“Sujo” | Entre la violencia y la resiliencia

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La mafia de la droga y el crimen organizado, la violencia, la pobreza, la orfandad y la desolación son las cinco temáticas que aborda “Sujo”, el dramático thriller de las realizadoras mexicanas Astrid Romero y Fernanda Valadez, que indaga en asuntos que, más allá de la mera distancia geográfica y las radicales diferencias culturales, realmente nos tocan de cerca.

Esta coproducción, que incluye además de a México a Estados Unidos y Francia, cosechó varios galardones en el prestigioso Festival de Sudance, y es, sin dudas, uno de los títulos más importantes de la cinematografía azteca en el presente.

Obviamente, el tema del narcotráfico en México, donde abundan los cárteles y las organizaciones mafiosas, es recurrente desde hace décadas y se ha transformado en un auténtico tormento para la población y también para los gobiernos.

En efecto, si bien se estima que el comercio de sustancias estupefacientes tiene tal vez un siglo, la violencia comenzó a alcanzar picos inusuales a comienzos de la década del sesenta del siglo pasado. En ese contexto, es habitual, además del asesinato, el secuestro, la tortura, el blanqueo de capitales y la corrupción, que llegó incluso a perforar el sistema político y afecta desde entonces a todas las capas de la sociedad mexicana. Aunque las estadísticas varían, los cálculos menos afinados estiman el número de víctimas fatales en más de 300.000, por la incesante guerra entre las mafias por el control del territorio, los ajustes de cuentas y el sicariato, que es en sí mismo un negocio muy lucrativo.

Se trata de un tema que afecta a la seguridad, porque México, además de productor de droga, es territorio de acopio y también exportador, fundamentalmente al vecino mercado de los Estados Unidos, donde existe naturalmente un alto poder adquisitivo.

Obviamente, este tema, aunque en mucha menor escala, es uno de los de mayor impacto en la agenda política en Uruguay, en pleno año electoral. En efecto, nuestro país, más allá que tiene una población de poco más de tres millones de habitantes, se ha transformado también en un enclave de acopio. En el pasado, todo el comercio se reducía al microtráfico. Sin embargo, ahora es también lugar de acopio y ruta de salida a través de una frontera cada vez más porosa por falta de inversión, la carencia de radares para detectar vuelos sospechosos no identificados y la ausencia de controles en el Puerto de Montevideo. Aunque recientemente se incorporaron tres escáneres, nadie puede asegurar que algún cargamento logre vulnerar estos sistemas de seguridad, porque la gestión de los equipos es humana y hay mucho dinero en juego. De hecho, en varios puertos europeos, se han detectado cargamentos de toneladas de cocaína en contenedores que pasaron, sin que nadie lo haya advertido, los livianos controles que se practican en nuestra principal terminal portuaria.

Obviamente, nadie puede descartar que el narcotráfico haya logrado permear al sistema político, porque la Corte Electoral no tiene medios para detectar la procedencia de la mayoría de las donaciones que reciben los partidos políticos.

En tal sentido, resulta realmente emblemático el caso del otorgamiento, por parte del gobierno, de un pasaporte al narco Sebastián Marset, cuando este estaba privado de libertad en una cárcel emiratí, por haber intentado ingresar al territorio del Emiratos Árabes Unidos con un documento falso. Aunque la causa penal fue archivada por no haberse constatado irregularidades con apariencia delictiva en la tramitación, es obvio que la normativa en la materia, contenida en el decreto 129/2014, recomendaba una prudencia que las autoridades no tuvieron.

Esa circunstancia dejó la puerta abierta a las especulaciones. La sospecha se multiplica si tomamos en cuenta los testimonios de algunos voceros de la justicia paraguaya, que tiene requerido al delincuente, quienes aseguran que el pasaporte costó diez millones de dólares. Esas versiones no fueron tomadas en cuenta por la Fiscalía y concretamente por el fiscal Alejandro Machado, quien archivó el expediente, pese a que en su escrito aseguró que tanto el ex ministro del Interior Luis Alberto Heber como el ex canciller Francisco Bustillo le mintieron al parlamento. La pregunta insoslayable es si también le mintieron al él.

