nombre y apellido incluso, que sin renegar de tales, dan su apoyo crítico en todo aquello que entiende es conducente a la mejora profunda del país.
Ese es el camino a seguir, bien como el del Gobierno estriba en avanzar en la ponderación y contralor de la Administración de la cosa pública, al tiempo que no pierde ímpetu ni carece de ideas para que el Uruguay, pese a su escala pequeña, continúe desarrollándose en medio de tantas tribulaciones regionales e internacionales.
La hora de la razón, de una razón humanista, debiera alcanzarnos a todos. Y aquellos que padecen una ramplona razón instrumental, tarde o temprano, recibirán los vientos arrachados que barrerán tanta pequeñez y tanto servilismo.
Por último, nos permitiremos advertir respecto de seguir ilusorios acuerdos, como el de la Unión Europea, que ni ellos quieren (pensemos en Francia y su defensa a ultranza del campesinado, ya de por sí más que subsidiado), ni tampoco el dictado por Washington respecto del llamado TISA, algo que ya expresamos casi al inicio de estas reflexiones.
La hora exige un pensamiento estratégico de la Nación en consonancia con la región. Es eso o claudicar. Y claudicar implicaría caer…estrepitosamente, porque careceríamos de salvaguardia alguna.
Por: Héctor Valle
Historiador y geopolítico uruguayo
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