/ Los desplantes de Donald Trump han sido muchos desde que ganó las elecciones, y mucho indica que son a cuenta de más. El común denominador de todos ellos pasa por la reafirmación de EEUU como centro del imperio Occidental y en consecuencia del mundo, y ése es su punto más débil.
Occidente está perdiendo la guerra en Ucrania, y para encontrarle una salida a la situación, Trump habla 90 minutos por teléfono con Putin, reconociéndolo no sólo como interlocutor válido sino retrotrayendo por su cuenta la relación a antes de la caída del muro. Aparentemente hizo concesiones inconsultas y sin reciprocidad; informa de esto la airada reacción de Europa y del propio presidente de Ucrania, Volodimyr Zelenski.
Este fue el punto máximo de conflicto hasta ahora de la brevísima gestión que Trump lleva hecha. Antes, planteó anexar Canadá, atacar y luego cambió a comprar Groenlandia, atacar Panamá para hacerse del canal interoceánico, y renombró la parte de EEUU del Golfo de Mexico, como si eso fuera expresión de fuerza. Lo que ha logrado hasta ahora es complicar las relaciones de Washington con el mundo. Contribuyó a eso el trasladar fuera del país a los inmigrantes indocumentados, las provocaciones a Mexico con el planteo de que la lucha contra el narcotráfico es lucha antiterrorista, la idea de hacer un balneario de Gaza luego de la demolición con enorme coste humano hecho por Israel, distanciarse sin previo aviso en las relaciones de EEUU con Europa, y más,
Una manera de entender lo que está sucediendo es calificar al hombre de troglodita y energúmeno, y seguir buscando el sustantivo adecuado para Trump. Al mismo tiempo, analizar las variables de cada una de sus irrupciones en la realidad política, como hace Mexico al explicar que el aumento de aranceles de importación al acero y el aluminio perjudicarán a tres empresas automotoras de EEUU, aumentando el precio de los vehículos en 3.000 dólares y perjudicando a 12 millones de familias de los EEUU, con impactos directos e inflacionarios por 10.427 millones de dólares en EEUU. Y decir que con esto, EEUU se está pegando balazos en ambos pies. Y al de los efectos económicos directos, agregar el análisis político, como llevar a la OTAN al punto de ruptura y mucho más en cuatro continentes; parece que Australia se salva.
Otra manera de leer los acontecimientos es unir todos ellos a la lectura de Trump queriendo al menos aparentar que el llamado Occidente es el imperio y no hay otro, siendo que es uno que está llegando a su fin. Washington está dejando de ser el centro dominante de periferias subordinadas que domina el mundo, y habilitando otras relaciones geopolíticas.
La historia enseña algo al respecto. Alejandro Magno salió de la pequeña Macedonia y conquistó todo el imperio persa en ocho años. Así como esos, hubo otros imperios: romano. mongol, español, británico, portugués, colonial francés, ruso, la dinastía china Qing, dinastía china Yuan, el califato de Omeya, cuya capital era la Córdoba de España de hoy, el califato Abasí, encabezado por Abu l-Abbás, descendiente de Abbás, tío de Mahoma. En fin. Todos ellos surgieron, dominaron y se disolvieron en el polvo de la historia. Toda ella muestra que en algún momento una región del mundo obtiene una ventaja tecnológica que le permite conquistar otras partes del mundo; y esa es, dígase de paso, la esencia hoy de las prevenciones de EEUU con China. Pero las ventajas que posibilitaron cada uno de los ascensos imperiales no son permanentes, fundamentalmente porque los conquistados aprenden de los conquistadores; la tecnología se difunde y otras innovaciones se afianzan.
Occidente no es un concepto geográfico, sino una alianza militar, política y económica liderada por EEUU, que incluye a Gran Bretaña, la Unión Europea, Japón, Corea del Sur, Australia, un puñado de otros países y economías insulares vinculadas a EEUU. Están habitados por 1.200 millones de personas en un mundo de 8.000 millones: el 15% de la población mundial. China e India suman 2.800 millones, Africa 1.400, lo que suma 4.200 millones; más de la mitad del mundo no forma parte de Occidente. A esto se le suman otros países del mundo en desarrollo: ASEAN (10 países del sudeste asiático), Asia Central y Asia Occidental, con lo que 85% del mundo no pertenece a Occidente.
El dominio de Occidente lleva menos de 300 años de ejercicio, tras ser un apéndice del poder de Eurasia. En el año 1.000 dc, Occidente estaba saliendo del colapso del imperio romano, y en Oriente había grandes imperios sofisticados, con un mayor conocimiento, filosofía, arte y demás. Occidente se asomó al poder con los viajes que le ampliaron el mundo: Cristobal Colón hacia América y Vasco Da Gama hacia la India vía el Cabo de Buena Esperanza. Las primeras huellas europeas en otras partes del mundo iban quedando mientras India y China eran civilizaciones mucho más sofisticadas en el campo tecnológico y conceptual.
La gran ventaja de Occidente fue la máquina de vapor que logró transformar la presión en fuerza mecánica (un descubrimiento que se tardó 15 siglos en hacer, a partir de comprender la fuerza expansiva del vapor en el siglo I dc) aplicada a la producción fabril y el transporte. La revolución industrial del siglo XIX fue la determinante del poder de Occidente.
