Hosny Salah, fotógrafo palestino en Gaza

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  Wisam Zoghbour – / La guerra de exterminio por sed: el agua como arma de limpieza étnica ha pasado al frente de batalla en Gaza. Más del 90% de la infraestructura de agua y alcantarillado de la Franja de Gaza ha sido completamente destruida; esto no es una escasez natural, sino una estrategia deliberada para secar la vida.

En Gaza, ya no son solo las balas las que matan. Existe un arma más lenta, pero aún más atroz: la sed. Desde el inicio de la agresión israelí en octubre de 2023, el agua ha dejado de ser un lujo para convertirse en un instrumento de exterminio colectivo a sangre fría.

El agua, este derecho natural fundamental, se ha transformado en un arma de castigo colectivo que ataca la raíz misma de la vida. Según la Autoridad de Calidad del Agua y el Medio Ambiente, más del 90 % de la infraestructura de abastecimiento de agua y alcantarillado de la Franja de Gaza ha quedado completamente destruida. Se han volado pozos y tuberías, y las aguas residuales corren libremente por las calles y entre las viviendas. Mientras tanto, la población se ve obligada a beber agua salobre o contaminada, ante el colapso total de las plantas de tratamiento.

La cantidad de agua disponible por persona ha disminuido de 120 litros diarios a menos de 10. Esto no se trata de una escasez natural derivada de una crisis temporal, sino de una estrategia deliberada para mermar la vida. Con este colapso, proliferan epidemias, enfermedades de la piel y del sistema digestivo, mientras que niños, mujeres y personas desplazadas se ven empujados al límite.

Pero la tragedia no se limita a la sed. En una advertencia oficial, el Gobierno de la Ciudad de Gaza reveló que la escasez de combustible impide el funcionamiento de la mayoría de los pozos, mientras que la demanda crece debido al desplazamiento masivo y las altas temperaturas. Esto significa que una grave crisis de agua, que está a punto de convertirse en una sed colectiva generalizada si no se levanta de inmediato este asedio asfixiante.

En estas condiciones, Gaza se ha convertido en el epicentro de una catástrofe ambiental y sanitaria. El agua está contaminada, el alcantarillado ha colapsado, la basura inunda los callejones y el hedor impregna la vida cotidiana. Es una bomba epidemiológica a punto de estallar en una ciudad asediada por una muerte lenta y silenciosa.

A cambio, instituciones locales e internacionales emiten comunicados y piden ayuda exigiendo la apertura de corredores humanitarios para el envío de agua, equipos de purificación y combustible. Pero la ocupación sigue asfixiando a Gaza y profundizando su política de «muerte por racionamiento», mientras la comunidad internacional observa impasible, como si la muerte lenta no fuera un delito hasta que se transmite en directo.

Sin embargo, el Centro Palestino para los Derechos Humanos ha optado por llamar las cosas por su nombre. En una enérgica declaración, afirmó que lo que está sucediendo es un crimen de guerra que alcanza la categoría de genocidio, en el que la sed se utiliza como arma. Es una flagrante violación del derecho internacional humanitario y de las sentencias de la Corte Internacional de Justicia. Más de dos millones de personas tienen acceso a menos de 5 litros de agua al día, lo que significa que cada hora de retraso las acerca al colapso.

Estas personas no son números, son seres humanos: niños, enfermos, ancianos, embarazadas, desplazados que duermen a la intemperie y beben de los charcos. La sed en Gaza ya no es consecuencia de la guerra, sino una forma de guerra en sí misma.

Lo que ocurre en Gaza no es solo una tragedia humanitaria, sino una mancha moral en la conciencia mundial. Cada momento de silencio es complicidad. Cada vacilación para romper el asedio es connivencia manifiesta. Cuando el agua se convierte en instrumento de represión, la resistencia es un derecho, y el silencio es una traición.

La ocupación usa el agua como una bala lenta que atraviesa la vida, mientras el mundo distribuye comunicados impresos. Pero Gaza, incluso sedienta, no se rendirá. Necesita combustible, sí. Necesita agua, sí. Pero sobre todo, necesita justicia y una valiente decisión política que ponga fin a esta guerra de exterminio.

Gaza no sólo se muere de sed… sino de continuo abandono internacional. Gaza no necesita piedad… necesita la voluntad de detener la delincuencia. Ya.

 

 

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