En lo que tiene relación con el microtráfico, fundamentalmente de pasta pase de cocaína, es claro que se ha transformado en el mayor detonante de la violencia criminal en nuestro país, al punto que, aunque el gobierno no lo quiera reconocer, en este período se alcanzó el récord histórico de homicidios desde que este delito es material cuantificable a través de la ciencia estadística. Por ende, Uruguay no está exento de los daños colaterales provocados por el flagelo del narcotráfico ni con respecto al lavado de activos procedentes de esas actividades delictivas, que encontró un campo fértil en nuestro país a raíz de la flexibilización de las operaciones financieras en moneda extranjera y en efectivo sin pasar por medios electrónicos, determinada por la polémica Ley de Urgente Consideración.

Lo cierto es que el narcotráfico moviliza a escala global unos 700.000 millones de dólares y hay 270 millones de consumidores. Es, naturalmente una de las industrias más lucrativas, en lo que atañe a su etapa de producción, de acopio y de comercialización.

Al igual que otras películas, “Sujo” pone su foco en el tema de la violencia derivada de estas actividades ilícitas y su protagonista es una víctima de esta auténtica pandemia.

La historia está dividida en cuatro partes que simulan los actos de una tragedia teatral que bien puede ser shakespeareana o sofocleana,  identificadas con cada uno de los protagonistas. La primera de ella refiere al padre del pequeño Sujo, que cuando comienza la historia tiene apenas cuatro años de edad, quien es huérfano de madre, ya que su progenitora murió en el parto.

Este es el primer indicio que aportan las realizadoras para comprender la globalidad de la película, cuando describen a un niño que, desde el comienzo, padece una imputación afectiva.

Incluso, esa situación se torna aun más dramática cuando su padre, que está en el negocio del narco, es ejecutado. En tal sentido, la secuencia es realmente removedora, ya que el hombre deja a su hijo encerrado en el automóvil, para encontrarse con una persona en un paraje desolado. Por supuesto, nunca regresa.

Este es realmente el disparador de un drama que no destaca por la explicitud de la violencia, pero si por otras expresiones de violencia no tan extremas pero igualmente radicales, como la soledad, la pobreza y hasta la despiadada explotación laboral.

En ese contexto, Sujo (Juan Jesús Varela, un actor semi-profesional) es acogido por sus tías Nemesia (Yadira Pérez) y Rosalia (Karla Garrido), quienes lo esconden de los narcos, que lo quieren matar, y lo crían hasta que el chico alcanza la madurez para tomar sus propias decisiones.

Obviamente, casi en ningún momento está tranquilo, porque el código mafioso establece que se debe matar también a los descendientes de la víctima, en este caso el padre, para evitar que luego tomen venganza contra los matadores.

Para zafar de esta situación tan incómoda, el ahora joven Sujo se traslada al inmenso distrito federal de México, a los efectos de afincarse allí e iniciar una nueva vida. Ahora sí está librado a su suerte, porque, por voluntad propia, deberá sobrevivir solo.

Por supuesto, no se le pasa ni mínimamente por la mente ingresar en el negocio del narcotráfico, ya que aspira a cursar una vida austera pero sin violencia, por lo menos la violencia que emplean estas mafias para operar en un negocio muy lucrativo, a menudo con total y absoluta impunidad. Obviamente, gobiernan por el miedo, ya que con la misma falta de piedad que asesinan a una persona común y corriente, a un miembro de la banda o a un sicario, también eliminan a políticos, jueces y fiscales.

Cuando el cinéfilo espectador podría pensar que este joven se dedicaría al mismo negocio de su padre y buscaría vengar su muerte, opta por todo lo contario. Es decir, alejarse de este infierno, aunque para ello deba afrontar privaciones.

En efecto, como apenas culminó la escuela carece de toda preparación para aspirar a un trabajo decoroso. En ese marco, se emplea como changador y su actividad se limita a cargar papas en inmensos camiones. Naturalmente, la paga es muy exigua y acorde con la baja calificación de la tarea que realiza.

Esta circunstancia lo condena inexorablemente a la pobreza, salvo un eventual golpe de suerte o que reanude sus estudios, con el propósito de adquirir nuevos conocimientos y así prepararse para asumir otras responsabilidades laborales, que le resulten más lucrativas y que le permitan emerger de la miseria.