Y en paridad de poder adquisitivo (no individual, dados los desniveles en la comparación de población, cuatro veces mayor), China tiene 25% más que la de EEUU. A la última reunión del BRICS+, en Kazan, Rusia, asistieron 36 jefes de Estado, representando el 56% de la población mundial; la cifra es menor en paridad de poder adquisitivo: representan el 46% de la producción económica mundial. Pero Occidente sigue convencido que domina, y dentro de ese grupo, EEUU cree que domina. Y los dislates patoteros de Trump se proponen reafirmar el dominio de Washington.
Dos presencias en Kazan le señalaron a EEUU que la situación es más grave de lo pensado: Turquía, miembro de OTAN, hecho que enmudeció a Washington, y António Guterres, el secretario general de ONU, en un hecho que bien puede calificarse de histórico al implicar un reconocimiento a la multipolaridad. La guerra de Ucrania muestra que Occidente no es tan dominante como aparenta serlo, y que Rusia está derrotando no sólo a Ucrania sino superando toda la tecnología bélica que Occidente puso a su disposición. Las decenas de miles de millones de dólares en armamento sofisticado que se le brindaron no fue decisivo, y hoy se dice que la no derrota rusa era predecible.Un triunfo de Moscú, podría decirte, ya que, por el contrario, Rusia conquistó el territorio que le asegura su libre salida al mar. Esa es la debilidad estratégica de siempre de Rusia, desde que era el pueblo rus, pasando por el imperio zarista y bolchevique, hasta el hoy.
En Gaza y Líbano, y con decisivo apoyo político y militar de EEUU, Israel demostró su poder de destrucción masivo. Pero no derrotó siquiera a Hamás ni a Hezbollah, no liberó a un solo rehen, y no logra que EEUU empiece por ellos la guerra contra Iran; es la fantasía israelí de ser la potencia hegemónica de Medio Oriente. Es que los iraníes tendrían misiles capaces de penetrar el domo que proteje a Israel y además pueden fácilmente impedir el tránsito por el estrecho de Ormuz, por donde hoy pasa el 35% del comercio mundial.
Occidente dominó realmente hasta el fin de la II Guerra Mundial tras una desgargante primera mitad del siglo XX. Ese tiempo destrozó las ideas, los sistemas políticos existentes y puso fin al sistema imperial europeo. Luego viene el fin del colonialismo, las guerras de liberación, las reformas de los sistemas educativos, la alfabetización, la valorización de la cultura en los sectores medios, y el no querer el pasado sino valorar el estar al día. Mientras los ricos se hacían cada vez más ricos (y siguen en eso), desde los ’50 las antiguas colonias emprendieron el proceso de ponerse al día. El caso de China, entre 1980 y 2020, con un crecimiento anual del 10%, aumentó unas 30 veces la producción económica. En consecuencia, China ascendió en la capacitación tecnológica hasta ponerse al frente del desarrollo tecnológico global. Así lo acaba de demostrar, como se sabe, presentando en sociedad DeepSeek; la aplicación de Inteligencia Artificial a una multitud de usos que es buena, barata y de libre acceso. Es el mayor cambio de todos los conocidos, pero parte de un proceso más general.
Hoy, BRICS+ aparece como la etapa final del dominio de Occidente. En las conversaciones en Kazan se mencionó Gaza y también Ucrania, pero se habló fundamentalmente de un mundo multipolar más próspero, e India y China acordaron poner fin al diferendo fronterizo que arrastraron por décadas. El mundo cambió apenas iniciado el siglo, y ya no es la economía sino la tecnología lo que está en el centro.
Y hay otro elemento. BRICS+ surge en el marco de un resentimiento histórico latente. El mundo occidental es desagradable, racista, dominador, codicioso, extractivo, hipócrita y más; una porquería. Pero se aceptaba que ése era el mundo, y no había una oposición frontal a Occidente. Pero desde los ’50, EEUU se volvió bastante desagradable en su política exterior, con guerras elegidas e interminables, cambios de régimen en otros países que no necesariamente eran aliados, sanciones unilaterales impuestas para condicionar conductas. Las posibilidades de la diplomacia son sistemáticamente ignoradas, y los uruguayos han visto cómo la embajadora saliente de EEUU en Montevideo era menos importante que la general a cargo del Comando Sur que pasaba por aquí.
Y además, esta conducta de EEUU no les proporciona más seguridad ni sirve a otros propósitos. Desde el año 2000 EEUU gastó unos 7.000 millones de dólares en guerras en Irak, Libia, Siria, Ucrania y Afganistán, que financió con préstamos. Hoy debe casi el 100% de su PIB. Habrá que estudiar si el reflejo interno de esta conducta no fue, en definitiva, la que agotó las posibilidades de la clase política que regía Washington, abrió paso a Trump y causó la derrota electoral de Hillary Clinton.
BRICS+ es una reacción a todo eso, a la política hegemónica agresiva de EEUU con la que trata de mantener su dominio. Washington no parece entender que la realidad económica subyacente hoy es muy diferente. Occidente ya no lidera, pero EEUU trata de aferrarse a su posición, como lo hiciera Francia en Indochina y en el norte de África, por ejemplo.
A EEUU le cuesta aceptar que se va hacia un mundo multipolar. Más allá de si la nueva estructura económica y financiera se aleja del dominio del dólar con una nueva moneda o sólo comerciando con el yuan, el futuro predecible es que habrá varias grandes potencias, y EEUU sólo será una de ellas. Es dudoso que lo sea con Trump al frente.
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