Si bien Sujo se mueve en un  medio contaminado por la sordidez y hasta se vincula amistosamente a otro joven que está en una situación bastante comprometida, igualmente se mantiene fiel a su consigna de no sumergirse en la cloaca, aunque deba seguir trabajando por un  jornal de hambre.

Este es el segundo gran mensaje que proporcionan las dos talentosas realizadoras, quienes transforman al protagonista en una persona con capacidad de resiliencia, pese a convivir en un medio hostil  y colmado de tentaciones. En efecto, para Astrid Romero y Fernanda Valadez, ambas directoras y guionistas, el hijo de un narco asesinado puede trascender a la pesada herencia de sus genes y su pasado y asumir un proceso de reconversión, aunque para ello requiere de ayuda externa.

Esa ayuda llega cuando conoce a Susan (Sandra Lorenzano), una docente de nacionalidad argentina que se exilió y radicó en México huyendo de la dictadura que asoló a su país entre las décadas del setenta y el ochenta del siglo pasado.

Todo comienza cuando el joven ingresa a la clase de la profesora sin autorización, pese a no estar inscripto en ese grupo. Obviamente, no tiene ni siquiera donde sentarse, porque en ese salón no hay lugar para él, porque su presencia no está prevista. Sin embargo, el milagro de la comunicación y la solidaridad transforman a la mujer en una amiga, en una conductora y, si se quiere, hasta en una suerte de madre sustituta.

La educadora es también un faro de esperanza que se enciende en el horizonte de este joven solitario, huérfano y explotado laboralmente, que aspira a emerger de la marginalidad y a comenzar a ingresar en el sistema.

En ese marco, este adolescente, que fue bautizado con el nombre de un caballo de su pueblo originario, que es Michoacán, encuentra una oportunidad, la misma de la cual carecen muchos jóvenes mexicanos pero también uruguayos, que ven en el narconegocio una oportunidad de abandonar la pobreza y la frustración. Por supuesto, delinquir no es justificable bajo ningún concepto. Sin embargo, uno puede entender a estos chicos que nacen marcados por la desdicha de ser hijos de familias desposeídas y, en algunos casos, que carecen de valores, ya que los adultos no los poseen.

“Sujo” es, sin dudas, un film de denuncia, que mixtura el thriller con el drama, pata retratar la cara más oscura de un país que tiene también una rica historia y que ha dado al mundo también eximios escritores y artistas. Por supuesto, México ha sido recurrentemente estigmatizado por el cine de industria, que solía y aun suele presentar a los mexicanos como personas indeseables, pese a la inconveniencia de generalizar.

Aunque esta película no es para nada complaciente, ya que no minimiza en modo alguno la dimensión del grave problema provocado por el narcotráfico y el crimen organizado, establece un nexo directo entre el delito y la pobreza, que, en el país azteca, afecta a más del 36% de la población. Obviamente, este porcentaje, que parece impresionante- aunque Uruguay en 2002 alcanzó un nivel del 40%, luego de la devastadora crisis económica y social que detonó durante el gobierno de coalición encabezado por Jorge Batlle– era en el pasado del 43%, antes que el izquierdista Andrés López Obrador se hiciera cargo del gobierno, tras décadas de administraciones derechistas corruptas y hambreadoras, lideradas, sobre todo, por el histórico Partido Revolucionario Institucional.

Empero, este film testimonial, que está narrado mediante una impronta de profundo contenido humanista aunque no exenta de realismo, trasmite un mensaje de esperanza, sugiriendo que, aun en las condiciones más adversas, es posible la resiliencia, en la medida que prevalezca la perseverancia y la solidaridad.

Por Hugo Acevedo
Periodista y crítico literario

FICHA TÉCNICA

Sujo (México, Estados Unidos, Francia 2024). Guión y dirección: Astrid Rondero y Fernanda Valadez. Fotografía: Ximena Amann. Música: Astrid Rondero. Edición: Astrid Rondero, Fernanda Valadez y Susan Korda. Reparto actoral: Juan Jesús Varela, Yadira Pérez, Alexis Varela, Sandra Lorenzano, Jairo Hernández, Kevin Aguilar y Karla Garrido.

 

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